01 may. 2025

El fatalismo como profecía

Estela Ruiz Díaz @Estelaruizdiaz

Todos los presidentes serán patos cojos un día. Es una etapa inevitable de aquellos que no buscan la reelección y sucede en el último tramo del mandato. Tienen mando pero no autoridad. Se nota especialmente en el interregno entre la elección del nuevo presidente hasta su asunción al cargo. Es cuando el presidente saliente es apenas una sombra y las decisiones que toma ya las hace en consultas con el sucesor. Aquí ese plazo dura más de tres meses (desde las elecciones en abril o mayo al 15 de agosto, día de asunción), un plazo muy largo para el funcionamiento del Estado que se semiparaliza en ese tiempo.

Todo presidente busca evitar ese momento, o al menos intenta mostrar autoridad y así entregar el poder manteniendo la majestad del cargo. A fin de cuentas, la vida política -o no- que le queda por vivir pospresidencia, dependerá mucho de su desempeño y la forma como dejó el poder.

Por eso fue llamativa la declaración del presidente Mario Abdo Benítez el pasado viernes en Misiones. Habló casi en tono de despedida. Agradeció a su equipo de trabajo, recordó que va cumpliendo los compromisos de la campaña electoral y luego soltó la bomba: “Si no me echan antes (por el Congreso) voy a ser un ex presidente a los 51 años y quiero caminar por Paraguay y no quiero que me digan que mentiste”.

La frase despertó suspicacias. ¿Por qué el presidente de la República desliza probabilidad de juicio político? ¿Existen amenazas reales? ¿De qué sectores? ¿Acaso su acercamiento a Horacio Cartes no le genera seguridad? ¿O solamente soltó la frase, cansado de las críticas “injustas”, que es un incomprendido porque no se ven sus esfuerzos?

Para que no quede en un discurso solitario, un hábil Nicanor Duarte Frutos, conocedor de la importancia de la comunicación y la instalación de mensajes, salió a secundar la desatinada frase, señalando que muchos sectores políticos buscan instalar desánimo y lograr su ascenso político con noticias falsas. “Muchos intentarán desestabilizar e infundir el desánimo y la desesperanza”, lanzó un salvavidas el director de Yacyretá.

En el Gabinete hay preocupación. Los que aspiran al sillón presidencial empiezan a observar con mayor detenimiento el proceso para saltar del barco si hace falta. En el Senado, sus aliados colorados no oficialistas ni cartistas arman una bancada con mayor peso y reclaman línea directa sin intermediarios.

SEMANA FATAL. No fueron días positivos para un Gobierno que sigue tartamudeando a la hora de comunicar sus decisiones o visiones, más allá de algunas individualidades que se las ingenian para transmitir sus mensajes.

Empezó el martes con el informe de la Comisión Especial de Supervisión y Control de Compras Covid19, capitaneada por el ex fiscal y actual ministro de la Senad, Arnaldo Giuzzio, que concluyó que en aquellas primeras escandalosas licitaciones “no hubo daño patrimonial”. Hubo unanimidad en señalar que tal conclusión apuntaba a blanquear las adjudicaciones truncas que reveló una trama de padrinazgos políticos y complicidad de la burocracia de Salud. Tal fue el rechazo que al día siguiente Giuzzio tuvo que reforzar otro ángulo: que hubo intento de estafa y que la Fiscalía debería convocar al director administrativo, jurídico y de la UOC.

DESGASTE. Las dudosas compras, luego frustradas, desgastaron la imagen del ministro de Salud, Julio Mazzoleni, cuya estrella se va apagando no por su gestión misional, sino por su tibia reacción con los funcionarios involucrados en la trama de los “insumos chinos”. Tanto que dejó de reportar desde su cuenta personal de Twitter el informe diario sobre el Covid y derivó tal responsabilidad al Ministerio de Salud. Con ello, dio fin a una relación virtual exitosa con la ciudadanía que esperaba ansiosa sus datos diarios. La decisión obedece, aparentemente, a la catarata de insultos, quedando en segundo plano los datos sanitarios.

El jefe de gabinete, Juan Ernesto Villamayor, se encargó de poner más sal a la herida. Consideró atendibles los furibundos ataques al ministro de Salud. “No se le critica su política en Salud. En la parte misional del Ministerio no le veo la crítica. Sí hay gente que critica el área administrativa y esa gente tiene la razón”. Para que quede clara su postura, acotó: “Ser buen médico no quiere decir ser un buen administrador”, hundió la daga.

El jueves, el Senado se convirtió en ring donde golpearon duramente al Capitán Mazzoleni y a su equipo. Lo trataron de inútiles ineptos, negligentes”. Sobre todo porque esta administración tiene lo que otros soñaron: millones de dólares para gastar en tiempos de crisis.

Quizá el presidente deba acelerar los tiempos y mover las piezas haciendo jugadas más audaces para salir de la soporífera burbuja del poder.

De lo contrario, hay alto riesgo de consumarse la profecía autocumplida, que el presidente convierta en realidad sus fatalistas predicciones.