Por Francisco Cruz, docente y periodista
Llueve y hace frío en Asunción. Sonia acciona el interruptor de la ducha eléctrica y el agua, calentita, comienza a caer sobre su cuerpo. Sonia cierra los ojos y durante uno, dos, tres, cuatro, cinco minutos… el agua acaricia su piel. Después vienen el champú, jabón, enjuague. En resumen, veinte minutos de placidez indescriptible, gracias a la cifra nada despreciable de 400 litros de agua.
A esa misma hora, pero en la estancia chaqueña de Santa Aurelia, Ramona se acerca a un tajamar casi seco para llenar dos bidones plásticos de un agua turbia. Varias vacas también están bebiendo en el mismo sitio. El maestro Miguel Arteta les ha explicado que no deben tomar de esa agua contaminada, que es dañino para la salud. Ella lo entiende, pero no tiene alternativas.
Las realidades de Sonia y Ramona son totalmente diferentes, aunque ambas residan en un país con una de las mayores reservas de agua dulce del mundo, y por donde discurren cientos de ríos y arroyos. Y a pesar de que en el 2010, la Organización de las Naciones Unidas adoptó una histórica resolución donde reconoce “el derecho al agua potable y al saneamiento como un derecho humano esencial para el pleno disfrute de la vida”, más de 800 millones de personas en el mundo, según cifras de la misma ONU, carecen de ese derecho. Entre esos millones, se encuentran miles de ciudadanos paraguayos.
Paraguay, país del agua, pero…
Desde la etimología de su propio nombre, amén de las diversas opiniones, el vocablo, desde tiempos ancestrales, ha estado vinculado al término agua. Y no es para menos. “Pararse frente al río Paraguay, es como si estuvieras mirando al mar”, comenta Lidia Almirón, una cubana recién llegada a las tierras guaraníes. A partir de una visión tan omnipresente, resulta difícil imaginar que el agua pueda representar un tema preocupante, y que deba ocupar un lugar significativo en las agendas de las autoridades políticas y gubernamentales. Y, también, en la mente de los ciudadanos.
“Es cierto, tenemos tanta agua, que no siempre somos conscientes de cuánto se despilfarra en los hogares, y cuánta se contamina, ya sea por los residuos agrícolas, industriales como por las aguas albañales”, señala Flavia Fiore, directora de Gestión de Cuencas Hidrográficas del Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible (MADES).
En el 2022, después de casi 15 años de larga espera, se reglamentó por fin en el país la Ley 3239 de los Recursos Hídricos del Paraguay, donde se establece que el MADES será la institución encargada de su aplicación. No obstante, aún falta un buen trecho para su total y efectiva instrumentación.
David Fariña, director general de la Dirección de Protección y Conservación de los Recursos Hídricos del MADES: “Si bien se aprobó el reglamento, ahora sigue un proceso de consolidación de los inventarios, donde se recopilarán todos los recursos hídricos con los que cuenta el país y sus usos; ríos, lagos, humedales. Ya se tiene una importante base de datos. Pero para la implementación de la Ley se necesitan más investigaciones, lo que facilitaría una mejor toma de las decisiones, a partir de análisis y discusiones con todos los sectores involucrados. Es innegable que existen muchos intereses particulares, principalmente del sector productivo”.
- Llegado ese momento, ¿las empresas tendrían que pagar por el consumo?
- Exactamente. En la actualidad, se utilizan las aguas, tanto superficiales como subterráneas, y no se paga impuestos por ello. No existe control ni regulación sobre los cientos de pozos que se han abierto arbitrariamente en cualquier sitio. Tampoco por el vertimiento de desechos y aguas residuales. Al establecerse los certificados de disponibilidad de uso y los permisos de aprovechamiento de los recursos hídricos, se cobrará un canon, tanto por el uso como por el vertido a un cauce hídrico.
A pesar de sus grandes riquezas hídricas, según La Asociación Mundial para el Agua (GWP, por sus siglas en inglés), Paraguay es el país con menos seguridad hídrica de América del Sur, lo que repercute en que no pueda garantizar el acceso de agua de calidad y en cantidad a toda la población.
Según datos suministrados por la Dirección de Agua Potable y Saneamiento (DAPSAN), existe en el país una cobertura del 89% de agua mejorada; mientras que la cobertura de agua por redes sería del 88,2%.
Los datos anteriores contrastan por los aportados por la Licenciada en Política Ambiental Paula Burt, durante un encuentro en la Institución Desarrollo en Democracia, donde manifestó: “que el 78% de la población paraguaya accede a servicios de agua potable por red, pero esto no garantiza de que el producto recibido cumpla con todas las exigencias sanitarias. Se estima que aproximadamente 1.500.000 personas no tienen acceso a agua potable por red, ya que su consumo proviene de ríos, arroyos o pozos domiciliarios”.
