Hace mucho mucho tiempo, en una galaxia no muy lejana, cada 3 de noviembre los funcionarios públicos tiraban la casa por la ventana, y usaban el dinero del Estado paraguayo para publicar avisos en los diarios felicitando al dictador por su cumpleaños. Ese día era común ver una larga fila de serviles aguardando en las afueras del Palacio para hacer la genuflexión de rigor.
Al 3 de noviembre antes le llamaban la “fecha feliz”. Aunque era una fecha feliz solo para Stroessner y sus chupamedias. Para el resto, sobre todo para quienes eran perseguidos por sus ideas, era apenas otro día horrendo que había que sobrevivir en un país gobernado por un déspota.
En este Día Nacional del Chupamedias, Stroessner cumpliría 108 años. Su currículum, según la página web de la ANR, en la cual el dictador aparece todavía como líder histórico, habla de que hizo la secundaria en Posadas, Argentina, que en 1929 entró a la Escuela Militar, y que en 1932 lo mandaron al Chaco, donde dicen que intervino en la batalla de Boquerón, sobre eso circulan anécdotas, una de ellas habla de un maletero, en fin...
Después del Chaco fue ascendiendo, y en 1954 Stroessner entra de golpe a la política.
La versión edulcorada de los colo’o dice que fue “reelecto” 7 veces; y que se “mantuvo” en el poder sostenido por las Fuerzas Armadas y el Partido Colorado. En realidad era el mandamás, él estaba por encima de las instituciones.
Mi parte preferida es cuando sucede el golpe militar y él se va a vivir al Brasil, donde termina muriendo, por fin, un 16 de agosto de 2006.
Sin embargo, la historia de la dictadura es más compleja. El Informe de la Comisión Verdad y Justicia nos ayuda a entender de verdad cómo fue.
La Comisión recibió más de dos mil denuncias y testimonios sobre violaciones de derechos humanos cometidas durante el régimen stronista de 1954 a 1989. Sostiene que la responsabilidad personal era de Alfredo Stroessner, y excluye toda hipótesis de que dichas violaciones pudieran haber sido cometidas sin su conocimiento.
Alfredo Stroessner tuvo responsabilidad directa, personal e institucional, ya que como jefe supremo de Estado y jefe de Gobierno tuvo a su cargo la administración general del país. El dictador dirigió personal y exclusivamente las Relaciones Exteriores de la República y, siendo comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de la Nación, también fue el responsable directo de los abusos cometidos por las fuerzas policiales y militares en todo el país.
El régimen dejó una secuela de 425 desaparecidos o ejecutados, detuvo a casi 20.000 personas que en su mayoría padecieron torturas, y forzó el exilio de 20.814 paraguayos. Todo eso fue obra del general Stroessner.
El stronismo usaba el discurso anticomunista para justificar la represión de sectores liberales e incluso de grupos conservadores. La persecución a la OPM y a las Ligas Agrarias no respondían al peligro de incursiones “subversivas” desde el exterior, sino que el gobierno utilizaba esa posibilidad presunta como “excusa para perseguir de un modo u otro a toda la oposición”.
Un contundente informe de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas develaba el trasfondo de este mecanismo de la dictadura: “Cualquiera que sea la posición de su propaganda oficial, el régimen de Stroessner no tiene realmente miedo de la subversión. De lo que tiene miedo es de la democracia”.
Para que nunca más se vuelva a repetir, y por la memoria de los que ya no están y nunca recibieron justicia, no tenemos que olvidar a aquellos chupamedias, porque ellos sabían lo que pasaba, eran cómplices de los abusos y obtuvieron beneficios de su complicidad con Stroessner.
El 3 de noviembre es un día de oprobio, así como infame fue la vida de quien probablemente hoy, en el averno, este celebrando sus 108 años.