Pero en medio de esta maraña de discusiones que hay detrás de si tiene o no doble inmunidad o esto significa la impunidad, también hay un tema que no merece pasar por alto antes de que cierre el mandato de Mario Abdo Benítez.
Hace muy poco, todavía en la época de las elecciones generales pasadas, entre compañeros de la Redacción de Última Hora se dio un comentario al respecto. Durante una pausa en el trabajo un compañero del diario se refirió al presidente de la República como un demócrata.
Sí, así como está deletreado, separado en sílabas y bien pronunciado: Marito, un presidente demócrata. Es paradójico e irónico pensar en que un heredero del stronismo, que fue incluso muy allegado al dictador Alfredo Stroessner, puede ser hasta el momento tal vez el único presidente de la transición a la democracia en Paraguay que más se asocia al concepto.
Seguro que la academia, entre la historia y la ciencia política, se van a encargar en un futuro próximo de un análisis más profundo al respecto.
Claro, esta afirmación no le quita el liderazgo débil que mantuvo a lo largo de estos más de cuatro años, en los que no pudo hacer frente a la corrupción, especialmente, durante la pandemia del Covid-19, y tampoco tuvo el control pleno del Partido Colorado.
Sondeos a la ciudadanía acerca de la imagen del actual mandatario también arrojaron una mayoría de respuestas negativas acerca de su gestión. Sin duda, su gobierno siempre tuvo críticas y quedó marcada con la conocida frase “Desastre ko Marito”, que fue una expresión producto del hartazgo de los paraguayos y las paraguayas.
Llegó a la mitad de su mandato sorteando varias crisis, donde debió improvisar varias movidas políticas ante las amenazas de juicios políticos.
Pero, sumado a todo esto, trató de mostrarse coherente con su habitual discurso del respeto a las instituciones. En las ocasiones que conversó con la prensa, al menos, siempre se limitó a no influir en las decisiones de los otros poderes del Estado, el Legislativo y Judicial.
A nivel parlamentario, incluso se pudo observar la participación de partidos de la oposición en la mesa directiva conformada con sus aliados colorados. Se le podría llamar a esto una política pluralista.
De hecho, su propio gabinete no estuvo conformado por técnicos o políticos solamente afiliados a la Asociación Nacional Republicana (ANR).
Es un hecho que esta política que adoptó Mario Abdo para su administración al frente del país no borra su pasado, sus raíces, su manera de pensar y de querer al stronismo y al tradicional Partido Colorado, cuya hegemonía se ratificó por otros cinco años más.
Además, una cuestión clave de Marito es que no buscó la reelección presidencial en comparación con otros colorados que lo antecedieron.
Desde antes de llegar a la presidencia de su gestión afirmó que no intentaría articular fuerzas contra lo que prohíbe la Constitución Nacional, como lo hizo su antecesor Horacio Cartes, que pretendió reformar la Carta Magna con apoyo de parlamentarios leales a Fernando Lugo, quien también fue presidente de Paraguay, y desató violencia, protestas en las calles, la quema del Congreso Nacional y se produjo la muerte de un joven liberal.
Otro ex mandatario que veía con buenos ojos este proyecto era Nicanor Duarte Frutos.
Más allá de esto, Mario Abdo Benítez va completando su mandato sin azuzar torbellinos por la obtención de su reelección presidencial para continuar en el centro de la arena política. Se tenía que decir y se dijo.