10 jul. 2024

El impacto del Impresionismo, entre la tradición y la innovación

En los anales de la historia del arte, un movimiento se destaca como fuerza revolucionaria desafiante a las normas establecidas y marcó el comienzo de una nueva era de creatividad y expresión: el impresionismo.

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Claude Debussy destaca entre los compositores impresionistas.

María Gloria Báez
Escritora

Fue un hito significativo en la historia del arte que surgió en Francia a finales del siglo XIX, principalmente en la década de 1860 y 1870. El contexto cultural del siglo XIX fue de profundos cambios en Europa, impulsados principalmente por la industrialización y la urbanización. Estos cambios no solo transformaron la estructura económica y social de la sociedad, sino que también tuvieron un impacto significativo en el mundo del arte y la cultura.

La aparición de fábricas y la mecanización de la producción cambiaron la forma en que las personas trabajaban y vivían. Muchos abandonaron las zonas rurales en busca de empleo en las ciudades, lo que provocó un crecimiento urbano sin precedentes. Este cambio demográfico masivo dio lugar a la formación de grandes centros urbanos, donde la vida era rápida, bulliciosa y a menudo hasta anónimo.

La urbanización también trajo consigo nuevos espacios públicos, como parques, bulevares y cafés, que se convirtieron en lugares de encuentro social y cultural. Estos lugares no solo sirvieron como puntos de reunión para la clase trabajadora, sino que también atraían a intelectuales, artistas y escritores en busca de inspiración y camaradería.

En este ambiente de cambio y transformación, las artes también experimentaron una revolución. Las tradiciones artísticas establecidas, que durante siglos habían sido promovidas y apoyadas por instituciones académicas y gubernamentales, comenzaron a ser cuestionadas. Los artistas ya no estaban satisfechos con simplemente representar la realidad tal como se les enseñaba, sino que buscaban nuevas formas de expresión que reflejaran la complejidad y la diversidad del mundo moderno. Esta brecha entre las tradiciones artísticas establecidas y las nuevas formas de percepción y expresión se hizo evidente en el surgimiento de movimientos como el romanticismo, el realismo y, finalmente, el impresionismo.

El impresionismo como movimiento formal comenzó a tomar forma en la década de 1860 fue un colectivo de pintores jóvenes de vanguardia a fines del siglo XIX, cuyo nombre deriva del animado barrio parisino donde se congregaban entre 1869 y 1875, Batignolles. Su notoriedad creció gracias a la obra de Fantin-Latour, “Un taller en Batignolles”. Este grupo, compuesto por figuras como Renoir, Monet, Sisley y Bazille, se unió en torno a Manet, lo que les valió el apodo de “La banda de Manet”. A pesar de sus diferencias en espíritu, técnicas pictóricas e incluso prácticas artísticas, los unía una urgente necesidad de rechazar el arte oficial y la urgencia de forjar una expresión artística completamente nueva. Fue en estas condiciones que quienes se convertirían en “los impresionistas” fundaron la “Société Anonyme Cooperative des Artistes Peinters, Sculpteurs et Engravers”. La agitación política y social generada por la guerra franco-prusiana y la subsiguiente Comuna de París (1870-1874) sirvió como terreno fértil para la consolidación del movimiento impresionista. En medio del caos y la incertidumbre, figuras como Monet, Renoir y Pissarro se unieron, compartiendo el deseo de capturar los efímeros efectos de la luz y la atmósfera que rodeaban sus vidas. Priorizando la observación directa sobre las convenciones académicas, este grupo de artistas presentó su trabajo al público en la primera exposición impresionista independiente en 1874. Las exposiciones independientes surgieron como una respuesta audaz al persistente rechazo que sufrían las obras impresionistas por parte del Salón de París, prestigiosa institución oficial de arte de la época en donde se realizaba la exposición anual de pintores aprobada por la Academia de Bellas Artes. Sin embargo, muchos enfrentaron rechazo, lo que llevó al surgimiento de tensiones entre los artistas y la institución. A pesar de ello, el Salón siguió siendo un evento crucial para darse a conocer en el mundo del arte. Frente a la cerrada mentalidad de las autoridades artísticas tradicionales, los artistas impresionistas decidieron tomar el destino de sus obras en sus propias manos. La iniciativa de organizar exposiciones independientes marcó un hito significativo en la historia del arte. Fue un acto de desafío contra el grupo dominante artístico establecido y una afirmación de la libertad creativa de los artistas. Durante el período entre 1875 y 1880, los artistas impresionistas refinaron meticulosamente sus técnicas para representar la luz y el color de manera distintiva. Las pinceladas rápidas, las composiciones abiertas y el enfoque en los efectos fugaces de la naturaleza se convirtieron en sellos característicos del movimiento. Exploraron nuevas formas de representar paisajes, escenas urbanas y la vida cotidiana, estableciendo así una estética única que continuaría influyendo en el arte moderno. La recepción crítica de las obras impresionistas estuvo inicialmente marcada por el escepticismo y las críticas despectivas por parte de la élite cultural y académica. Los críticos de la época, arraigados en las tradiciones establecidas del arte, no comprendieron ni apreciaron las nuevas técnicas y enfoques utilizados por los impresionistas.

