Rodada en Nueva Zelanda, la película ofrece dos horas y 24 minutos de acción casi sin pausa, con efectos especiales de alto vuelo, y se inicia con el ataque a un pueblo del dragón Smaug, el que cobra vida en la voz de Benedict Cumberbatch, uno de los actores británicos del momento, y a quien equiparon con sensores para dotar al monstruo de gestos más realistas.
Después de El Hobbit: Un viaje inesperado y El Hobbit: La desolación de Smaug, estrenadas en diciembre de 2012 y 2013, respectivamente, la tercera y última parte de la segunda trilogía dirigida por el neozelandés Peter Jackson finaliza con una historia que tiene lugar 60 años antes de la icónica El señor de los anillos.
En esta entrega, Bilbo Bolsón (Martin Freeman) termina la aventura que emprendió en su viaje inesperado junto a La Compañía de Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage) para intentar recuperar la Montaña Solitaria, el reino perdido de los Enanos del que fueron expulsados por el dragón Smaug. En la película aparecen de nuevo los actores Ian McKellen, Orlando Bloom, Cate Blanchett, e incluso Christopher Lee.
La trilogía es, según el periódico británico The Guardian, la más cara de la historia y costó USD 730 millones. Para Jackson, quien pasó 16 años para filmar y producir seis películas basadas en la obra de Tolkien, este es posiblemente el final de una aventura, y los fanáticos seguramente coinciden con él.
Otros estrenos. Además, las salas ofrecen desde hoy las películas Paddgington y Caminando entre tumbas. La primera sigue las aventuras de un joven oso peruano, que siente pasión por todas las cosas británicas y decide ir a Londres. Actúan Ben Whishaw, Hugh Bonneville y Sally Hawkins.
Por otro lado, Caminando entre tumbas cuenta cómo Matthew Scudder, un ex policía alcohólico, se lanza a la búsqueda de los asesinos de una mujer, quienes son conocidos por torturar y mutilar a sus víctimas. La cinta es dirigida por Scott Frank, y protagonizada por Liam Neeson.