El pasado 20 de febrero, el ministro de Educación y Ciencias, Nicolás Zárate, dijo que “su mayor error al frente de su cartera como ministro ha sido apoyar el Plan Nacional de Transformación Educativa” (PNTE). La valentía y humildad del ministro merecen aplauso. Confirma a la mayoría de la población en su rechazo al PNTE, porque ve en esta declaración el reconocimiento implícito de la suma de errores y graves lesiones al derecho, la justicia y el bien común que contiene el PNTE.
Efectivamente es un grave error apoyar un Plan que destruye el sistema educativo y desorienta los procesos educativos como he demostrado con argumentos y pruebas irrebatibles en publicaciones anteriores (compiladas en el libro Por qué rechazamos el Plan de Transformación Educativa publicado en 2022).
Viola por lo menos doce artículos de la Constitución Nacional y más de treinta artículos de tres leyes; atropella la soberanía del pueblo paraguayo sometiéndola a directrices, planes y programas de gobiernos y organismos extranjeros; impone subrepticiamente los imperativos neocolonialistas e ideológicos de la Agenda 2030, usurpa los derechos de la patria potestad a los padres; avasalla las culturas y la identidad de la nación paraguaya, promueve en sintonía camuflada la letal ideología de género.
Técnicamente propone una pedagogía que no tiene fundamento científico en las ciencias auxiliares básicas como la Antropología Integral, la Sociología, la Sicología y Filosofía y menos aún en ciencias auxiliares de vanguardia como la Epistemología actual (ciencia del conocimiento) y la Neurología y sus derivadas la neurociencia, la neuroeducación y la neuroespiritualidad, etcétera.
Técnicamente no es aceptable un plan para transformar la educación nacional que ha prescindido de las universidades nacionales en su gestión y las ignora para el quehacer planificado. Las universidades son parte esencial del sistema y fundamentales para el desarrollo educativo, tanto por su investigación, como por la formación de profesionales y la extensión universitaria.
El PNTE se ha hecho sin la participación activa de los padres, lo que de acuerdo al derecho natural, a los derechos humanos fundamentales, a la Constitución Nacional y a las leyes es una barbaridad, un quebrantamiento del estado social de derecho y del ordenamiento jurídico. Arbitrariamente el MEC y los gestores del PNTE han preferido entregarse en brazos de ONG alienadas y alienantes en vez de trabajar con los padres y nuestras universidades.
Tiene usted razón, señor ministro: apoyar este PNTE es un grave error que, de no ser rechazado, le convertiría a usted en presunto perjurio por desacato a la Constitución Nacional y las leyes que usted juró cumplir y hacer cumplir.
Tal vez el mayor error es pensar que se puede mejorar la educación nacional con un ministerio, que no logra lectura comprensiva en los adolescentes de quince años ni aprobar matemáticas, castellano y guaraní al final del bachillerato.
Transformar o reformar toda la educación, también la educación superior, incluidas expresamente las universidades; es urgentísimo, pero no con el perverso PNTE, que da las espaldas a la Constitución Nacional y las leyes, destruye el sistema educativo y usurpa derechos a los padres, las familias y sus hijos.
El presidente de la República, máxima autoridad educativa según la Constitución Nacional, debe dar cuentas a la nación por los seis años y miles de millones de dólares perdidos, bajo su gobierno.
Felicidades, señor ministro, por reconocer públicamente lo que la mayoría de la población viene pensando.