En el siglo XVIII, la crítica de arte se consolidó como un nuevo estilo literario; su aparición correspondió al nacimiento de la organización regular de exposiciones principalmente en los salones. En el siglo XIX, la crítica de arte experimentó su edad de oro y se convirtió en una profesión por derecho propio... una profesión ejercida por personas no siempre honorables que tenían el poder de hacer y deshacer la vida y la carrera de un artista... En el siglo XIX, los periodistas y críticos de arte dependían con mayor frecuencia de un periódico. Su trabajo era la de visitar ferias y hablar sobre los trabajos presentados. A menudo muy ideológicos y muy conservadores, eran un verdadero obstáculo para nuevas obras y artistas no académicos. Pero muy pronto estas revisiones quedarían a merced de los organizadores de exposiciones, los periódicos y los futuros compradores. Sobornados por estos últimos, ya no tenían libertad sobre sus escritos y, lamentablemente, en la mayoría de los casos publicaban un texto por conveniencia. Los impresionistas realmente tenían todo para disgustar a los críticos de su época. No eran muy académicos y experimentaban con nuevas técnicas. Los críticos recibieron especialmente mal esta primera exposición. Entre ellos, el crítico L. Leroy, sin saberlo, dio nombre a este movimiento al nombrar de forma despectiva a su artículo “La exposición de los impresionistas”…, dirigida hacia la obra de Monet, “Impresión, amanecer”, “El señor Monet tenía 4 años cuando pintó este cuadro”… Después de esta exposición, los impresionistas organizaron otras siete durante las cuales el grupo sufrió críticas, incluida una del formidable A. Wolff: “La calle Le Peletier tiene mala suerte. Tras el incendio de la Ópera, una nueva catástrofe ha azotado al barrio. Acabamos de inaugurar una exposición en Durand Ruel, que se dice que es de pintura […] un grupo de desafortunados que sufren la locura de la ambición, han acordado reunirse allí para exponer sus obras”… Consideraban a estas obras como meros borradores o experimentos, careciendo de la habilidad técnica y la profundidad conceptual que se esperaba del arte en ese momento.

En cuanto a la música impresionista dominante en el último cuarto del siglo XIX, se destacan como principales exponentes los compositores M. Ravel (1875-1937) y C. Debussy (1862-1918). Este estilo experimentó una rápida expansión, primero en Francia, luego en Inglaterra, Alemania y Estados Unidos. Las características distintivas de la música impresionista incluyen una escritura no lineal que crea una sucesión de impresiones, una búsqueda intensiva de tonalidades y una modalidad a menudo sofisticada. Además, los títulos de las obras a veces hacen referencia al mundo visual, como el “Preludio a la siesta de un fauno” de Debussy, un poema sinfónico compuesto en 1894. Sin embargo, el término “impresionista” era objeto de debate, por lo que los compositores, incluido Debussy, mostraron cierta reticencia hacia este término, ya que era considerado peyorativo en esa época. Al igual que la pintura impresionista, la música de este estilo resalta elementos vinculados a la naturaleza, manifestándose en un constante movimiento y vitalidad.

Mientras que la pintura impresionista logra la sensación de movimiento a través de pequeños y puros toques de color, la música impresionista logra un efecto similar al conectar breves motivos variados mediante armonías y matices. Podemos decir que la pintura influyó en la música al enfocarse en la captura de sensaciones vividas y movimientos fugaces.

Con el tiempo, el impresionismo se estableció como uno de los movimientos artísticos más influyentes de la historia, y sus obras fueron ampliamente celebradas por su contribución a la evolución del arte moderno. Su enfoque en la captura de la percepción sensorial y la experimentación técnica sentó las bases para movimientos posteriores como el pos impresionismo y el modernismo. Su influencia perdura en la historia del arte, marcando un punto de inflexión significativo en la evolución del arte moderno.

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