Cuando se conmemora el próximo lunes el 80 aniversario de la liberación por el Ejército soviético del campo de exterminio donde fueron asesinadas más de un millón de personas, numerosos turistas de todo el mundo, visiblemente impresionados, pasean por las mismas calles que fueron escenario de un horror inimaginable.
Todavía hoy hay edificios con las fachadas marcadas por disparos y las ventanas que daban a la parte “gentil” de la ciudad tapiada por orden de los nazis, junto a la cual aún se levanta la célebre fábrica de Oskar Schindler.
Gerardo, un turista vasco que espera en la cola para visitar la fábrica del empresario austríaco que se convirtió en un arca de salvación para unas 1.200 personas que vieron su historia reflejada en la célebre película de Steven Spielberg, explicó a EFE el impacto emocional que le ha supuesto “estar en sitios donde ocurrieron cosas horribles, inimaginables”.
“Parece que ocurrió prácticamente ayer”, dijo, y añadió que ello “hace estremecerse a uno y tomar conciencia de lo trágica que es la historia reciente de Europa”.
El 3 de marzo de 1941, los aproximadamente 70.000 judíos que vivían en Cracovia y formaban una de las comunidades hebreas más importantes de toda Europa del este, fueron recluidos en uno de los cinco guetos que los invasores nazis establecieron en las ciudades polacas.
Después de clasificar a la población en “grupos raciales”, los alemanes recibieron la orden de convertir a Cracovia en “la ciudad más limpia” de la Europa ocupada y la población judía fue obligada a hacinarse en unas cuantas manzanas del distrito de Podgórze, delimitadas por alambradas y muros –cuya forma reproducía la silueta de las lápidas funerarias hebreas–.
Las viviendas que les arrebataron pasaron a manos de militares alemanes o colaboracionistas polacos, y las escenas de saqueos, con muebles arrojados por las ventanas, inspiraron la sobria instalación artística al aire libre que caracteriza la Plaza de los Héroes del Gueto, donde decenas de sillas de metal vacías recuerdan el vacío y las ausencias que dejó la “liquidación” del gueto.
La “sala de espera” de Auschwitz
En el espacio donde antes vivían 3.000 personas, pasó a haber 15.000, y la norma decía que cada apartamento debía albergar a cuatro familias, por lo que los menos afortunados tuvieron que dormir a la intemperie, en alguna de las 30 callejuelas de un barrio que se convirtió en una macabra sala de espera antes de ir a Auschwitz.
Hoy día, es imposible imaginar los dramas de los que fueron testigos unos lugares que parecen detenidos en el tiempo, pero sí se conocen algunas de las historias de heroísmo que se dieron en circunstancias tan atroces.
Cada noche se ponía en marcha una red de supervivencia y salvamento, con bebés arrojados al lado “ario” de la ciudad para que fuesen rescatados y entregados a familias con más posibilidades de supervivencia, un tráfico encubierto de ropa, comida y medicinas e incluso la publicación del boletín clandestino Pionero Luchador, que sirvió para coordinar la colocación de una bomba en una cafetería frecuentada por oficiales nazis.
En todo ese tiempo, solo un establecimiento, la célebre Farmacia del Águila, fue autorizado a permanecer en funcionamiento dentro del gueto y se convirtió en el principal punto de trueque y contrabando del barrio; hoy es un museo que ocupa una de las esquinas de la Plaza de los Héroes.
La vida en el gueto
Por una de las cuatro entradas vigiladas salía cada mañana el grupo de trabajadores que Schindler se adjudicó para operar su fábrica, situada justo al lado del gueto.
Los tranvías, que podían atravesar el gueto, pero no detenerse en él, pasaban por la puerta de la fábrica de Schindler y por sus ventanillas, los alemanes y los colaboracionistas, que eran los únicos autorizados a utilizar el transporte, veían calles silenciosas y casi vacías, con un silencio aterrador que a veces rompían las órdenes de los ocupantes a través de los altavoces.
La “liquidación” final del gueto tuvo lugar el 13 y 14 de marzo de 1943 y fue llevado a cabo por las brutales SS y, mientras que los 8.000 judíos considerados aptos para trabajar fueron trasladados al cercano campo de concentración de Płaszów, los 2.000 restantes fueron, o bien asesinados en las calles del gueto, o enviados a uno de los fatídicos trenes con destino a Auschwitz.
Fuente: EFE.