“El 70% de la población se abastece de aguas subterráneas, por ejemplo de pozos, que no siempre están tratadas”. Asevera el ingeniero Fariña.
“El agua de la canilla no es rica. No tiene un buen sabor, y a veces trae como una arenilla, quizás sea porque las cañerías no están bien limpias. Yo prefiero tomar agua embotellada”, afirma Clara Martínez, alumna de Ingeniería en Informática.
Más allá de las preferencias y del aseguramiento por parte de DAPSAN de que el 100% de las aguas superficiales son previamente tratadas para su consumo, existe una innegable realidad, según las estadísticas publicadas por el Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición, en Paraguay operan 166 empresas embotelladoras de agua.
¿Las personas dudan de la calidad del agua que surte la canilla o es solamente un tema relacionado con el gusto y el sabor? En este aspecto, las personas de bajos recursos, tampoco tienen opciones.
Paraguay: Agua- dependiente
El agua ocupa el 70 % del planeta Tierra. De esa inmensa cantidad, solo el 3% es agua dulce. De la cual, el 2% está atrapada en los glaciares. El resto se distribuye en ríos, lagos, nieve, acuíferos, hielos subterráneos. Y el dato más preocupante es que solo un 0.5% no está contamina y es apta para el consumo.
¿Se acabará el agua en el planeta? “No, lo que se acaba es el agua que podemos usar”, afirma el ingeniero Fariña.
El agua dulce es esencial para la vida y el desarrollo de la humanidad. La agricultura y la ganadería consumen la mayor cantidad, alrededor del 70%; la industria, el 20%. El resto se destina al uso doméstico. Con tales cifras, resulta imprescindible conocer con cuánta agua se cuenta y el consumo directo e indirecto, ya que es útil para la economía y fundamental para la preservación del medio ambiente.
Paraguay es un país agroexportador. Según datos del Ministerio de Agricultura, en el 2022 contaba con algo más de 13 millones de cabezas de ganado vacuno, tuvo una producción de 10 millones de toneladas de soja, 6 millones de toneladas de maíz y alrededor de un millón de toneladas de arroz. El requerimiento de agua para estas producciones rebasa, con amplio margen, cualquiera de las otras actividades económicas desarrolladas en el país. La agricultura y la ganadería paraguayas consumen el 68% del total del agua dulce del país.
Contaminación y deforestación, graves problemas para el agua dulce
Si bien existe abundancia de agua, sobre todo en la región oriental, no se está exento de que en algún momento esta pueda escasear, máxime, que el Paraguay, al igual que el resto del mundo, está afectado por un acelerado cambio climático, donde la ausencia de lluvias es uno de las consecuencias más impactantes. Si se produce un periodo prolongado de sequía, los arroyos y los pozos se secan, como sucedió en Aguapety, un pueblo de 3.000 habitantes, que en diciembre de 2021 quedó sin agua.
El ingeniero agrónomo Orlando Franco tiene bien claras las cuentas: “En los tiempos que corren, resulta imprescindible que se conozca el agua virtual que se emplea en producir un determinado producto; así como su huella hídrica. Es como la contabilidad de un banco. Saber cuánto hay disponible, cuánto se gasta, la disponibilidad para el futuro. Con el agua, sucede de igual manera. Si en un sector, por ejemplo, el agua disponible es 20, pero por mal manejo, despilfarro, gastan 30. ¿De dónde salen los 10 adicionales? Pues se le ha sustraído a otro sector, incluso, a las personas dependientes de ese 10 sustraído”.
Según datos ofrecidos por la Water Footprint Network, como promedio, para producir un litro de leche se necesitan 1.000 litros de agua, 3.000 litros para elaborar un litro de cerveza, 1.600 litros para producir 1 kg de pan. Para un kilogramo de carne vacuna, se precisan 15.000 litros. Con tales cifras, y tomando como base los principales renglones productivos de Paraguay, el consumo demandado asciende a millones de millones de litros al año. Lo que lo convierte en un país exportador de agua.
¿Se conoce la huella hídrica de las principales producciones de Paraguay? – le pregunto a los directivos del MADES.
Flavia Fiore: No. Tenemos estimados. Pero no se cuenta con datos precisos. Para ello se requiere información sobre el uso del agua a lo largo de todo el ciclo de vida del producto, desde la producción de sus materias primas, pasando por su fabricación, distribución y uso final. Son mediciones complejas que abarcan periodos largos de tiempo”.
