07 abr. 2025

El higienismo como distractor

Lida Duarte – @lidaduarte

Chacarita.jpg

Personal de Servicio Urbano de la Municipalidad de Asunción trabaja en zona del siniestro.

Foto: MUHV

El incendio en la Chacarita en plena Nochebuena movilizó a una ciudadanía solidaria y empática con las víctimas, pero por el otro, despertó las manifestaciones discriminativas de un sector que todavía se basa en la corriente higienista.

Se pudo observar que hubo asuncenos que hasta celebraron la tragedia como una oportunidad para “recuperar la franja costera”, pero en realidad usan esta excusa para disfrazar sus deseos de expulsar a los bañadenses de la ciudad. En medio de sus justificaciones intentan dar una menor jerarquía al derecho de identidad, arraigo y de una vivienda digna de quienes viven en las zonas inundables respecto a los que gozan de mejores (o aceptables) servicios básicos.

Expresiones como “ensucian la ciudad” y la comparación de las hacinadas viviendas precarias (hoy, destruidas) con fotografías antiguas que muestran “la hermosa bahía” antes de ser ocupada siguen las huellas del higienismo, que empezó como una cuestión de sanidad, pero terminó como un problema social.

El doctor en Filosofía e investigador José Manuel Silvero explica cómo la corriente se fue instalando en el sistema educativo y se fue desarrollando más allá de una simple limpieza, pues conllevó a una segregación de niños considerados anormales con relación a los normales, basándose principalmente en el aspecto de los estudiantes. Silvero relata que se prefería estigmatizar los cuerpos antes que atender los temas de pobreza, migración, injusta distribución de la tierra, criadazgo, la subalimentación y otros problemas sociales que influyen en la historia de los cuerpos.

El higienismo se empezó a promocionar como un remedio a las enfermedades y aunque más tarde se demostró que en realidad había que fijarse en los microorganismos, que no necesariamente se desarrollan en la suciedad, la corriente persiste como herramienta de discriminación social.

Aunque parezca absurdo incluso se extendió a la gastronomía, donde el pan integral fue desplazado por un pan blanco y limpio, producto de un proceso industrial en que se pierden nutrientes, según se puede entender en el documental Cooked.

Siguiendo con la investigación de José Manuel Silvero, Suciedad, cuerpo y civilización, se puede leer que el higienismo quedó instalado en el cuidado de la vestimenta, la vivienda, la comida y los espacios de recreación. Esto lo podemos comprobar con actitudes vigentes de desprecio hacia las poblaciones de bañadenses o hacia indígenas y campesinos cada vez que se movilizan en el microcentro de Asunción.

Cuesta que sus reclamos sociales sean escuchados cuando se los acusa de atentar contra la limpieza y el hermoseamiento de la ciudad, cuando ni siquiera se cuenta con un sistema eficiente de tratamiento de cloacas y de agua potable, que son responsabilidad de las instituciones estatales. Es así que el argumento higienista fue suficiente para desalojar a los indígenas de la Plaza Uruguaya, pero no para devolverles sus tierras ancestrales.

FRACASO. La migración rural hacia las ciudades se viene registrando desde antes de 1900 en un intento por mejorar la calidad de vida, ante un problema de tierras y de acceso a servicios básicos. Los últimos proyectos vendidos como un éxito para la reubicación de estas poblaciones fueron los barrios Las Colinas, en Itauguá, y San Francisco, en Asunción. Ambos concretaron la parte de infraestructura, pero no desarrollaron el aspecto social. El primer caso, además de significar un desarraigo, alejó a los recicladores de su zona de trabajo y de sus familias, el Gobierno no los conectó a un sistema laboral y a servicios de transporte, lo que ocasionó que varios retornaran a Asunción.

Este tipo de torpezas debemos superar, así como la tonta distracción hacia la suciedad para volcarnos de una vez hacia los verdaderos problemas sociales que necesitan una urgente atención.