23 nov. 2024

El llanto de Lea

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No fue un buen primer año de Santiago Peña. Al menos, no pudo festejar los logros de su gestión porque le abrumaron los viejos asuntos que carga sobre sus espaldas y se sabía que iban a complicar su gobierno. Primero fue la ratificación de la sanción de la OFAC a la ex tabacalera de Horacio Cartes, causando un tembladeral político que puso claridad sobre quién reina y quién gobierna. Peña le dio categoría de asunto de Estado y puso a las instituciones a rebatir el ataque imperial.
Luego fue la reaparición pública del ex presidente Mario Abdo Benítez, que hizo gala de un aplomo que no se vio durante su gobierno. Con claridad de ideas, la serenidad de quien ha sobrevivido a las tempestades del poder, dejó mensajes en pose estadista. Aclaró que su retorno no es para complicarle a Peña, sino darle gobernabilidad, y que el enemigo de la democracia se llama Cartes, para lo cual llamó a la oposición a formar un frente común. Rompió su silencio de un año también por una cuestión de supervivencia. Al ser el enemigo número uno del ex presidente, sabe que desde la arena política va a dar mejor pelea en el campo de la Fiscalía y el Poder Judicial.

El lunes, Peña intentó retomar la agenda pública con el Consejo de Ministros. Allí, cada uno dio una positiva evaluación del primer año, pero terminó recibiendo el golpe más duro de su gestión cuando su jefa de Gabinete, Lea Giménez, anunció en medio de un llanto irrefrenable que dejaba el cargo. Sus incontrolables lágrimas decían otra verdad, mientras ella recitaba un discurso sobre las razones de su renuncia. “Quiero desacelerar la marcha, para disfrutar intensamente de mis hijos, mi familia. Esta es una decisión personal y familiar, de dejar la jefatura de Gabinete a partir del 15 de agosto; también dejo de ser consejera de Itaipú Binacional”, dijo mientras se aferraba a la mano del presidente de la República. Su llanto de despedida era el de una mujer que llegó a un punto de quiebre, con una frustración infinita al comprobar que de nada le sirvió ser incluso casi abyecta con el proyecto autoritario de Cartes. Que cuando el poder es manejado por hombres que ven a la mujer como un accesorio o como una amenaza, no dudará un segundo para sacarla del camino. Su madre, Ella Duarte, confirmó las sospechas. En dos posteos en sus redes, dijo que su hija se retiró por la puerta grande, sin agacharse. Dobló la apuesta señalando después y acotando que “por la puerta chica transitas agachado”.

¿Qué provocó su renuncia? Se sabía que Lea Giménez tenía problemas con el ala dura del cartismo, representada por José Alderete y el vicepresidente Pedro Alliana. Como jefa de Gabinete tenía el poder de filtrar las visitas y los pedidos a Peña.

Muchos de los rechazados fueron a denunciarla ante Cartes, quien repite en cuanto acto público que los ministros están obligados a atender a la dirigencia de base.

Su imagen se fue deteriorando a tal punto que fue obligada a dejar el cargo. La sanción a Tabesa fue la gota que colmó el vaso. El periodista Luis Bareiro comentó que en el quincho de la calle España hubo acusaciones de traición porque Cartes no fue alertado sobre la sanción, ya que supuestamente el ala técnica tenía conocimiento. El rostro compungido de Lea cuando el canciller Ramírez Lezcano leía aquel lamentable comunicado lo decía todo.

Esta situación incluso la dejó fuera del juego político por ahora. Estados Unidos le dio el placet para ser embajadora, pero las circunstancias la obligaron a tomar otro camino. De hecho, hoy ser embajador paraguayo ante la Casa Blanca es aceptar el rol de abogado de Cartes que busca levantar las severas sanciones.

Lea retornó a sus raíces, la burocracia internacional. Iría como asesora en el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).

ATAQUE. Envalentonados por la salida de Lea, el ala delincuencial de Honor Colorado puso foco en Óscar Orué, el director de Ingresos Tributarios. Lo verbalizó el prepotente diputado Yamil Esgaib, quien en tono furioso le exigió “respeto a la clase política” mientras recibía apoyo de la bancada cartista que se escudó en el anonimato de los aplausos. Esgaib no es el único que quiere la cabeza del titular del DNIT (porque tiene problemas tributarios, al decir de Galaverna). Es también el vocero de varios legisladores oficialistas que pidieron cupos claves en las Aduanas, pero se encontraron con la valla de Orué, que a fin de cuentas solo obedece al presidente.

El sector político siempre tiene recelos del ala técnica. No hace mucho, el ministro de Economía, Carlos Fernández Valdovinos, fue tildado de soberbio y la ministra Claudia Centurión por “falta de calle”.

Peña sabe que la luna de miel del primer año llegó a su fin. Ahora ya no quedan espacios para las excusas. Sabe que las bases partidarias ejercerán mayor presión ante las elecciones municipales y que no podrá evitar abrir la canilla. Si pretende ser austero no tendrá el acompañamiento de Cartes que está obsesionado con sacarse de encima a EEUU, mientras su vicepresidente ya no disimula la prematura campaña presidencial focalizando en su figura las obras de gobierno.

Quizá por eso, el día que cumplió un año, prefirió alejarse de los problemas internos participando de la asunción del presidente de República Dominicana. Y eso que su viaje ni siquiera cumple el principio de la reciprocidad en diplomacia, ya que cuando él asumió la presidencia, el país caribeño envió a un magistrado.

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