“El tema crítico en el Ministerio son los recursos presupuestarios. El MADES solo tiene asignado el 0.06 del presupuesto general de gastos de la nación. La única cuenca que regulamos a nivel nacional es la del Tebicuary. Para conocer la realidad existente, se necesitan recursos, estudios. En relación con los acuíferos, solo se tienen estaciones en el Patiño. Muchas de las acciones que se ejecutan en ese sentido, es a través de cooperaciones”, complementa el ingeniero Fariña.
Ingeniero Franco: “Otro grave problema: La contaminación. Los químicos usados en los cultivos discurren hacia los ríos y arroyos o se infiltran en el manto freático. En otro tanto, el amoniaco generado por las heces y la orina del ganado vacuno se filtra en el suelo de las estancias, contaminando la tierra y los cursos de agua. Además de convertirse en un potencial agente del efecto invernadero, a partir del metano producido por la digestión anaeróbica del estiércol”.
Alejandro Amarilla, ingeniero ambiental, considera, además, que uno de los graves problemas relacionados con la agricultura y la ganadería es la deforestación.
Según el sistema satelital Global Forest Watch (GFW) entre 2001 y 2019, se deforestaron 6 millones de hectáreas. Lo que ubica a Paraguay en el segundo país sudamericano que más cobertura arbórea perdió. A pesar de tener menor superficie, la cantidad de áreas destruidas supera a naciones como Perú, Colombia y Argentina.
Ingeniero Amarilla: “Las zonas forestales protegen el suelo de los procesos de erosión, evitando la escorrentía superficial de las precipitaciones. El bosque es como una esponja: primero acumula el agua y luego la da a los ríos y arroyos. Sin perder de vista los daños que la deforestación provoca a las personas que dependen de los bosques para su subsistencia. Y ni hablar de la extinción de muchas especies de animales que han perdido su hábitat”.
¿Entonces? ¿Cuáles son las alternativas?
Ingeniero Franco: No se trata de impedir las producciones agrícolas o ganaderas, sino de buscar un equilibrio. Los países deber realizar estudios rigurosos sobre los recursos que poseen y la mejor forma de administrarlos. Es inadmisible, por ejemplo, que un país comprometa sus recursos hídricos o forestales para producir granos, que después, en Europa, serán convertidos en biocombustibles para satisfacer las necesidades de una sociedad cada vez más consumista”
“Un país que no gestione correctamente su agua, que no sepa con certeza cuánta emplea y ni a dónde llega, en un futuro no muy lejano, sin dudas, sufrirá desbalances hídricos y escasez crónica. Paraguay es un país con bajos niveles de cobertura de sistemas de alcantarillado y de tratamiento de las aguas residuales, negras e industriales, lo que ocasiona una contaminación permanente de los ríos y de los acuíferos, Sino se le pone coto a esa situación, las consecuencias serán catastróficas”, afirma el ingeniero Amarilla.
Según datos publicados por ERSAN (Ente Regulador de Servicios Sanitarios), en materia de alcantarillado sanitario, la cobertura en el país es solo del 15,4%; mientras que la cobertura de tratamiento de las aguas residuales, antes de su vertimiento a los ríos, no supera el 7,5%.
“También resulta oportuno tener en cuenta que por su condición de mediterraneidad, Paraguay está obligado a gestionar eficientemente sus aguas. El 70% de las mercancías que entran y salen del país, navegan por sus ríos. Además, toda la energía eléctrica que se consume proviene de tres hidroeléctricas”, sentencia el ingeniero Fariña.
También para el Turismo, un sector en crecimiento, el agua representa un factor a tener en cuenta. “Realmente, la relación entre la puesta en valor de recursos turísticos asociados con el agua, sigue siendo una tarea pendiente. Si bien en los planes de desarrollo se hace énfasis en la gran riqueza hídrica que se posee, la misma no se traduce en la realización de intensiva de actividades náuticas como el kayak, piragüismo, navegación, pesca deportiva, etc. Sin perder de vista, que si no se tiene un agua de calidad y en la cantidad requerida, los hoteles no podrán funcionar adecuadamente”, afirma Janaina Magalhaes, Directora de la Carrera de Gestión de Turismo y Hotelería de la Universidad Americana.
Agua: Consumo y educación
Existe un cierto consenso sobre cómo y dónde se usa el agua en los hogares del mundo. Dos tercios del agua consumida en una casa se utilizan en el baño: ducha, lavado de cara y cepillado de dientes, descarga del inodoro. Se estima que durante una ducha de cinco minutos se gastan entre 95 y 190 litros de agua. La cocina ocupa el segundo lugar en el consumo. De ahí que el ahorro en estas dependencias, resulte de vital importancia.
