Finalmente completo el pavimento, la avenida Eusebio Ayala empezó a concentrar todo el tránsito que conducía al centro de la ciudad. En medio del humo de los escapes, desapareció el vecindario cercano a la vía; los últimos residentes alquilaron o vendieron sus predios, los jardines fueron inmolados para convertirse en lugares para estacionar. Los antiguos solares familiares dieron lugar a salones comerciales con viviendas en los niveles superiores. Los espacios todavía libres, se transformaron en edificios de mayor altura. La congestión produjo un aire viciado muy por encima de los niveles admitidos por las ordenanzas. Finalmente y entre varios otros males, la competencia por los espacios ocasionó un problema mucho mayor que el que ya existía antes. Y con autoridades municipales que venían y se iban, creció desmesuradamente el parque automotor; como crecieron los inconvenientes ya trasladados a toda la ciudad.
El mismo descontrol instalado en todas las vías de acceso a la Capital de la República y en otras que salen del casco histórico hacia los barrios. Todas con defectos y dificultades que estábamos en condiciones de prever o evitar, desde la legislación y la educación vial, además de armonizar nuestras necesidades con las experiencias exitosas que se han implementado en otras ciudades del extranjero. Todas ellas, con mucho mayor población que Asunción.
El artículo 168 de la Constitución Nacional establece que las municipalidades deben hacer uso de la libre gestión de sus competencias, “ … particularmente las de urbanismo, ambiente, abasto, educación, cultura, deporte, turismo, asistencia sanitaria y social, instituciones de crédito, cuerpos de inspección y de policía (…) además de la administración y la disposición de sus bienes”. Solo cumpliendo con estas disposiciones de carácter Constitucional, ya estaríamos mejor sin que tengamos que ilusionarnos ante la promesa de cualquier embustero de nuestra política local.
La disposición constitucional es clara; pero no lo es –por lo visto– para las autoridades del MOPC, que ahora nos anuncian una nueva intervención; mucho más ambiciosa de las muchas que han gestado en la capital, desde los tiempos del Presidente Fernando Lugo quien, junto al Sr. Efraín Alegre al frente de la cartera, se propusieron construir la avenida Costanera. No hubo entonces –que sepamos– reformas constitucionales ni acuerdos interinstitucionales aprobados por el Parlamento por lo que en las siguientes administraciones –de cualquier interna o clan político– se ha venido haciendo lo mismo. Pues alentados al parecer por algún “agujero negro” de nuestro sistema legal, las instituciones de la Administración Central, consideran factible al parecer, la idea de que el gobierno de la Capital está demás. Penoso, desde donde se lo mire.
¿Se ha dado a conocer algún acuerdo interinstitucional para acordar estas intervenciones? ¿Ha habido algún estudio para fundamentarlas? ¿Se ha hecho una evaluación sobre las ventajas observadas tras los viaductos construidos en serie … especialmente hacia la frontera norte de Asunción? ¿Quiénes diseñaron estas vías … y quiénes decidieron su construcción? ¿Qué experiencias han atesorado estos genios de las catacumbas del citado Ministerio, para estas delicadas intervenciones que tienen sus implicaciones en el resto de la trama urbana? … ¿y que dejan sus secuelas?
Casi todas autoridades de la ciudad han gastado su tiempo de gobierno, pavimentando calles. Con asfalto. Y a lo largo del tiempo del Gral. Stroessner y después, no se los ha hecho a partir de una información sobre la composición del subsuelo. Tampoco se ha pavimentado una vez planificado y concluido el sistema subterráneo de servicios urbanos. El que debería hacerse de acuerdo a las tendencias de expansión y no al revés de como acostumbramos.
Porque en Asunción, alguien lotea un solar en una zona admitida como de “residencias unifamiliares”… y la gente compra un predio; construye una casa y si por suerte (o por desgracia), el lugar es mejorado y llama la atención de otros usuarios, van llegando las extensiones de los servicios públicos. Entonces se crea la comisión pro empedrado y hecho el empedrado, algún vecino con influencias, consigue el pavimento asfáltico. El que inmediatamente tendrá dos tipos de manchas: del pavimento que cubre la conexión que se hizo a destiempo. Y la de mezcla, que algún vecino o contratista hizo sobre el pavimento. Por haraganería, comodidad pero ilegalmente.
¿Hasta cuándo? Como un consuelo podemos afirmar que esta pregunta tiene su respuesta:
Hasta que podamos elegir, de verdad, a las personas más idóneas y honestas del padrón municipal.