Miguel H. López
Miguel Ángel Verón es uno de los importantes estudiosos de la lengua guaraní en el país. Toma como militancia la liberación del idioma de su opresión, de la mentalidad colonial que la va destruyendo; y trabaja por volverla universable y universal.
–El año de las Lenguas Indígenas declarado por la ONU, ¿qué implica desde la academia, más allá del aparente compromiso formal de los Estados?
Expresa la conciencia lingüística que va tomando fuerza a nivel mundial. Cuatro décadas atrás, casi no había preocupación sobre la desaparición de las lenguas; algunos inclusive la festejaban. Es un fenómeno reciente, viene de los 90. La sociedad académica tiene un enorme e insoslayable compromiso con la diversidad en general y la lingüística en particular. Las universidades son –o deberían– ser la brújula para las sociedades; ellas deben echar luz acerca de los peligros y problemas que enfrenta la humanidad. La conciencia y la preocupación del futuro de las lenguas se han iniciado en las universidades, donde académicos e intelectuales han hablado de la muerte de las lenguas, como David Crystal; o de lingüicidio, como Claude Hagège.
A nivel nacional, veo muy poca reflexión y preocupación acerca de la gravedad de la inusitada desaparición de las lenguas. La inercia de las universidades paraguayas es la misma que sufren las sociedades académicas del continente. En Paraguay, 6 de las 19 lenguas indígenas están ante grave peligro de desaparición.
–¿Cómo abordar esta realidad donde la mayoría de las lenguas indígenas están amenazadas y el guaraní de las comunidades diluyéndose en el guaraní paraguayo?
La preservación y revitalización de la diversidad lingüística debe ser abordada con políticas lingüísticas proactivas, incluyentes y democráticas. Desde la independencia, la política lingüística ha sido la imposición del monolingüismo castellano y la eliminación del guaraní y otras lenguas indígenas. Dos documentos emanados del Ejecutivo establecen estas políticas. El documento Instrucciones para Maestros de Primeras Letras, de 1812, estableció la necesidad de eliminar el guaraní de las escuelas y prescribió que las enseñanzas se impartieran en castellano; el Decreto de Cirilo Antonio Rivarola del 7 de marzo de 1870, exigía a docentes que no dejaran a los discentes hablar el guaraní, solamente el castellano. En 1812 y 1870 el Paraguay seguía siendo en gran medida monolingüe guaraní. Estos documentos expresan claramente las políticas lingüísticas de los primeros 150 años independientes. Se basaba en el eurocentrismo y el racismo exacerbados. Afortunadamente, estas políticas han sido abandonadas. Estos cambios se expresan en la Constitución de 1967 y en la de 1992.
Sin embargo, a 8 años de la promulgación de la Ley de Lenguas (4251/10) y la creación de la Secretaría de Políticas Lingüísticas, el Estado no fue capaz de elaborar un plan nacional de lenguas y dotar a las instituciones responsables de su aplicación de presupuesto adecuado.
–El guaraní paraguayo de origen indígena, ¿qué desafíos enfrenta, atendiendo que la diglosia sigue muy extendida, cada vez se diluye más en el jopara y el jehe’a; y adolece de aspectos que impiden su plenitud?
El guaraní paraguayo ha avanzado mucho en cuanto al corpus. Gracias a la creación de la Guarani Ñe’ê Rerekuapavê (Academia de la Lengua Guaraní), ya tenemos la ortografía y la gramática aprobadas. En este momento estamos trabajando el Guarani Ñe’êyru Guaraníme (diccionario guaraní en guaraní), que será el diccionario general de la lengua, como establece la Ley de Lenguas. Lo que sí preocupa es el poco uso oficial y formal de esta lengua. A más de 25 años de su oficialización, el guaraní sigue siendo la lengua de la informalidad, el Estado no ha asumido aún su oficialidad. En cuanto al fenómeno del jopara y el jehe’a, las interferencias o mixturas son fenómenos normales entre lenguas en situación de contacto. A mí me parece que los fenómenos del jopara y el jehe’a son problemas secundarios. Si el guaraní sigue segregado de la administración del Estado y de las universidades como lengua enseñada y de enseñanza, seguirá sufriendo procesos de empobrecimiento. Los silencios que sufre el guaraní, como expresa pa’i Meliá, deben ser enfrentados con la planificación de su uso, especialmente, en la administración y sistema educativo, como establecen las leyes.
El guaraní está sufriendo inusitado avasallamiento; el proceso de descampesinización y sojización del campo afecta directamente a las comunidades guaraní hablantes. El agronegocio es ecocida y lingüicida; no solo afecta al guaraní, sino a las comunidades indígenas y a sus culturas y lenguas. Para mantener una comunidad lingüística, es condición necesaria la preservación del teko (cultura), para mantener el teko, es necesario el tekoha (comunidad), y para mantener una comunidad, el yvy (tierra) es más que fundamental. La deforestación y el ecocidio traen consigo el culturicidio; y con ello el lingüicidio.
