En un comunicado emitido este martes por la organización British Antarctic Survey, el oceanógrafo Andrew Meijers, que colidera el proyecto para tratar de comprender cómo las capas de hielo afectan al océano, señala que si el megaiceberg “continúa estancado, no se espera que afecte de manera significativa la vida salvaje local de Georgia del Sur”.
“En las últimas décadas, los muchos icebergs que terminan adoptando esta ruta por el océano Antártico pronto se romperán, se dispersarán y se derretirán”, dijo.
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También observó que “será interesante ver lo que ocurre ahora (...) y si el iceberg afecta al ecosistema local”, como algunos temen.
El iceberg A23a cuenta con placas de hielo de 400 metros de grosor, pesa casi mil millones de toneladas y su superficie abarca unos 3.600 kilómetros cuadrados.
Los pescadores que operan por esas aguas tienen miedo de que este incidente pueda forzarles a batallar con enormes trozos de hielo y esto termine afectando a la capacidad de alimentarse de los pingüinos de la zona.
Nutrientes en el hielo
Los científicos de la Antártida sostienen que hay enormes cantidades de nutrientes contenidas en el hielo y que, al derretirse, esto generaría una explosión de vida en el océano.
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En este sentido, según la profesora Nadine Johnston, del citado centro británico, sería “como tirar una bomba de nutrientes en el medio de un desierto vacío”.
El ecologista Mark Belchier, que asesora al Gobierno de la isla, apunta a la BBC que si el iceberg se rompe, “los icebergs resultantes presentarán probablemente un riesgo a las embarcaciones, ya que se mueven en dirección de las corrientes locales y podría restringir el acceso de los barcos a terreno de pesca local”.
Se trata del último episodio en la trayectoria que sigue el A23a en 40 años, después de desprenderse en 1986 de la plataforma de hielo antártica Filchner, cuando se resquebrajó en tres trozos más pequeños, siendo el A23a uno de ellos.
Desde entonces, los expertos le siguieron la pista y observaron que durante meses estuvo atrapado en la Columna de Taylor, un fenómeno oceanográfico donde el agua en rotación retiene a los objetos sobre su superficie, lo que mantuvo al A23a girando sobre un punto y retrasando al mismo tiempo su anticipado viaje hacia el norte.
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El pasado diciembre, el iceberg se rompió tras permanecer varado desde hacía más de tres décadas y quedó flotando a la deriva por el océano Antártico, según constataron imágenes tomadas por satélite.
En declaraciones hechas hoy al citado canal por el profesor Huw Griffiths desde una embarcación de investigación polar de sir David Atenborough, ubicada actualmente en la Antártica, este observó que “el futuro de todos los iceberg es que todos morirán”. “Es muy sorprendente ver que el A23a duró tanto tiempo y solo ha perdido un cuarto de su área”.
Fuente: EFE.