Francisco Sagasti, de 76 años, fue elegido por el Congreso para presidir su mesa directiva y, en consecuencia, asumirá el proceso de sucesión presidencial establecido en la Constitución, que establece que el titular de ese poder del Estado asume la presidencia cuando no hay un mandatario.
La votación en favor de la lista dirigida por Sagasti -presidencia y las tres vicepresidencias de la Mesa- fue de 97 votos a favor y 26 en contra, y con ella finalmente se abre un camino de salida a la crisis política, de legitimidad y de violencia represiva que se desató en Perú a raíz de la destitución hace una semana de Martín Vizcarra.
En el momento en que Sagasti jure la presidencia interina de la República, lo que se estima se hará en cuestión de horas, el Congreso quedará en manos de la diputada izquierdista Mirtha Vázquez.
Sagasti es una figura de relativo consenso, bien visto tanto por la izquierda y la derecha, y con un perfil que puede ayudar a tranquilizar a una ciudadanía hastiada con los manejos políticos y los intereses subalternos evidenciados por los partidos que impusieron la destitución de Vizcarra y la asunción de Merino.
De hecho, Sagasti fue uno de los pocos diputados (solo 19 de 130) que se opuso activa y pasivamente a esa destitución por su carácter ilegítimo, desestabilizador y su alejamiento de la voluntad popular, lo que finalmente se ha terminado de mostrar en los hechos.
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El político, ingeniero de profesión y quien trabajó durante varios años como consejero técnico en el Banco Mundial, tendrá aparentemente más facilidades que su predecesor para conformar un gabinete de “ancha base” que asegure la celebración de las elecciones generales de 2021 y una transición pacífica del poder en julio.
Consenso complicado
Esta elección de Sagasti, sin embargo, no fue fácil y llegó tras un intento fallido en la noche del domingo, en la que otra lista, en esta ocasión liderada por la diputada de izquierdas Rocío Silva Santisteban y que lo tenía a él como primer vicepresidente, fuera rechazada por los congresistas.
Esa lista, que hubiera supuesto que por primera vez en la historia una mujer asumiera la presidencia del Perú, entró a votación tras haber sido consensuada por los portavoces de los partidos.
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Sin embargo, en un acto que Sagasti calificó como “traición”, muchos de los votos prometidos no llegaron, lo que forzó una nueva jornada de negociación entre los congresistas.
Mientras, tanto la presidencia de la República como la presidencia del Congreso quedaron vacantes y dos de los tres poderes del Estado peruanos inoperativos en el contexto de una crisis social y política sin precedentes que se suma al drama económico y sanitario causado por el Covid-19.