–El bilingüismo del que tanto se habla, ¿es real o sigue constituyendo una formalidad oficial que ni el Estado cumple?
El bilingüismo paraguayo es un mito, una cortina de humo para la sustitución del guaraní por el castellano. Coincido con Gaya Makaran, que las narrativas nacionales acerca del bilingüismo esconden unas relaciones injustas de poder y dominación, y legitima la colonización en el Paraguay. Como país hemos vendido al exterior y a nivel nacional que nuestro bilingüismo es un ejemplo, que no es conflictivo, un modelo a emular. Las lenguas compiten por espacios, como las especies; por tanto, el bilingüismo será siempre conflictivo. ¿Por qué supuestamente el bilingüismo paraguayo no lo es? Sencillo: históricamente, la lengua dominante, el castellano, ha ganado espacios, y el guaraní, lengua dominada y soslayada desde el Estado, ha perdido. Es fácil sostener esta tesis. En el momento de la independencia, Paraguay era monolingüe guaraní, apenas un puñado de españoles y criollos hablaban la lengua de los conquistadores. Pero según la narrativa nacional, en ese momento ya éramos bilingües, e in saecula saeculorum (katui guarãma) seremos bilingües. Se presenta este fenómeno como algo inamovible, cuando que lo único que no para es el cambio.
El discurso y la ideología lingüística, vertebrados por la élite paraguaya colonizada, son fácilmente refutables. En los 200 años de independencia, el castellano ha venido ganando espacio y se ha impuesto, y el guaraní, privado de los ámbitos formales y la administración del Estado, paulatinamente perdiendo ámbitos de uso que ocupaba. Hacia 1900, probablemente el 100% de la población seguía hablando guaraní, y no más del 30% el castellano. En la década de 1990, un poco más del 60% de la población sabía comunicarse en castellano y más del 90% en guaraní. En el 2002, el número de castellanohablantes ascendió al 67 % y el de guaranihablantes bajó a 86%. Según el Diario Última Hora, citando fuente de la DGEEC, en el 2012 un 10% de los paraguayos dejaron de hablar guaraní. Es alevoso el proceso de sustitución lingüística del guaraní por el castellano. Los cerca de seis millones de hablante de la lengua guaraní en Paraguay estamos dejando de transmitir nuestra lengua a las nuevas generaciones porque el Estado siempre nos ha denegado el derecho de vivir en nuestra propia lengua.
–¿Qué está pasando en el ámbito de las otras lenguas indígenas?
La Ley de Lenguas establece varias responsabilidades, entre ellas equiparar el uso oral y escrito de las dos lenguas oficiales, el guaraní y el castellano, en todos los ámbitos de interacción social, y ocuparse de las lenguas indígenas, dando prioridad a las que están en peligro de extinción. Creo que las comunidades indígenas y el Estado están trabajando relativamente bien en el cuidado y cultivo de las lenguas indígenas. Además, en mis contactos con los pueblos indígenas he visto y sentido que ellos son orgullosos de sus lenguas y están firmes para defenderlas. El problema grave con que tropiezan es el atropello a sus territorios ancestrales. Convencido estoy de que, si les garantizan el derecho a la tierra y territorio habrán asegurado la soberanía cultural y lingüística.
–¿Alguna reflexión final?
Na’iporãi niko ñe’ênguéra reko ko’agagua ha avei henonderã. Mbovymi ñe’êojepyso yvy ipe ha ipukukue javeve, ha ombopytupa oúvo ambuekuérape; upéicha rupi heta hetave ñe’êikusuguéva oúvo ñande resa renondépe. La globalización económica, ideológica y cultural trae consigo también la globalización lingüística, y esta realidad deviene muy negativa a la diversidad lingüística. De las más 6.000 lenguas, 4% es hablada por el 94% de la población, y 96% hablada por el 4%. Cada mes desaparecen dos lenguas a nivel mundial. Según algunos estudiosos, las 4.000 lenguas indígenas habladas hoy están en peligro. Exijamos al Estado y comprometámonos como ciudadanos a garantizar el derecho a todos los pueblos y hablantes a vivir en su lengua. Solo el uso salva a la lengua. Garanticemos los derechos lingüísticos. La desaparición de las lenguas es grave, dado que con cada lengua desaparece una cultura, desaparece una forma de ver y estar en el mundo, desaparece una cosmovisión, y parafraseado a Hagège, cuando muere una lengua se empobrece la mente humana.