En los casi cinco meses transcurridos desde el inicio de la pandemia en Latinoamérica, cuyas estructuras de protección social son muy endebles debido a un desdén histórico hacia lo público y décadas de primacía del mercado como distribuidor de “bienes y servicios”, se aplican políticas redistributivas nunca antes vistas que gozan de gran respaldo popular y político.
Bonos universales, inversión masiva en salud pública, toma de conciencia sobre la necesidad y deficiencias de la educación pública, y créditos multimillonarios a pequeñas y medianas empresas se generalizaron y, política y socialmente, fueron bien aceptadas en una región donde meses atrás se hubiera visto como duras afrentas.
HISTÓRICO Y PENDULAR. ”En la región vemos un aumento histórico de las coberturas de protección social. En todas partes hay bonos especiales, temporales pero generosos, que se expanden a sectores que antes no eran considerados. El gasto fue increíble, pero está lejos de ser un problema. Tenía que hacerse”, explicó Mónica Rubio, asesora de Políticas Sociales para América Latina de Unicef.
Rubio indicó que esta situación no solo supone “un cambio enorme” frente a lo hecho en la región, sino que en muchos casos supuso que, por primera vez, “el Estado cumpla con su rol de proveer asistencia”.
“Ahora, lo importante es que se asuma que la expansión de los sistemas de protección, que es deseable, sea en el camino una expansión de cobertura permanente. No hay que caer en dar subsidios permanentes, pero si es necesario reconocer que la pobreza de la región cambió y hay que contenerla”, dijo.
El peruano Hugo Ñopo, investigador del Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade), coincidió con este cambio en la conciencia de lo que supone el gasto público y afirmó que en América Latina hubo “un movimiento pendular tan rápido que ni se vio” en el paso de un consenso para defender al mercado en países como Perú, Chile o Colombia, al polo opuesto.
CONSENSOS ROTOS. En Perú, en los últimos 30 años se detectó que “el Estado era un pésimo proveedor de servicios y su espacio lo ocuparon los privados”, según Ñopo.
Agregó que fue positivo para algunos sectores, como las telecomunicaciones, pero no en otros. “Ahora lo vemos más claro que nunca, particularmente en la salud y la educación, que no son solo servicios, sino también derechos básicos”, razonó Ñopo.
A su juicio, la problemática de administrar estos servicios con la lógica de mercado en tiempos de crisis impulsó que la población empiece a reclamar y aparentemente a conseguir más respaldo público para cubrir necesidades.
Así, también es llamativa la posición de los sectores empresariales y políticos, que parecen haberse movido, aunque sea levemente, en dirección a lo que con cada vez mayor insistencia piden los ciudadanos de la región.
Agobiados por la abismal crisis económica que se cierne, grandes grupos empresariales, que en condiciones “normales” hubieran denunciado con vehemencia la injerencia del Estado en sus asuntos, asumieron e, incluso, acompañaron algunas medidas.
PREOCUPACIÓN. ”Que los grandes empresarios no se opongan con fuerza a estas políticas habla de que saben que hay extremos en los que algo no funcionó correctamente. Los mercados son magníficos medios para asignar bienes y servicios, pero tienen sus límites, y por eso necesitan regularse”, acotó Ñopo.
Ante el abismo del Covid, la autorregulación carece de sentido y la sociedad vuelve a mirar al Estado como proveedor. En varios casos, la atención que los gobiernos dan en plena crisis permite que por primera vez millones de ciudadanos de la región obtengan respaldo del Estado cuando más lo necesitan.
Según Rubio, que muchos ciudadanos recibieran ayudas del Estado o mejoras visibles en la cobertura sanitaria no solo les permitió ver que lo público da beneficios, sino que es sensible a sus necesidades.
Riesgos y amenazas de lo público frente a lo privado
Para el peruano Hugo Ñopo, investigador del Grupo de Análisis para el Desarrollo (Grade), es cierto que el consenso que imperaba en la región sobre el mercado como principal agente social y político ya venía sufriendo “descontentos y desafecciones”, como se pudo ver en Chile o Colombia hace pocos meses, y que en muchos casos los cambios de ahora respondan a “una necesidad, más que a una convicción”.
“Capaz algunos se están adaptando temporalmente. Argentina o Uruguay, que ya tenían los servicios públicos más desarrollados, pueden haberse reafirmado en estas políticas. Pero es cierto que se está viendo la aberración que supone tener una presión tributaria tan baja, inútil para ofrecer servicios de calidad. Y en ese sentido hay que ser muy inconsciente o poco racional para no estar por ejemplo de acuerdo en un alza de impuestos”, argumentó el especialista.
Para el investigador, sin embargo, este regreso del Estado abre también la puerta a nuevos peligros que hasta hace poco parecían muy lejanos, como el auge de los populismos.
“Resulta que en este momento estamos todos angustiados y buscamos agarrarnos de algún mástil, y ese es terreno ideal para el populismo, que puede ofrecer seguridad en las superficies y empeorarlo todo”, indicó.
A su juicio, las soluciones más sensatas pasan “por mejorar los mercados y el Estado. Cumplir con lo institucional”.
“Tanto los que creían en los Estados como los que creían en los mercados como salvadores se quedaron cortos. Lo que se necesita es que ambos mejoren”, subrayó.
En tanto, gracias a la presión ciudadana, los gobiernos y la clase política respondieron a lo que pide la gente.