16 dic. 2024

El día y la hora

“Descubrir que existimos es un desastre”, dijo Emerson en algún momento dado. Los freudianos dirían que existimos como una pila de complejos. Los marxistas dirían que existimos como miembros de una clase económica”. Este era el espíritu de la época, en el siglo pasado, entre la Primera, y el inicio de la Segunda Guerra Mundial. Lo relataba en 1941 C.S. Lewis, tal como está entre comillas, en algunos de sus escritos que después fueron publicados bajo el título de Ética para vivir mejor.

Yo agregaría que, en estos tiempos posmodernos, para los libertarios que están de moda, existimos siempre y cuando no exista el Estado. Y así por delante. Hay una gran desilusión con relación a la política, y a los gobiernos, en escala planetaria. En esta misma línea, Michael Sandel, en su Descontento democrático del 2023, nos advierte que los tiempos que vivimos son momentos de zozobra donde “nuestra vida pública rezuma insatisfacción”.

Estamos asistiendo al fin de una época sin que podamos saber adónde nos estamos yendo. Para muchos de mis compatriotas eso no tiene mucha importancia, porque siempre vinieron otros para solucionarles sus problemas. Todavía siguen esperando el uniforme naranja, en vano, a pesar de que Trump está dando a entender que los EEUU ya no serán los guardianes e impulsores de la democracia, de los derechos humanos y del libre comercio. Esto alienta a los cartistas. Todo se resume al MAGA y al proteccionismo. Marco Rubio lo sabe, como secretario de Estado en situación de espera. Luego, Milei hará algo parecido, expulsando de las universidades públicas a los extranjeros que no paguen cuotas y cortando los servicios de salud pública a los que no hayan nacido en Argentina. Ojalá me equivoque.

La recesión geopolítica se viene con todo, mientras que los paraguayos están preocupados con las candidaturas 2028 –sin poder cortar a dos nepobabies, aunque sea como mensaje simbólico contra los malgastos– y con aumentos de salarios, gastos de representación y seguros de salud privados para el Legislativo. Brutal. En Paraguay se está viviendo un momento de corrupción desenfrenada, desvergüenza a cara descubierta, tal cual dijo un documento estadounidense recientemente publicado, como si fuera que el fin del mundo está por llegar.

A propósito, el fin de los tiempos es un tema atrapante y siempre conveniente para reflexionar cuando se acerca la Navidad ya con miras a un nuevo año. Propongo sumergirnos en una especie de filosofía escatológica que busca la última realidad, un ideal supremo, algo que no es tradición para los paraguayos: Somos gente cuyo horizonte, para el sector privado, es apenas el comer un asadito de final de semana, y para el sector público, el 2026, cuando se espera la convergencia al -1,5% del déficit fiscal. Sería la gran política pública que todos aguardan. Vyresa total. Estas son las minucias como grandes expectativas que se esperan, nada menos y nada más. Lo que existe es todo lo que se puede imaginar. Ya está todo debatido. El triple equilibrio monetario, cambiario y fiscal es la panacea. Así deben ser las cosas, no es conveniente ir en contra del orden natural. Plop.

EL FUTURO. Como el 25 de diciembre estaremos conmemorando la entrada de Dios en la historia para salvar a su creación, yo creo importante elevar la mirada. Me quisiera detener en el libro de Mateo en el capítulo 24. Es un pasaje de la Biblia lleno de hipótesis sobre el futuro. Se habla de todo: De señales sobre el fin de los siglos, de guerras y rumores de guerras, de que no quedará piedra sobre piedra, de pestes, hambre y gran tribulación. Pero es en los versos 34, 35 y 36 donde hay que prestar mucha atención. Allí, el mismo Jesús nos advierte lo siguiente: “De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre”.

Podríamos concordar en que nadie sabe del día y la hora. Pero del siglo ya podemos sospechar. Desde el Renacimiento no se ha visto nada comparable a lo actual. Digo esto, a juzgar por el desarrollo tecnológico excepcional al cual ha llegado la humanidad, las terribles armas nucleares, las guerras en curso hoy guiadas por satélites, las redes sociales demoledoras, la realidad alterada, la informática cuántica, la inteligencia artificial que es una enorme oportunidad como también una gran amenaza, la sombra de autoritarismo que recorre la Tierra, la desilusión de las masas con relación al Estado, los mercados imperfectos que no son eficaces, la transición demográfica, nacemos menos y vivimos más, el cambio climático, la segunda Guerra Fría, etcétera. Si la civilización va a alguna parte, cada vez tengo menos dudas de que estamos más cerca de eso, que es desconocido. Por razones ideológicas y prácticas, la cantidad de conocimientos se ha vuelto muy grande para que una persona pueda dominar todo de todo. Entonces se dividió el todo en una serie de ciencias como conjuntos de conocimientos sistemáticamente organizados, metódicamente fundados y etiológicamente demostrables. En hipótesis, es eso.

