30 abr. 2025

El medioevo paraguayo

Por Miguel H. López - En TW: @miguelhache

Hablaba en estos días con gente de ámbitos diversos sobre la emergencia sucesiva de posiciones, decisiones, hechos y acontecimientos desde el poder político, el eclesial y demás parapoderes asumidos o fácticos, para minar y hacer desaparecer principios mínimos que hacen a la libertad en su sentido amplio y ancho, los derechos individuales y colectivos, y los principios del republicanismo democrático.
En estas conversaciones siempre uno tiende a pensar en retrocesos que florecieron durante la etapa más oscurantista de la humanidad, el Medioevo, que duró desde el siglo V hasta el XV. Una etapa en donde el feudalismo y el clero arrasaron contra las expresiones de derecho de la gente e impusieron un modo opresivo de explotación y de sometimiento a arbitrariedades que frenaron la casi totalidad de las ciencias y la cultura.
Como entonces, la agricultura –hoy extractiva y degradadora de suelo, vida, aire y agua– sigue siendo la base principal de la economía de un país que nunca llegó a industrializarse en serio. La feudalización del territorio también es una realidad, aunque en otro contexto histórico. Paraguay padece de una relatifundización y la desaparición del campesinado. Esto repercutirá en el aumento de la pobreza y en la dependencia alimentaria total.
Asimismo, la existencia de una pirámide poblacional que discrimina claramente a los que se ubican en la base sigue siendo estructuralmente cotidiana. En la cúspide están el poder político, los ricos económicos y la Iglesia (la Católica, principalmente). Esa fragmentación del poder, incluyendo a las mafias, hace que en la práctica tengan el mismo peso sobre las decisiones del poder central para que sus privilegios crezcan.
Hay una fuerte propensión –y ya hay sumisión del Estado en varios sentidos– a ubicar nuevamente lo teológico y lo bíblico en el centro del control de la sociedad, su pensamiento y su modo de vivir y manejarse. Esta situación también conlleva necesariamente retrocesos en todos los ámbitos pensables. La libertad de pensamiento y de acción, la independencia de ideas y la autonomía del ser humano de decidir sobre sí mismo y su vida, corren serio riesgo. Si no coinciden con la idea única imperante deben morir física o socialmente.
Hoy los señores feudales ya no construyen castillos, pero levantan fortalezas físicas y legales para controlar sus posesiones y reaccionar contra cualquiera que la ponga en riesgo. Los pobres, los de a pie, son considerados sus enemigos permanentes.
El medioevo paraguayo es peligroso y criminal, como hace más de seis siglos. Es deber y justicia combatirlo.