Su notable bravura despertó una clamorosa petición de indulto que no fue acogida por el palco. Su lidiador, el español José Garrido, le cortó una oreja.
El otro triunfador de la tarde fue el colombiano José Arcila, premiado con un apéndice por faena de clasicismo al segundo de la corrida.
FICHA DEL FESTEJO
Seis toros de Santa Bárbara, de excelente presentación y juego dispar. Se le dio la vuelta al ruedo al sexto, “Malicioso”, número 796, para el que hubo masiva petición de indulto, no concedido. Los restantes cinco ejemplares mansearon. El quinto sacó excesivo peligro.
Luis Bolívar (blanco y plata): Dos pinchazos, entera y descabello. Palmas tras aviso. Espada tendida y caída. Silencio.
José Arcila (sangre de toro y oro): Espadazo y oreja. Pinchazo y entera. Palmas.
José Garrido (grosella y oro): Espada delantera y descabello. Ovación, tras aviso. Espadazo y oreja.
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UNA EXCEPCIÓN LLAMADA BRAVURA
Con hechuras de toro antiguo, “Malicioso”, un ejemplar albahío de la ganadería de Santa Bárbara, supo desafiar los parámetros del toro artista actual para dejar una estela de emoción en la plaza de toros de Manizales en la segunda corrida del abono.
De hecho, el tornado que resultó siendo el toro, sacó de lugar a muchos, comenzando por su lidiador, el diestro español José Garrido.
Esa exhalación de bravura y raza, que a veces rayó en la fiereza, no encontró manos que le pudieran en ninguno de los tercios.
De ahí brotó en los tendidos la apasionada petición de indulto que el palco presidencial se negó a acoger.
Al final, José Garrido se quedó con el relativo éxito de una oreja en sus manos, mientras el toro se iba en medio de atronadora ovación y vuelta al ruedo póstuma con que lo condecoraron.
En cambio para el torero local José Arcila, la tarde cumplió con el sueño de encontrar la bendición de una plaza casi llena, que le premio así la labor firme y artística que desarrolló ante el segundo animal de la tarde.
Un espadazo a ley puso colofón a una brega sin tacha, ante un toro que tuvo movilidad pero no siempre prestancia para hacerlo.
Los demás toros aportaron nada más que mansedumbre. En especial, los que le correspondieron a Luis Bolívar. La máxima figura de la torería colombiana actual encontró nula colaboración de sus dos astados, siempre a la defensiva en el terreno que eligieron, inmediaciones de las tablas.
El otro de José Arcila sacó peligro.
Y el primer ejemplar de Garrido permitió el lucimiento del extremeño en la parte inicial de su labor, especialmente con el capote, pero luego el planteamiento del torero cambió en procura de obtener el favor de los tendidos. Al final, la espada negó las posibilidades de trofeo.
Víctor Diusabá