Todo ello ha dominado el noticiario global y seguirá haciéndolo. Hoy destaco un aspecto cierto y otro incierto: El triunfo de la democracia y el efecto del segundo mandato de Trump, especialmente en el contexto internacional.
Lo cierto es que funcionó la democracia en el país que mejor la representa. Un proceso electoral signado por la acrimonia entre los contendores, divisiones, retórica vehemente, suspicacias recíprocas y hasta hechos de violencia extrema, concluyó en un resultado claro. Fueron infructuosos los intentos de crear caos provenientes de países totalitarios como China, Rusia e Irán. Al contrario, las elecciones transcurrieron en paz y el pasado miércoles los presidentes Biden y Trump, reunidos en la Oficina Oval, dieron inicio al proceso de traspaso.
Lo incierto es cómo las políticas de la nueva administración afectarán a Estados Unidos y al mundo. Trump logró posicionarse como el candidato más apto en materia económica, en una época cuando la ciudadanía estadounidense sufre todavía el efecto de la inflación postpandémica, si bien la Reserva Federal ha logrado controlarla e inició una trayectoria de rebajas de la tasa de referencia en septiembre. Paradójicamente, ciertas promesas proteccionistas de Trump pueden recrudecer la inflación, en opinión de quienes no comulgan con su mensaje. Entre ellos Paul Krugman, vocal opositor a Trump, ha expresado preocupación respecto de medidas como la imposición e incremento de tarifas a las importaciones que encarecerían bienes de consumo e implementos productivos, la deportación masiva de inmigrantes (ilegales) que restaría mano de obra barata, difícil de suplir, y la eventual merma recaudatoria ligada a incentivos tributarios con posible efecto impulsor del déficit fiscal. En rigor de verdad, las propuestas de Harris guardaban cierta similitud –atenuada, por supuesto– con la plataforma republicana, de allí que antes de las elecciones varios analistas políticos habían declarado ganador a Trump en el plano ideológico, independientemente de su retorno, o no, a la Casa Blanca.
Pero la incertidumbre permea al plano exterior. Países competidores y países enemigos, socios comerciales de todos los tamaños, regiones y países tradicionalmente aliados a la primera potencia mundial ya conocen al excéntrico y a veces impredecible Donald J. Trump, quien vuelve al poder con mayoría afín en el Congreso.
Y como la primera vez, la Agenda 47 que enuncia las propuestas para la nueva administración, se yergue sobre la tesis “América Primero”, cuyos pilares son disminución de regulaciones e impuestos, acuerdos comerciales justos, energía abundante, confiable y barata e innovación para devolver la grandeza a los Estados Unidos (“MAGA: Make America Great Again”).
“América Primero” significa que los intereses estadounidenses deben primar en el plano exterior, donde China es la principal adversaria. Tras las reformas de Deng Xiaoping, este país sostuvo tasas de crecimiento extraordinarias a partir de 1980, y desde inicios de la década pasada, con Xi Jinping abandonó la actitud contemplativa para hacer públicas sus intenciones de dominancia global. Estados Unidos también, en la primera administración de Trump, cambió de actitud hacia China e impuso sanciones y tarifas comerciales a la importación de sus productos, muchas de las cuales continuaron con Biden. En la Agenda 47, Trump promete robustecer las fuerzas armadas y alianzas estratégicas para contrarrestar a China, revocar su estatus de nación más favorecida vigente desde mediados de 1970 e impedirle la adquisición de inmuebles e industrias estadounidenses.
Cabe notar que, aunque transcurrió poco tiempo, en este segundo encuentro Trump enfrentará a una China distinta y debilitada, menos atractiva a la inversión extranjera, sobreendeudada, con un ritmo de crecimiento moderado y muy lejano a las tasas de doble dígito de antaño, altos niveles de desempleo y una población en franco envejecimiento. Contra la tradición, Xi Jinping se ha perpetuado y ha perdido la pizca de encanto que alguna vez generó en parte de la opinión de Occidente. Craig Singleton, de la Fundación para la Defensa de las Democracias (Washington, DC), sostiene que China es un poder en declive y que Trump tiene la oportunidad de torcer definitivamente la balanza de hegemonía en favor de Estados Unidos (Singleton, C. [2024/14/11]. Trump Could Win the Contest With China Once and for All. The New York Times).
También resalta el hecho de que la Agenda 47 propone contrarrestar la influencia china mediante el robustecimiento de “alianzas estratégicas”, siendo primordial entre ellas la sellada con Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Los principales líderes europeos, de Reino Unido y el secretario general de la OTAN no demoraron ni ahorraron congratulaciones a Trump por su victoria en las elecciones. Europa también está debilitada con la invasión rusa a Ucrania, la crisis migratoria y el copamiento comercial chino con repercusiones como el cierre de fábricas automotrices en Alemania, anunciado días atrás. Probablemente, renacerá la discordia sobre el significado de reciprocidad y las contraprestaciones europeas exigidas por Trump para garantizar la seguridad de Occidente. Otro punto álgido de discrepancia será el ambiental: Si Trump insiste en el abandono del Acuerdo de París, los objetivos de reducción de emisiones para mitigar el cambio climático resultarán seriamente comprometidos. Es preciso construir consensos porque para Estados Unidos la primera alianza es con Europa y de su fortalecimiento dependen los otros objetivos de política exterior.
