Por: Elías Piris | epiris@uhora.com.py | Twitter: @eliaspiris
El heavy metal -traducido literalmente al español como “metal pesado"- o metal a secas, es un género musical que se formó internacionalmente con influencias del blues rock y del rock and roll, incorporando además elementos de la música clásica, el folk rock o incluso de la música celta. En el Paraguay tuvo su propia historia.
Años 80: la bonanza económica del régimen iba cuesta abajo mientras las bandas que versionaban canciones exitosas de entonces, animaban las noches asuncenas que olían a jazmines, naranjos y edicto. Al margen, algo distinto se gestaba en los garajes de la periferia, gracias a unos aguerridos jóvenes pelilargos que con maña y suerte, escapaban de la temida “operación tijera”. Nacía un movimiento que persiste, resiste, se renueva y se fortalece cada día más: el Metal Paraguayo.
Según el músico y productor Daniel Zayas, el fenómeno nació de manera aislada en la clase media asuncena, de manera fortuita: en tiempos donde conseguir discos de vinilos implicaba una odisea, el nuevo sonido atravesó el océano atlántico, arribó el Río de la Plata y llegó a esta isla rodeada de tierra, cuyo presidente no mostraba mucha simpatía al pelo largo y la barba crecida, símbolos asociados a la Revolución Cubana, en plena Guerra Fría.
Los 90 traen consigo esa bocanada de aire fresco lleno de libertad y una primavera democrática que sirvió como telón de fondo para la formación, desarrollo y posterior consolidación de la escena metalera, fortalecida con más bandas y exponentes.
La calidad del metal paraguayo.
A pesar de las limitaciones y la falta de una industria musical, el trabajo de los artistas se vuelve más pulido y profesional, evidenciándose esto en las bandas que nutren los distintos subgéneros como el Thrash Metal, Death Metal, Black Metal, Speed Metal, Power Metal y las fusiones como el Hardcore.
Es que si algo puede ofrecer el Metal Paraguayo al mundo, se resume en una sola palabra: calidad.
Una calidad que es fruto del sudor en los ensayos, de las ganas de caminar kilómetros con bafles y amplificadores a cuestas, del entusiasmo de repartir los demos caseros de mano en mano a “los perros”, de sortear discriminaciones de una sociedad con una mentalidad estrictamente conservadora, y de vivir aferrado a un sueño, un ideal.
En tiempos de grandes shows internacionales, de bruscos cambios políticos, y de revoluciones en el mundo gracias a las redes sociales, el Metal hecho en casa no pierde vigencia, manteniendo la llama intacta y cargando sobre sus anchas espaldas, la memoria histórica del rock mediterráneo.