Un elefante no obedece naturalmente, se somete. Para amaestrarlo con fines turísticos, el mahout (domador) utiliza la técnica denominada del “phajaan”, que consiste en “perturbarle la mente”.
Separado de su madre, sometido a un fuerte estrés, es encerrado en un recinto muy estrecho, atado con cuerdas y cadenas, según estas imágenes filmadas el año pasado con una cámara oculta en Tailandia, y publicadas el miércoles por el grupo británico de defensa de los animales World Animal Protection (WAP).
El video muestra al mahout pinchando a un joven paquidermo con una varilla terminada en una punta de metal afilada para hacerle obedecer las órdenes básicas, lo que a veces provoca sangrados.
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“El objetivo es obtener el dominio completo mediante recompensas y castigos. Hay que hacerle entender que desobedecer es doloroso”, señala Jan Schmidt-Burbach de WAP, quien deplora los numerosos “daños físicos y sicológicos” provocados al animal.
Transportar turistas sobre el lomo, bañarse con ellos, dar vueltas como en un circo: unos 3.000 elefantes son utilizados en el sector turístico de Tailandia.
Pero los paquidermos han quedado desempleados desde que el país cerrara sus fronteras a causa de la pandemia de Covid-19.
Más de un millar de estos, amenazados por el hambre, huyeron de los campos desiertos para regresar a sus sitios natales, en una oleada migratoria a una escala sin precedentes en un periodo tan breve.
Los ecologistas esperan que esta crisis pueda ser aprovechada para realizar una amplia reflexión sobre el papel del elefante doméstico en el país.
“Es absolutamente necesario promover más un turismo centrado únicamente en la observación”, destaca Jan Schmidt-Burbach.
La cantidad de elefantes en cautiverio ha aumentado en un 30% en 30 años, y al sector le falta regulación.
De acuerdo a la ley tailandesa, una vez domesticado, el animal es considerado como ganado, y deja de estar protegido, a diferencia de los elefantes salvajes.