Para Lissette Rosado, el ahorro constituye una práctica cotidiana: “Siempre estoy detrás de los miembros de mi familia para que cuando se cepillen o frieguen los platos, no dejen el grifo abierto. En los hogares se despilfarra mucha agua. Y como la tenemos abundante y a disposición durante las 24 horas, no pensamos, por ejemplo, que en otros sitios, tienen que caminar grandes distancias para adquirirla. Es injusto que en unos lugares sobre y se desperdicie, y en otros, apenas haya para satisfacer las mínimas necesidades”.
Según datos aportados por DAPSAN, el consumo para ciudades con una densidad poblacional alta, estaría alrededor de 200 litros por habitantes cada día. En la práctica, esta cifra varía notablemente en dependencia de múltiples factores, desde la ubicación geográfica, infraestructuras, pasando por la conciencia ambiental de cada ciudadano. Paraguay en un buen ejemplo de ello.
Debido a las marcadas diferencias geomorfológicas entre las regiones Oriental y Occidental, existen grandes contrastes en lo que respecta a los recursos hídricos, tanto a las aguas superficiales como a las subterráneas. En la región Oriental existe abundancia de agua dulce; mientras que en muchas zonas de la Occidental, sobre todo en el Chaco seco, dependen, casi exclusivamente del agua de lluvia. Lo que obliga a sus habitantes a hacer un uso más racional y eficiente de este recurso.
Sandra Isaak, licenciada en Turismo, ha vivido toda su vida en Filadelfia, capital del departamento de Boquerón: “Desde niños, nos inculcan la necesidad de obtener, conservar y ahorrar el agua. Lo llevamos en nuestro “ADN”. Durante cuatro años estuve estudiando en Asunción, y ahí experimenté un choque cultural en relación con el agua. Allá no se tiene idea de lo que es vivir con un estrés hídrico casi permanente. Se despilfarra indiscriminadamente. Aquí en el Chaco, nos las ingeniamos para apropiarnos de la mayor cantidad de agua de lluvia. Se ahorra al máximo y se le da el justo valor que debe tener este vital líquido, tanto para la vida humana, animal, como para las plantas y la economía. Pienso que el tema del ahorro y el cuidado del medio ambiente, en general, deben pasar por el prisma de la educación. Y los jóvenes, convertirse en abanderados en esa cruzada”.
Gloria López, estudiante de Periodismo: “Considero que en nuestro país, son pocos los jóvenes que se interesan acerca de la sustentabilidad del agua, y no le dan la debida importancia. Quizás podría ser por falta de conocimiento o ignorancia sobre las consecuencias que esto podría traer para la vida y la sociedad en general”.
Alma González, estudiante de Periodismo: “Creo que actualmente las nuevas generaciones, principalmente los jóvenes, tienen una mejor visión sobre la sustentabilidad del agua, comprenden que la misma es necesaria para la vida y la salud de las personas y buscan alternativas para optimizar su uso responsable. Por ejemplo, en el 2019, durante la segunda edición del foro de Agua y Juventud que se llevó a cabo en la ITAIPU Binacional, muchos jóvenes presentaron proyectos encaminados a lograr un uso responsable de uno de los recursos más valiosos que tiene nuestro país. Incluso, Paraguay cuenta con una “Red de Jóvenes por el Agua”.
Independientemente de las diferentes opiniones, una es la realidad: El XXI, es un siglo crucial en materia ambiental. La humanidad está obligada a redistribuir de una manera más eficiente los recursos que posee y pensar como raza humana. Si todas las personas pobres del mundo mueren por el despilfarro y mal uso de los recursos naturales, Charles Darwin podría inferir que sobrevivieron los más aptos. Pero a ello tendríamos que agregar, que también sobrevivieron los más inhumanos.
Quizás Sonia, mientras disfruta de sus 400 litros de agua limpia y calentita, no conozca, o no ha querido reconocer, que Ramona camina sobre un suelo seco y escabroso, llevando sobre sus hombros dos bidones de un agua sucia y turbia que usará para beber, bañarse y cocinar los alimentos. Ramona y sus hijos y otras tantas Ramonas y otros tantos hijos del mundo, podrían morir de sed o enfermedades infecciosas. Y es injusto que suceda. Ninguna muerte se puede justificar para que una Sonia y otras tantas Sonias del mundo, sigan despilfarrando un recurso que es propiedad y derecho de toda la humanidad.