Sus pastores, en lugar de guiarlas y cuidarlas, las descarriaban y se portaban más como lobos que como pastores. Jesús, dirigiéndose a los discípulos, dijo: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Como hoy, los obreros son pocos en proporción a la tarea. Hay mies que se estropea porque no hay quien la recoja; de ahí la urgente necesidad de cristianos alegres, eficaces, sencillos, fieles a la Iglesia, conscientes de lo que tienen entre manos.
Y esto nos concierne a todos, pues el Señor necesita de trabajadores y estudiantes que sepan llevar a Cristo a la fábrica y a la universidad, con su prestigio de buenos profesionales y con su apostolado; de profesores ejemplares y que enseñen con sentido cristiano, que den su tiempo a los alumnos con generosidad y sean verdaderos maestros; de hombres y mujeres consecuentes con su fe, en cada actividad humana; de padres y madres de familia que se preocupen por la fe de sus hijos, que intervengan en las asociaciones de padres en los colegios, en el vecindario.
«La mies es mucha, pero los obreros son pocos... Al escuchar esto –comenta San Gregorio Magno– no podemos dejar de sentir una gran tristeza, porque hay que reconocer que hay personas que desean escuchar cosas buenas; faltan, en cambio, quienes se dediquen a anunciarlas».
Para que haya muchos buenos obreros que trabajen codo a codo en este campo del mundo, cada uno en su lugar, el mismo Señor nos enseña el camino a seguir: rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Jesús nos invita a orar para que Dios despierte en el alma de muchos el deseo de una mayor correspondencia en este quehacer de salvación. «La oración es el medio más eficaz de proselitismo».

En una de sus homilías el papa Francisco en el Vaticano dijo: “Hoy la palabra de Dios nos habla de la misión. ¿De dónde nace la misión?
La respuesta es sencilla: nace de una llamada que nos hace el Señor, y quien es llamado por Él lo es para ser enviado. ¿Cuál debe ser el estilo del enviado? ¿Cuáles son los puntos de referencia de la misión cristiana? Las lecturas que hemos escuchado nos sugieren tres: la alegría de la consolación, la cruz y la oración.
1. El primer elemento: la alegría de la consolación. El profeta Isaías se dirige a un pueblo que ha atravesado el periodo oscuro del exilio, ha sufrido una prueba muy dura; pero ahora, para Jerusalén, ha llegado el tiempo de la consolación; la tristeza y el miedo deben dejar paso a la alegría: “Festejad... gozad... alegraos”, dice el profeta (66,10). Este es el torrente de ternura que nos da tanto consuelo. “Como a un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo” (v. 12-13).
2. El segundo punto de referencia de la misión es la cruz de Cristo. San Pablo, escribiendo a los Gálatas, dice: “Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (6,14). Y habla de las “marcas”, es decir, de las llagas de Cristo Crucificado, como el cuño, la señal distintiva de su existencia de apóstol del Evangelio. La lógica de la Cruz de Jesús, que es la lógica del salir de sí mismos y darse, la lógica del amor. Es la Cruz –siempre la Cruz con Cristo–, la que garantiza la fecundidad de nuestra misión. Y desde la Cruz, acto supremo de misericordia y de amor, renacemos como “criatura nueva” (Ga 6,15).
3. Finalmente, el tercer elemento: la oración. En el Evangelio hemos escuchado: “Rogad, pues, al dueño de la mies que mande obreros a su mies” (Lc 10,2).
Los obreros para las mies no son elegidos mediante campañas publicitarias o llamadas al servicio de la generosidad, sino que son “elegidos” y “mandados” por Dios. Es Él quien elige, es Él quien manda, es Él quien envía, es Él quien da la misión. Por eso es importante la oración”.
(Frases extractadas del libro Hablar con Dios de Francisco Fernández Carvajal y la http://www.teinteresa.es/religion/homiliia-texto-Papa-Francisco-Vaticano_7/7/2013 - T.I.)