07 ene. 2025

El mundo a la derecha

La victoria electoral de Donald Trump confirmó una clara tendencia a nivel global, caracterizada por el ascenso de una nueva derecha, dura y agresiva. Un proceso que, de hecho, ya no es tan nuevo, sino que viene asentándose en el escenario político hace unos años. Referentes como Trump, Anne Marie Le Pen, Matteo Salvini, Víctor Orban, Santiago Abascal, Jair Bolsonaro, Javier Milei, y otros, se han levantado contra las llamadas élites, los zurdos, la ideología de género, los ambientalistas, los globalistas. Y, con esa larga lista de enemigos, han interpelado a sus connacionales, prendiendo el fuego del resentimiento, la xenofobia, el racismo y el machismo. Logrando por ese camino reestructurar las bases sociales de la derecha, estableciendo un vínculo con las clases trabajadoras del norte global, que antes votaban por la izquierda.

Es difícil saber cuánto de este ascenso es resultado de la propuesta y cuánto es el resultado de la protesta. Planteamos la inquietud porque se trata de fenómenos políticos que se han venido desencadenando a partir del desencanto con los oficialismos gobernantes. Son contados los gobiernos que logran mantenerse en el poder en una época en la que se nota un malestar profundo del capitalismo moderno. El astronómico endeudamiento y la estrechez fiscal impiden la realización de megaproyectos de inversión pública o la ampliación de coberturas y servicios. La crisis climática y la necesidad de una transición a la economía verde, con sus exigentes regulaciones destinadas a la adaptación y la mitigación, obligan a la libre iniciativa a considerar externalidades que antes no figuraban en sus balances. La reconfiguración del comercio internacional con base en los nuevos posicionamientos geopolíticos pone trabas por doquier. La creciente desigualdad, con megabillonarios y la amenaza de una suplantación del ser humano por el robot y la inteligencia artificial. La igualdad e identidades de género que trastocan los paradigmas de la moral social tradicional.

Constituyen estos factores arriba mencionados un cúmulo de profundos desplazamientos en las significaciones, difíciles de entender, marcados por la complejidad. En una sociedad cada vez menos inclinada a escuchar a la ciencia, a leer y reflexionar, no es, por tanto, sorprendente que este TODO se haya podido encapsular en una emoción transversal, la ira. Una poderosa y debilitante disposición que se presta a creer en discursos que ponen el énfasis en la culpa de un “otro”, que no debería ser parte de esta sociedad.

Ante este aparente ascenso de las derechas duras, la respuesta política está en proceso de elaboración. Marcel Bompard, coordinador de La Francia Insumisa en la Asamblea Nacional francesa, planteó un posicionamiento que probablemente comparten muchos simpatizantes de la izquierda. Para el mismo, el retorno de Trump a la Casa Blanca es la prueba implacable de que “solo una izquierda radical y popular” podría “ganarle a la extrema derecha”. Esa es una posición, pero que contrasta con otros ejemplos, que podrían también extraerse de la historia francesa. Nos referimos, por ejemplo, a la formación de los “frentes republicanos”, que tuvieron sus momentos de consolidación frente a los fascismos. Una amalgama de fuerzas de derecha e izquierda que se alían para defender la institucionalidad democrática, la tolerancia, el pluralismo y el Estado de derecho.

Sin duda, las nuevas derechas van a tener su momento en la historia. Lo importante es que las instituciones sean sólidas. Está surgiendo ahora todo el juicio contra Bolsonaro y la conspiración golpista que pretendía impedir la asunción del mando de Lula. A esos extremos pueden llegar ciertos representantes de la nueva derecha. Si se mantienen las instituciones, podremos sobrevivir, esperar que los pueblos vean a esa derecha dura en el gobierno, cometiendo los errores que cometerán, debiendo solucionar los problemas de la crisis del cambio climático, entrampados en las estrecheces fiscales, y rápidamente perdiendo el aura heroica que sus asesores de comunicación han fraguado.

Son contados los gobiernos que logran mantenerse en el poder en una época en la que se nota un malestar profundo del capitalismo moderno. El astronómico endeudamiento impide la realización de megaproyectos.

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