Israel, sobre todo sus líderes conservadores, tendrán en la Casa Blanca un aliado más vocal e incondicional que Biden, quien ha ejercido presión para mitigar el impacto humanitario de la guerra en Medio Oriente. La nominación como embajador ante Israel de Mike Huckabee, ex gobernador de Arkansas, fue saludada con agrado por Netanyahu y es signo de mayor apoyo a la causa israelí.
En Latinoamérica se abren varios escenarios. Resolver la permeabilidad de la frontera con México mediante la muralla y controles estrictos fue uno de los pilares de campaña. La Agenda 47 promete reinstalar políticas como “Remain in Mexico” (Quédate en México) e implantar un programa de deportación masiva. En paralelo, Washington sumaría presión en la lucha contra el narcotráfico. En lo comercial, Trump también ha hablado de tarifas a importaciones de productos provenientes del país, lo cual preocupa singularmente a industrias pesadas de capital internacional como la automotriz, que en los últimos años han decidido instalarse en territorio mexicano por ventajas comparativas que Estados Unidos y otros países avanzados no están en condiciones de ofrecer. Más allá de un país aislado, la otra alianza estratégica que Estados Unidos debe fortalecer para garantizar su estatus internacional es con Latinoamérica, donde China ha desembarcado hace tiempo, compra activos, financia e invierte en megaproyectos y estrecha relaciones público-privadas de relevancia.
Latinoamérica. El efecto de la vuelta de Trump en otros países latinoamericanos es menos predecible. En los últimos días, se ha especulado mucho con base en las simpatías con ciertos líderes de la región, entre ellos el argentino Javier Milei, a quien Trump recibió con inusitada cordialidad el jueves en Mar-a-Lago. Pero las simpatías que acercan a las personas, no siempre se trasladan a los intereses que mueven a los Estados, sobre todo al norteamericano cuya visión es pragmática y lo será sin duda bajo el liderazgo de Trump, un negociador profesional siempre enfocado en el quid pro quo.
Estados Unidos es clave para Paraguay en todos los sentidos, incluido el económico. En el reporte de comercio exterior del Ministerio de Economía y Finanzas de enero a setiembre de 2024, el país norteamericano figura como cuarto destino de exportación y tercero en origen de importaciones. En el mismo periodo, el 6% de nuestras exportaciones de carne bovina fue al mercado estadounidense, reabierto para este producto paraguayo el año pasado. En 2019, Trump recibió al entonces presidente Abdo en la Casa Blanca, en una cita tan procurada como inusual para jefes de Estado paraguayos. Y este año el senador Marco Rubio, virtual secretario de Estado, visitó Paraguay en una gira por la región. Puede haber una serie de señales de mayor apertura; sin embargo, caer en especulaciones sería un error de aficionados. Paraguay enfrenta dos tareas, igual de importantes: La primera es identificar intereses geopolíticos y hacerlos valer más en la relación bilateral entre Estados. El reconocimiento paraguayo de Taiwán es un apoyo doble a la isla y a los intereses estratégicos estadounidenses en el Asia-Pacífico. Esto es notable, pues siendo pequeño, Paraguay enfrenta a la gigante China Popular. En la misma línea, también debe explorarse cierta alineación de intereses en el tradicionalmente disfuncional Mercosur, por razones de volumen y representatividad política. La segunda tarea es aumentar el atractivo para empresarios estadounidenses con soluciones estructurales, más allá de las ventajas comparativas tributarias, del régimen de inversiones, etc. La preocupación de los inversores continúa girando en torno a la inseguridad en todas sus formas, incluida la jurídica, al crimen organizado y a la capacidad del Estado para ofrecer garantías a la propiedad privada, libre concurrencia y observancia de los contratos. Estas y otras inquietudes están documentadas en las declaraciones anuales sobre clima de negocios publicadas por el Departamento de Estado, la guía-país de la Administración de Comercio Internacional (ITA) del Departamento de Comercio, los reportes de seguridad de OSAC, entre otros.
Recapitulando, el 5 de noviembre y los días subsiguientes hemos asistido a un triunfo de la democracia. Donald J. Trump prometió acciones y resultados extraordinarios al país que gobernará, con externalidades e implicancias que demandan proactividad al resto del mundo. Apresurarse a concluir un efecto neto, positivo o negativo, sería hoy una equivocación y una grave evasión de responsabilidad. Conjeturar en base a simpatías sería un error de novatos. La clave está en identificar intereses y calibrar alianzas de beneficio recíproco.
Desde una óptica transaccional, Latinoamérica cuenta con elementos para posicionarse; Paraguay, también. En un plano trascendente, la democracia como valor compartido puede y debería catalizar la cohesión de Occidente. Que así sea.