El mundo ya no es el mismo que era en 2015, cuando el Dalai Lama apareció en el escenario del Festival de Glastonbury frente a decenas de miles de asistentes eufóricos para celebrar su 80 cumpleaños, eclipsando con una sonrisa y su túnica mostaza la memorable aparición de Kanye West, que la noche anterior se había declarado como “la estrella de rock más grande del planeta”.
Este año, desde su residencia oficial en Dharamsala, en el estado norteño indio de Himachal Pradesh, y debido a las limitaciones por Covid-19, el Dalai Lama optó por enviar un mensaje de video a los miembros de la comunidad tibetana con motivo de su 85 aniversario.
Celebración en tiempos de coronavirus
“Hoy es el 6 de julio, mi cumpleaños. No es posible que un gran número de personas se congregue para celebrarlo debido a las restricciones por la pandemia, y tampoco es necesario. Sin embargo, si quieres celebrar mi cumpleaños, me gustaría pedirte que recites el mantra Mani (Om Mani Padme Hung), al menos 1.000 veces”, afirmó el Dalai Lama frente a la pantalla en un mensaje publicado en su web.
Esos rezos de depuración, dijo, le ayudarán “a vivir 108 o 110 años más o menos”, al tiempo que se despedía con un “que todos sean felices y estén bien”.
En medio del aislamiento por la pandemia mundial, el Dalai Lama quiso celebrar su 85 cumpleaños a través de las cámaras en lo que las autoridades del Tíbet en el exilio llamaron “El año de la gratitud”, informó a EFE la oficina del líder religioso.
Bondad y revolución
Con motivo de la celebración, el conocido activista tibetano en el exilio Tenzin Tsundue reflexiona sobre la vida de Lhamo Dhondup —el nombre de nacimiento del XIV Dalai Lama—, y se muestra crítico con la pasividad del líder, una bondad que, aunque le ha hecho universal, extingue a su vez la esperanza del Tíbet.
Antes de los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008, unas protestas por la independencia del Tíbet en las que murieron cientos de monjes tibetanos hicieron que líderes y activistas llamaran a boicotear la cita olímpica. “Yo también sentí que el boicot le daría una lección a los chinos”, cuenta a EFE el activista.
“Pero su santidad dijo que ‘China merecía unas buenas olimpiadas’ y esto alivió a los líderes mundiales y así fue cómo su Santidad salvó a China ese año. Su compasión traiciona a su país y a su gente, él piensa en el mundo”, apunta con una agridulce respuesta.
“Es verdaderamente un Buda”, añade.
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El líder budista que cruzó andando el Himalaya en 1959, tras una fallida revuelta popular en Lhasa contra el dominio chino, es la esperanza de 6 millones de tibetanos frente a China, que ejerce su dominio sobre el Tíbet.
Para Tsunde, la oportunidad de que el dalai lama encarne una revolución se apaga, y quizá “traer respeto mutuo entre las facciones religiosas sectarias en guerra es su única contribución, ya que esto le ayudó a lograr un sentido de unidad entre los tibetanos que de otro modo se habrían dividido”.
China ante la sucesión
La incógnita de su sucesión, que de acuerdo con la tradición budista ocurre a través de su “reencarnación”, ha marcado todo su legado y el futuro de su gabinete.
China, sin embargo, prohibió la “reencarnación” del sucesor de Lhamo, y planea nombrar al decimoquinto dalai lama.
Un Dalai Lama escogido por China servirá al Partido Comunista para consolidar el control sobre la región.
Ese proceso de sucesión para elegir un dalai lama no ha tenido lugar desde 1937, cuando Lhamo, de entonces 2 años, hijo de una familia de granjeros en un poblado del Tíbet, fue reconocido como la reencarnación del XIII dalai lama.
Para su relevo, una vez que el dalai lama haya fallecido, un grupo de sabios deberá comenzar la búsqueda en el Tíbet, siguiendo las señales dejadas en vida por su predecesor del niño en el que se ha “reencarnado” su santidad.
El primer impedimento está en que la reencarnación debe ser reconocida por el panchen lama, la segunda autoridad religiosa del budismo tibetano, que se encuentra en territorio chino con paradero desconocido.
A ello se suma el hecho de que el consejo de sabios se encuentra en el exilio, sin posibilidades de entrar al Tíbet sin ser detectados por las autoridades chinas.
El Dalai Lama ha abierto un abanico de posibilidades que incluyen la de votar a través de un consejo de ancianos lamas similar al cónclave del Vaticano.
Otra de las soluciones que han contemplado es la de recurrir a la práctica esotérica llamada madey tulku, mediante la cual el dalai puede escoger una reencarnación mientras sigue con vida, o que se extinga con él la máxima jerarquía y así arrebatar a China su esperado movimiento.