06 may. 2025

El incendio en la Catedral o la metáfora del vai vai

Incendio en la catedral

Varias unidades de bomberos acudieron hasta la Catedral de Asunción por un principio de incendio.

Foto: Andres Catalán

El extraordinario espíritu patriótico y de expresiones de identidad que encendió en nosotros los paraguayos la conmemoración de los 200 años de independencia del país, en 2011, también había generado pomposos anuncios de restauración y puesta en valor de varios edificios históricos concentrados en el microcentro asunceno. En su mayoría, patrimonio histórico que, entonces, ya estaban tristemente descuidados y en avanzado deterioro.

En torno a la celebración del bicentenario, el Ministerio de Obras Públicas (MOPC) había anunciado varios trabajos de rescate y conservación de edificios como el Palacio Patri (Correos), el Palacio de Gobierno, la Iglesia de Trinidad, la Iglesia la Encarnación, la Catedral Metropolitana, la Casa de la Independencia, el edificio del Ministerio de Hacienda (Palacio Alegre), entre otros. Hoy, este último está en pleno proceso de restauración de su cúpula y fachada, al igual que el palacio de López y su entorno. En tanto que la catedral de la Santísima Asunción solo recibe una pasada de pintura y otras reparaciones puntuales o esporádicos retoques cosméticos cada vez que asume un nuevo presidente, o para el Te Deum. Acciones que constituyen una metafóra de cómo son los gobiernos en Paraguay: No van a las causas de los problemas, por lo tanto, solo ofrecen soluciones paliativas. Solo apagan incendios.

Esta misma línea cortoplacista y superficial y de apariencias también se aplica a las eventuales intervenciones que se realizan a los edificios emblemáticos. Siempre solo para producir la sensación de que están cuidados y protegidos por el Estado. Nada más lejos de la verdad. Basta con mirar las reacciones de la Secretaría Nacional de Cultura, el silencio del MOPC y el ñembotavy (hacerse la desentendida) de la Municipalidad de Asunción con respecto al incendio originado el domingo en un punto de la Catedral.

El ministro de Cultura reclama al Arzobispado, en cuya jurisdicción se halla la catedral, de no ocuparse del mantenimiento de la iglesia. El Arzobispado, a su vez, resalta la falta de respuestas a sucesivas notas y advertencias sobre el estado del templo que, ni siquiera tiene un protocolo de prevención contra incendios y se halla en precarias condiciones. Es más, el ministro de Cultura reacciona destacando que a pocos metros, detrás de la catedral, en la sede del colegio la Providencia donde funciona la facultad de Filosofía de la Universidad Católica (UC), la Iglesia está construyendo un moderno edificio. Con lo cual subraya que no parece faltar recursos. Claro, le faltó aclarar que la UC es de la Conferencia Episcopal Paraguaya, es decir, de todas las diócesis, no propiedad exclusiva del arzobispado, y que la catedral es un patrimonio histórico de todos los paraguayos, por lo tanto, preservarlo es obligación del Estado.

Pero el asunto no es solo esto. Si no el que en lugar de ser proactivos y buscar soluciones entre todos, se busque evadir corresponsabilidades y que, en el fondo, lo que queda es esa sensación de que muchas instituciones ni siquiera cumplen lo básico de cuanto se le encomienda y lo poco que hacen, lo hacen a medias o mal (el famoso vai vai). Esto se torna patente, cada vez que surge algún siniestro o algo se sale de esa rutina de la mediocridad que termina naturalizando todo, incluso lo que está mal. Es cuando se corre la cortina y se nota qué poco patriotas somos en realidad; qué poco importa lo público, los vestigios de nuestra historia, los lugares que marcaron hitos en la construcción del Paraguay, los edificios significativos por donde transcurrieron quienes nos antecedieron y edificaron nuestra nación. Nuestras reacciones patrióticas son espasmódicas y, como ciudadanos, no exigimos que en la gestión de lo público en general y en la conservación del patrimonio urbanístico, arquitectónicos, histórico y artístico del país por lo menos se apliquen las normas. Comenzando por las ordenanzas para prevenir incendios o las de protección del patrimonio cultural del país. Urge desacostumbrarse a no esperar nada de las instituciones.