03 may. 2025

El infortunio

Brigitte Colmán – @lakolman

Hoy no es un día cualquiera. Es martes 13 del año 2020, un año que probablemente quedará en los anales de la historia de la humanidad como un año aciago.

La pandemia del coronavirus se sumó a nuestra corrupción endémica, nuestro escuálido sistema de salud, deforestación, sequía, incendios, una bajante histórica del río Paraguay. Falta poco para que termine este año, y solo nos queda tocar madera y cruzar los dedos.

Nadie sabe bien de dónde le viene el prestigio de día funesto al martes 13. Una de las explicaciones dice que porque está dedicado a Marte, según la mitología griega dios de la guerra; y cuentan por cierto que, en la edad media al planeta Marte le llamaban “el pequeño maléfico”. Otra leyenda dice que un día martes 13 se produjo la confusión de lenguas en la torre de Babel.

Ahora, sobre por qué el número 13 tiene tan mala prensa también hay muchas versiones y ninguna es científica.

Una de estas proviene de la mitología escandinava. Dizque hubo una gran fiesta en el Valhalla, el paraíso de los guerreros, a la que fueron invitados 12 dioses; y resulta que vino cayendo Loki, el espíritu de la pelea y el mal, quien no había sido invitado y entonces por su culpa el número de los comensales llegó a 13. Hubo una trifulca para echarlo al Loki, y en medio de la batahola murió uno de los buenos. Al parecer esta es una de las primeras referencias al infortunio ligado al número trece. También hay quienes recuerdan otro hecho significativo: Que eran 13 las personas presentes en la Última Cena.

Los paraguayos sabemos mucho de infortunios. Una de nuestras grandes referencias es siempre la frase de Rafael Barrett, aquello de que el infortunio se había enamorado del Paraguay. No podemos dejar de reflexionar sobre este romance, en un año como el que estamos viviendo.

LA gran crisis. El 14 de abril se publicaba en el periódico Adelante, el órgano de prensa oficial del Partido Comunista paraguayo, una entrevista con el doctor Guillermo Sequera, en la que el director general de Vigilancia de Salud decía: “Ojalá no volvamos a la normalidad”.

Recordé aquella entrevista después de ver las imágenes de la multitud que salió desesperada a llenar la Costanera de Asunción el domingo pasado, sin usar tapabocas, compartiendo abrazos y tererés, sentados todos mirando una aburrida bahía llena de basura y agua contaminada.

El lunes, otras imágenes nos mostraron una tonelada de basura que estaba siendo recogida por los obreros de la Municipalidad de Asunción. Porque claro, los idiotas que se aglomeran además están acostumbrados a sembrar basura a su paso.

Por eso recordé aquella entrevista, “… no podemos volver al mismo punto en el que estábamos antes de la pandemia”, decía el médico y al ver cómo somos después de siete meses de crisis por la pandemia, causa una mezcla de tristeza e impotencia.

“Para volver a la normalidad debemos hacernos un llamado individual y poblacional, necesitamos un nuevo contrato social, que se piense y que vaya más allá de la reforma del sistema de salud.”, decía un optimista Sequera.

Ahora sabemos que no aprendimos absolutamente nada de la crisis más grande que hemos vivido, como humanidad. No conseguimos que nuestra clase política se vuelva un poco más decente y honesta, y como ciudadanos tampoco somos mejores personas ni más responsables.

Por eso hoy no solo te digo que no te cases ni te embarques; usá tapabocas, no compartas el tereré, no te aglomeres, no te juntes con los kapés a jugar piky y usá repelente porque el corona no es el único peligro, ahí afuera hay políticos desalmados que te dan circo pero se olvidan de darte pan, hace mucho calor, hay humo y mosquitos Aedes aegypti con su promesa de dengue. Estamos completos en este año que es un interminable martes 13.