Paraguay se caracteriza por presentar habitualmente dos situaciones diferentes. Nos dicen que el país tiene básicamente dos estaciones: verano e invierno; dos regiones: Oriental y Occidental; dos ríos principales: Paraná y Paraguay; dos clubes más populosos: Olimpia y Cerro Porteño, y dos partidos políticos mayoritarios: Colorado y Liberal.
Desde la apertura democrática que se dio a principios de la década de los 90 el país fue experimentado situaciones extremas que marcaron al país y a su población.
Pasamos de un estado dictatorial a una democracia que en los últimos años fue rayando el libertinaje.
De un régimen de servicio militar obligatorio nos fuimos hacia una deserción general de los cuarteles, lo que derivó en un vaciamiento de los establecimientos militares y los jóvenes, al no tener una opción de formación cívico-militar, migración hacia los vicios y la delincuencia. La nula formación también los fue destinando hacia el desempleo y en caso de conseguir trabajo no pasan de jornaleros.
Otro de los hechos que experimentan las familias paraguayas es el paso de una disciplina hogareña muy rigurosa, hacia una total falta de corrección y orientación a los niños. Las tendencias actuales criminalizan las disciplinas que los padres deben dar a los hijos. Esta situación está dando lugar a una generación de adolescentes y jóvenes sin respeto hacia los adultos y sin mayores intenciones de asumir responsabilidades y les cuesta insertarse en el mundo laboral.
Es muy habitual también que con cada cambio de gobierno se vea que todo lo que hizo el antecesor está mal y que hay que hacerlo todo de nuevo. Uno de los logros del anterior gobierno fue instalar un grupo de policías preparados para hacer una combate directo a los delincuentes callejeros, que mereció el aplauso de la ciudadanía. Pero el actual gobierno se está encargando de desmoralizar y desarticular este grupo especial.
Un día el ex presidente Cartes decide trasladar la Embajada paraguaya a Jerusalén, pero apenas asume Abdo lo trae de nuevo a Tel Aviv, actuando como unos niños caprichosos.
Pareciera ser que hay gente especializada en llevar la conducción del país de un extremo a otro, sin la intención de buscar un justo equilibrio que pueda pacificar los ánimos de los sectores antagónicos y traer el bienestar a la población.
Lograr un justo equilibrio en la decisiones que más convengan al país es lo que se espera de los gobernadores y líderes sociales. Los extremos a la larga tiene sus consecuencias.