Algunas de las causas actuales de la inflación se originan en el sector externo, por lo que es difícil para un país implementar medidas eficaces. El aumento de los precios internacionales de los combustibles y de las materias primas agrícolas está presionando a los precios internos.
El caso de Paraguay es particularmente excepcional ya que, como es sabido, es uno de los pocos países del mundo con una alta oferta de energía renovable y cuenta con la potencialidad de la producción de alimentos para consumo humano a través de la agricultura familiar y de numerosas cadenas alimenticias.
Sin embargo, dada nuestra matriz energética así como la ineficiencia de las políticas dirigidas a la seguridad y soberanía alimentarias, estamos en una situación de importante vulnerabilidad estructural y con escasos mecanismos internos para enfrentar una situación que no se originó en la pandemia, ya que los riesgos eran anteriores.
En efecto, una de las características de nuestro crecimiento económico ha sido la extrema volatilidad derivada de factores exógenos.
Durante mucho tiempo, técnicos y autoridades gubernamentales se han quedado sentados glorificando los altos niveles de crecimiento y la estabilidad macroeconómica, que siempre han sido insuficientes para garantizar una trayectoria sostenible hacia el desarrollo.
Hoy la situación se encuentra en un momento de inflexión impulsado por los altos niveles de insatisfacción ciudadana profundizados por los efectos de la pandemia.
El Gobierno debe proponer con urgencia medidas que den la señal de que los efectos del fenómeno inflacionario tendrán algo de control al menos en el mediano y largo plazo.
Entre las medidas más importantes están impulsar y proteger la producción interna de alimentos que forman parte de la canasta familiar, controlar el contrabando y empezar con la implementación de un sistema de transporte eléctrico. Alrededor de la mitad de los presupuestos familiares se encuentran en estos dos rubros: alimentación y movilidad.
Lo peor que puede pasar es que la sociedad asuma que la inflación se prolongará, generando expectativas mayores a las reales.
Las expectativas juegan un papel importante en las decisiones económicas y financieras de los individuos, a tal grado que pueden impactar en el desempeño de la economía.
Esto puede significar no solo aumentos de precios sino también mayor malestar y conflictividad social. Por lo pronto, la inflación ya está destruyendo los efectos positivos de la reactivación económica de la pospandemia.
Es urgente que el Gobierno comience a implementar de inmediato medidas claras de mitigación ante esta situación.
Como ya se está haciendo evidente, la inflación está amenazando la calidad de vida de las personas al reducir la capacidad adquisitiva de los ingresos, de por sí ya bajos, en un contexto de altos niveles de vulnerabilidad laboral y pobreza. El Gobierno debe proponer soluciones que permitan mitigar los efectos de la inflación, con urgencia.