Harvey Weinstein “era un famoso y poderoso productor de Hollywood con un estilo de vida lujoso que la mayoría no conoce y probablemente nunca quieran conocer, y las evidencias mostrarán que ese hombre es un depredador sexual y un violador”, dijo la fiscala asistente Meghan Hast ante el jurado, que ha tardado dos semanas en formarse.
El empresario de Hollywood, de 67 años, llegó sin su habitual andador, cojeando y con dificultad para mantener el equilibrio, a una sala llena de periodistas que llevaban esperando desde las 4.30 de la mañana y figuras como la prestigiosa abogada Gloria Allred o el fiscal de Manhattan, Cyrus Vance, en primera fila.
Se mantuvo en silencio y cabizbajo mientras Hast pedía al jurado escuchar “con la mente abierta” a las testigos, entre ellas las dos denunciantes del caso: la ayudante de producción británica Mimi Haleyi y una aspirante a actriz de la que no se conocía el nombre, Jessica Mann.
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La fiscal explicó que el productor sometió a Haleyi a “pruebas” en las que la “manipulaba” haciéndole creer que tenían una relación profesional para que “esta mujer, que no tenía nada, sintiera que le debía algo a él”, hasta que en 2006 accedió a que la recogiera un chofer y la llevara a su casa.
“Miriam se encontró a solas con el acusado en un ‘loft’ enorme. Se sentaron en el sofá y hablaron, y entonces cambió su tono radicalmente”, relató Hast, que resaltó la corpulencia de Weinstein, un hombre de mediana edad de unos 130 kilos de peso, frente a una joven veinteañera de unos 50 kilos que intentaba zafarse.
“La empujó a la cama con todo su peso sobre ella. Ella decía que intentaba levantarse, pero nada funcionó (...) Él puso la boca sobre su vagina. Ella imploró que parara y le dijo que llevaba un tampón. Él se lo arrancó y siguió agrediéndola sexualmente”, sostuvo la fiscala.
Haleyi, todavía intentando “procesar” el incidente, no asistió a un estreno de cine y este la llamó enfadado, una estrategia para mantener “cerca a sus víctimas y asegurarse de que no denunciaban”, que desembocó en un segundo encuentro en un hotel, supuestamente para una bebida, en el que acabó violándola en su habitación.
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Por su parte, Jessica Mann era una joven con una “infancia de abusos” que había llegado a Los Ángeles en busca de trabajo y cuando conoció a Weinstein en una fiesta, en 2013, pensó que había logrado una “oportunidad laboral”, pero estaba siendo engañada con las “pruebas” del productor, según Hast.
Weinstein le hizo “falsas promesas” sobre un papel en una película y la convocó en su hotel, donde la agarró, cerró la puerta y le hizo sexo oral a la fuerza.
Ese mismo año, Weinstein “decidió que quería más y lo obtuvo a la fuerza” violándola en un hotel en el que ella se estaba alojando en Nueva York, para lo que supuestamente tuvo que entrar al baño a “inyectarse” en el pene un fármaco para “tener una erección”.
La Fiscalía reveló que, además de la actriz Annabella Sciorra, testificarán contra Weinstein, para intentar establecer un patrón depredador, tres mujeres previamente no identificadas: Dawn Dunning, Tarale Wulff y Lauren Young.
Tras dos horas de argumentos de las autoridades tomó la palabra uno de los abogados de Weinstein, Damon Cheronis, quien sembró la duda sobre las supuestas víctimas revelando mensajes entre ellas y Weinstein que, apostilló, “muestran dos realidades” distintas.
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Cheronis disputó la “manipulación” a Mann de la que acusa la Fiscalía a su cliente y dijo tener mensajes, entradas de diario, “lecturas de videntes” y otras pruebas que muestran “una relación de cinco años”, entre 2012 y 2017.
“Cuando escuchen los testimonios será emocional, pero no queremos avergonzar a víctimas: recuerden que estamos aquí para hacer preguntas que no se han preguntado”, concluyó el abogado ante el jurado tras una disertación contundente en la que llamó a Weinstein por su nombre de pila en todo momento.
Al final de la jornada, la Fiscalía invitó al primer testigo, un ejecutivo llamado Lance Maerov que perteneció a la junta directiva de The Weinstein Company y que describió al productor como un hombre “extremadamente influyente y poderoso” que se comportaba de manera “diametralmente opuesta” en público y en privado”.
La defensa no dejó escapar la oportunidad de volver a pedir al juez que suspendiera el juicio quejándose del “lenguaje inapropiado” empleado por la fiscala y las “irrelevantes” fotografías que mostraban a las testigos o a Weinstein con el ex presidente Bill Clinton, pero una vez más, vieron denegada su petición.