Supongo que se vienen grandes cambios. Con la pólvora y la imprenta hubo muchas transformaciones en la estructura política, en la economía y la sociedad, hace varios siglos. Pero en aquellos tiempos no tenían aún un impacto tectónico planetario como pueden ser hoy los avances científicos y tecnológicos que ya tienen sí una dimensión apocalíptica. Por eso no es del todo descabellado relacionarlos con la tradición bíblica. Las armas nucleares pueden hacer llover fuego con olor a azufre con solo mover un mouse con la punta de los dedos. Krugman, Stiglitz, Harari, Chomsky y otros pensadores actuales, ateos algunos, hablan abiertamente de una probable destrucción del mundo. No dicen que es inevitable, pero nos animan a hacer preguntas y maneras de encontrar salidas civilizadas a nuestras diferencias. Hay una infinidad de conocimientos desconectados entre sí, que no le pueden dar sentido al todo más amplio, y se ha perdido por completo la universalidad de todo lo que se sabía, quizá con la ayuda de explicar lo conocido por medio de lo desconocido (1), que se tenía en la era moderna temprana. Hoy la tecnología se impuso a (1) la teología que le daba algo de sentido a todo. Y ahora el mundo se encuentra en un sinsentido existencial donde casi nada satisface todo lo que se necesita, o se desea.

La abundancia de bienes y servicios, con la hiperespecialización, la fragmentación de las ciencias, la cura del cáncer que los médicos aseguran para dentro de cinco años, todos estos temas nos están informando que el mundo avanza a pasos agigantados en las dimensiones de la ciencia, pero ya no considera al pecado y a la corrupción del hombre, ya no habla de la vida después de la muerte, de las últimas realidades, de cuestiones espirituales.

René Girard, filósofo, teólogo y antropólogo, dice que no debemos leer las citas apocalípticas solo como relatos metafóricos y mitos fundantes de la cultura judeocristiana, sino que, es más, debemos reflexionar sobre ellas como algo que efectivamente los hombres pueden hacer para destruir su propio hábitat y para aniquilar la vida que les rodea y de paso sus propias vidas en modo irracional. No solo las guerras y los peligros atómicos amenazan el planeta. La presión antrópica desordenada es un riesgo concreto.

PARAGUAY. El Paraguay es un ejemplo. El lago de Ypacaraí, contaminado y con olor a azufre en determinadas partes y épocas del año, nos recuerda el porvenir. Es un monumento a la capacidad destructiva de los paraguayos. Los bosques atlánticos interiores de la Región Oriental han desaparecido. El Chaco y el lago Ypoá también están en pleno proceso destructivo. A veces lento, a veces no tan lento, pero seguro. Hitler nos recordó que nada que fuera muy aterrador es improbable sobre la faz de la Tierra. Hiroshima y Nagasaki confirmaron esta sentencia. Las recientes crueldades en la guerra de Ucrania nos asustan. La calidad del Legislativo paraguayo y su estilo aplanadora casi salvaje, también. Nunca se vio nada parecido, por lo menos desde 1989. Costumbres cavernícolas parece que vuelven con relativa fuerza.

No solo la literatura cristiana habla de cuestiones aterradoras que debemos conocer para ubicarnos en el Zeitgeist actual. Basta leer que Saturno se comió a sus propios hijos y que Zeus lanza rayos sobre la Tierra. Hay fuego lloviendo como cohetes de Júpiter, romano, desde los cielos. Y Jatar contándonos sus aventuras travestidas en plena sesión legislativa. Qué tal. Perdón, es un error. Este no es un dios aterrador de los griegos, aunque su nombre nos confunda. La violencia y la prepotencia de Trump y de Milei, sin olvidar a Putin, en modo energía, a lo mbarete que estamos acumulando los humanos, son cuestiones preocupantes. El quincho no se queda atrás. Los anteriores no eran nenes de pecho. Pero eso no justifica. Debemos reconocer que Biden y la K desilusionaron. El primero perdona a su hijo mafioso y la segunda enredada en casos judiciales se quedará sin perdón.

CONCLUSIÓN. Hay mucha literatura que no habla en modo figurado. El astrónomo británico sir Martin Rees, en su libro Our Final Century (2003), es concluyente. Rees dice: “La amenaza nuclear se verá eclipsada por otras que podrían ser igualmente destructivas y mucho menos controlables. La tecnología avanzada ofrecerá nuevos instrumentos para crear terror y devastación. Las comunicaciones universales e instantáneas amplificarán su impacto social. La liberación involuntaria de patógenos nocivos y de rápida propagación, también. Las probabilidades de que podamos sobrevivir hasta el final del presente siglo no superan el cincuenta por ciento”. C.S. Lewis nos recuerda que solo la conciencia moral primaria, en modo cristiano, puede salvar al mundo. Para eso, afirma: “Los seres humanos necesitan ser entrenados en obedecer las intuiciones morales antes de tenerlas y años antes de adquirir el raciocinio necesario para discutirlas; en caso contrario, se corromperán antes de la época adecuada a la discusión”. Feliz Navidad. Espero que sepan que nada tiene que ver con Papá Noel. Saludos cordiales.

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