El trabajo ve poco a poco sus frutos, ya que este viernes se detectaron por segunda vez huevos de esta especie de la familia del loro en un hábitat salvaje en Iberá, un área protegida de 708.000 hectáreas, situada en la provincia de Corrientes, al Norte de Argentina.
El director de Conservación de Rewilding Argentina, Sebastián Di Martino, explicó en una entrevista con EFE que este hallazgo es “un paso necesario y buenísimo”, pero hay que seguir trabajando a “muy largo plazo” y con “mucha paciencia”, ya que estas aves de rojo plumaje necesitan normalmente tres puestas de huevos antes de conseguir crías sanas.
El biólogo explica que en proyectos similares desarrollados en otros países se percibe que la primera vez que esta ave pone huevos se le acaban rompiendo porque es “torpe”, la segunda es incapaz de alimentar a sus crías y la tercera es cuando finalmente la progenie sobrevive.
UN LARGO PROCESO DE APRENDIZAJE
El camino para conseguir que cada vez haya más huevos y se cree una población autóctona sostenible requiere a los primeros individuos un largo proceso de aprendizaje sorprendentemente similar a la preparación de un deportista de élite: dieta y entrenamiento.
El primer obstáculo es el vuelo. Los animales que vivieron en cautividad no están acostumbrados a volar y tienen que aprender y desarrollar sus músculos.
Di Martino explica que el entrenamiento consiste en recorrer “un túnel de vuelo” donde avanzan cada vez más lejos. Pasan de dar “saltitos entre perchas” a recorrer los 25 metros del túnel y finalmente llegan a completar una distancia de kilómetro y medio, etapa en la que consideran que están listos para seguir el entrenamiento al aire libre.
Este proceso, dependiendo del ave, puede durar entre tres y nueve meses. Los que más tardan suelen ser especímenes a los que sus dueños anteriores cortaron las plumas de vuelo durante el cautiverio.
Por ello, si alguna vez intentaron surcar los cielos, acabaron estrellándose contra el suelo, lo que daña la confianza del ave y le infunde miedo a intentarlo de nuevo. Algunos nunca son capaces de volver a volar a pesar a los esfuerzos del equipo, cuenta Di Martino.
El segundo obstáculo es enseñarles a comer por sí mismos, ya que estos animales están acostumbrados a que se les sirva el alimento y, para vivir en libertad, deben aprender a identificar y tomar los frutos de los árboles cuando tengan hambre.
Una vez saben hacer estas dos cosas, pasan al parque para seguir entrenándose en semilibertad, ya que duermen en una jaula hasta que los trabajadores de la fundación estiman que están preparados para dar el siguiente paso.
LA VIDA EN LIBERTAD
Hasta ahora, el proyecto dejó libres a quince guacamayos, entre los que se formaron cinco parejas con sus respectivos nidos, mientras otros cinco siguen solos.
En un futuro muy cercano, se les unirán en los cielos otras cinco aves que están listas para comenzar su entrenamiento en el parque, cuenta Di Martino.
Los guacamayos rojos son aves territoriales que suelen vivir en parejas estables y formar sus nidos en troncos huecos, aunque el biólogo asegura que algunas parejas que vivieron juntas en cautividad se separaron rápidamente al ser liberadas y buscaron nuevos compañeros en una suerte de amistoso divorcio avícola.
Si todo sigue su curso, a los huevos detectados este viernes se unirán más en los próximos años y, pronto, los cielos del Norte de Argentina se teñirán del bermejo plumaje de los primeros guacamayos rojos nacidos en libertad en más de un siglo.