01 mar. 2025

El empedrado del infierno

Dicen que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones. Cuando los constituyentes de 1992 crearon las novedosas figuras del Consejo de la Magistratura (CM) y el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM) parecía que estábamos dando un salto hacia la modernidad. La elección de los fiscales y jueces y el control de su actuación serían más pluralistas y mejorarían la calidad de la Justicia.

No fue así. El CM elige, con frecuencia, a los peores candidatos de las ternas que evalúa y el JEM se convirtió en un instrumento extorsivo en manos de políticos inescrupulosos. Hace más de dos décadas ocurrió la arbitraria destitución del fiscal Alejandro Nissen, quien investigaba casos de corrupción que involucraban a poderosos de la época. Su caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, la que falló a su favor y condenó al Estado paraguayo.

Años atrás, la podredumbre del JEM saltó a la luz pública a través de la filtración de los audios de Óscar González Daher. La indignación ciudadana generada por dicho escándalo no fue suficiente para que ese órgano extrapoder se depurara. Lo comprobamos con los chats del Lalo Gate, que evidencian que nada cambió allí. Jueces y fiscales en manos de políticos y estos en manos de narcos. El círculo perfecto de la impunidad.

En el JEM, excepto el indefendible Orlando Arévalos, nadie piensa renunciar, aun ante la evidencia de que él solo tenía un voto, insuficiente sin el apoyo de otros, para conseguir la mayoría requerida para los “aprietes” y trapisondas. Aunque ellos finjan demencia, para el resto del mundo judicial, político y ciudadano está claro que así no le sirve a la República. Al contrario, es enormemente perjudicial. Al proteger a jueces y fiscales corruptos y perseguir a los honestos es una institución de la narcopolítica, no de la democracia.

El problema es qué hacer con ella. Una reciente mesa de trabajo que reunió a varios legisladores, juristas y académicos discutió varias propuestas de modificaciones a la ley que permitan mejorar su funcionamiento. Se analizaron opciones que iban desde eliminar el JEM, tal como está concebido, cambiar su composición, hasta elegir a sus miembros en votación popular. Nada de esto es fácil por el rango constitucional que tiene. Y plantearse una reforma de la Constitución con la actual calidad de nuestra política podría empeorar las cosas. El cartismo no resistiría la tentación de incluir la reelección presidencial.

En el fondo, de eso se trata. De los hombres y mujeres que integran el CM y el JEM. Quienes idearon estas figuras no se imaginaron que sus integrantes serían tan dependientes de los partidos políticos, que las Cámaras elegirían como representantes a personajes funestos, que llegarían a la presidencia del JEM, individuos que ni siquiera eran abogados, ni que se produciría una hegemonía por parte de un movimiento partidario dispuesto a copar todas las instituciones en su provecho.

Con semejante acumulación del poder público y ninguna voluntad de colocar a personas honestas en cargos claves solo un Poder Judicial vigorosamente dispuesto a independizarse de la política puede ser un contrapeso. Muchos dudan de que esa voluntad exista. Pero alguien, alguna vez, debe atreverse a hacerle frente a la narcomafia que nos está destruyendo.

Hace dos días el doctor César Garay Zuccolillo fue elegido presidente del JEM. Está allí desde hace dos años como representante de la Corte Suprema de Justicia, instancia a la que ingresó hace 21 años. Transita el último lustro de su carrera judicial, pues debe jubilarse en 2030. Es nieto del general Eugenio Alejandrino Garay, quien, en 1934, ya sexagenario, encabezó la heroica marcha de cuatro días hasta el fortín de Yrendagüé.

¿Se animará el ministro Garay a mostrar la misma firmeza de su abuelo ante el reto de cambiarle la cara al JEM? ¿Se atreverá a pasar a la historia por su valentía o dejará que su nombre se olvide en la anodina rutina de lo ya conocido? El tiempo lo dirá.

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