05 jul. 2024

El informe presidencial entre sobrador y triunfante

En la ceremonia de rendición de cuentas que el presidente de la República realizó ante el Congreso Nacional por momentos se percibió a un Santiago Peña con un inquietante aire de sobrador o una forzada humildad realizando alguna que otra autocrítica sobre lo que aún no tiene bajo control o no se halla en vías de solución, como la inseguridad ciudadana que cada día suma nuevas víctimas.

Quizá fue así porque está convencido de que su gestión está superbién encaminada, ya no le molestan aquello de gobierno bicéfalo, opta por seguir para adelante en posición de oídos sordos a las críticas o efectivamente está muy satisfecho con lo logrado en estos casi 11 meses de gobierno, por lo que no puede evitar el ego inflamado.

No los escuchamos bajar ninguna línea respecto al nepotismo en todas las instituciones. Y eso que presentó su informe en el sitio donde esta práctica se da en forma descarada, pese a tratarse de algo que sigue engordando el aparato estatal inventándose puestos laborales para los amigos y parientes y desangrando las arcas públicas. El presidente tampoco se refirió a los episodios vergonzosos y autoritarios en que el oficialismo y sus aliados satélites han estado aprobando, sin debate y a tambor batiente, los proyectos de ley en ambas Cámaras. Dirán que lo suyo era hablar de lo que hizo, hace y hará como jefe del Ejecutivo. Es cierto, pero gran parte de sus acciones pasan por el Legislativo, donde tiene holgada mayoría a su favor.

El mandatario cayó, además, en la clásica estrategia de justificar los insuficientes resultados y avances del presente en los errores del Gobierno anterior. Una fórmula desgastada y agobiante que sirve solo el primer año de gestión de gobierno, pero que en las sucesivas comparecencias del Ejecutivo sonará como una gran excusa. Algunos de los males atribuidos a la administración anterior (gobierno de Mario Abdo Benítez) estuvieron apañados por el Partido Colorado, el mismo al que pertenece el presidente Santiago Peña, y sigue gobernando el Paraguay desde hace más de 70 años. Aún así, el predecesor de Peña quedó satanizado el lunes más que en la propia campaña electoral en la que las facciones internas del coloradismo estuvieron confrontadas en la carrera por las Elecciones Generales de abril de 2023. El eterno internismo del partido hegemónico, oficialista y disidente a la vez, estuvo plasmado también en el informe del mandatario.

Pero lo que quizá permanece más patente es que hay como una hoja de ruta trazada por Peña y equipo que colisiona constantemente con una buena parte de los legisladores afines, muy pobremente preparados, sin credenciales democráticas y retrógrados que terminan embarrándole la cancha al Ejecutivo, por más buenas intenciones que tenga este. Atropellan las formas, empobrecen el fondo de las cuestiones con ciertos proyectos de ley que retrotraen hacia posiciones autoritarias las conquistas antes alcanzadas, o echando a perder propuestas legislativas interesantes, con sus limitadas y arbitrarias visiones.

En algunos pasajes de su informe, Peña transmitió cierta esperanza. Pero al rato se desvanecía, esta al contrastar con los hechos que se ven a diario y por quienes dirigen hoy las Cámaras e integran la bancada mayoritaria. También cuando recordamos que trabaja con ministros como el de Agricultura que prohíbe jóvenes homosexuales en las escuelas agrícolas o aquellos que lo empujaron al fiasco con la Unión Europea sobre el Convenio de cooperación destinado a educación. Mientras incorporan a un maltratador como Chaqueñito en filas del oficialismo.

Bien por el presidente Peña que mantiene los índices macroeconómicos e intenta atraer inversionistas extranjeros, pero ciertas expresiones sesgadas de su informe, la dura realidad que vive la mayoría de los paraguayos, y la siempre latente sombra de Horacio Cartes detrás, producen demasiado ruido para sentirse seguros de que el próximo año, su informe será mejor.

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