El hombre lideraba un grupo narcotraficante de alcance internacional, había sido uno de los fundadores del Primer Cartel Uruguayo (PCU), y tenía conexiones en los altos niveles del Gobierno de su país y del nuestro.
Su historia tiene perfiles novelescos. En 2013, con apenas 22 años, fue apresado por tráfico ilícito de estupefacientes. Era el destinatario de un enorme cargamento de marihuana transportado en avioneta por Papacho Viveros Cartes, tío del ex presidente Horacio Cartes. Pasó cinco años en el penal de Libertad –vaya nombre para una cárcel–, donde amplió su red de contactos en el inframundo de las drogas.
Cuando salió de allí, dejó el Uruguay y viajó a diferentes países de Centro y Sudamérica. Era ahora un activo productor musical, generaba contenidos artísticos y publicitarios, y organizaba una gran cantidad de megaeventos. A comienzos de 2020 se radicó en Asunción. Lo extraordinario es que durante esta época armó una estructura de conexiones con organizaciones dedicadas al narcotráfico en varios países del continente.
Tenía todos los contactos con los productores de cocaína y movilizaba recursos para financiar el viaje de la mercadería por la ruta fluvial y marítima a Europa. Era conocido como “el gran facilitador”, el que lo solucionaba todo y abría todas las puertas. Marset había pasado de un simple vendedor de droga a ser un jefe poderoso, con un notable talento para articular alianzas en el ambiente criminal. Había tejido relaciones con el PCC de Brasil, la mafia calabresa Ndrangheta y con los novedosos grupos surgidos en Uruguay. En Paraguay se asoció con el clan Insfrán, liderado por Tío Rico, proveedor de la logística para el acopio de productos ilícitos y el lavado de dinero.
De todo esto nos enteramos recién el año pasado, luego de los múltiples allanamientos realizados por la Senad, que terminaron con varias detenciones. Pero no la de Marset, quien, convenientemente informado de lo que sucedería, había salido del país. En setiembre de 2021 tuvo un percance en un aeropuerto de Dubái por tener un pasaporte paraguayo falso. Requirió entonces al Consulado uruguayo un pasaporte, el que le fue entregado sin mayores trámites. Este hecho –que prueba su alto nivel de influencias en el Gobierno uruguayo– generó un escándalo y provocó la renuncia de la vicecanciller. Lo concreto es que fue liberado y, como Dalia López, nadie sabe hoy dónde está.
La faceta más curiosa de esta vida tan intensa es que tuvo tiempo de jugar al fútbol profesional en el Deportivo Capiatá, de la División Intermedia. En mayo del 2021, el técnico Ángel Martínez lo incorporó a la plantilla principal y Sebastián Marset entró al campo en cuatro partidos y en otros dos estuvo en la banca. Se dio el lujo de ostentar la emblemática camiseta número 10, hasta entonces propiedad del veterano Julio Irrazábal. Nadie recuerda muy bien cómo jugaba, pero todos –dirigentes, entrenador y jugadores– estuvieron muy contentos durante su efímera presencia en el club. Dicen que era muy generoso en la distribución del balón.
El presidente del club era el diputado Erico Galeano, cuyo nombre también lleva su estadio. El insólito ascenso en la carrera futbolística de Sebastián solo puede explicarse por su estrecha relación con el presidente. De hecho, a Erico lo acusan de haber pedido urgentemente prestados a un colega diputado medio millón de dólares para enviárselos a su amigo, detenido en Dubái.
Una casa allanada en Altos y una olvidada factura de la ANDE vincularon a Erico con el clan Insfrán, por lo que fue imputado por la Fiscalía. Se sospecha que una avioneta suya era usada por Miguel Insfrán y Sebastián Marset para sus actividades ilícitas. Si Tío Rico, ahora recluido en Paraguay, decide hablar, el diputado/senador Erico necesitará un triple fuero. Lo simpático es que, desde algún lugar del mundo, en completa impunidad, habrá un uruguayo calificando los contratiempos de Erico como gajes del oficio.