Un amigo me envió un video por WhatsApp, uno de los tantos que fluyen en las redes sociales hablando del nuevo tirano del momento, uno que quiere gobernar el planeta y proclamarse rey, incluso lleva en su nombre ya la corona.
Entre tantos videos buenos que se han generado, hay uno que me llamó la atención. Es un hombre feliz frente a cámara, con aire de chamán urbano, que dice: “Por fin se ha parado el mundo. Por fin estamos todos en nuestras casas con tiempo para hacer las cosas. Bendito virus. Nada había detenido el mundo, los deportes de masas o el trabajo. Nada había detenido este sistema de la Matrix y un puñetero virus se les ha colado y se les ha ido de las manos” ¿Genial no?
En este planeta hiperglobalizado y conectado donde todos corremos, donde nunca hay tiempo, donde el Dios es el mercado libre que dicta los mandamientos, donde las transacciones comerciales no paran en medio de una guerra comercial sin precedentes entre las dos grandes potencias mundiales China y EEUU. Donde millones de personas se trasladan a sus trabajos de aquí para allá, donde todos corren sin saber por qué realmente, donde todos damos por sentado que no nos podemos quedar en casa porque tenemos mucho que hacer y de repente, aparece un villano pequeño, tan minúsculo que no se puede ver con microscopios convencionales y con más poder que Donald Trump, Vladimir Putin y Xi Jinping juntos.
No nos debería extrañar el poder del “virus”, ya que deriva de una palabra griega “ios” que significa “veneno”.
¿conspiración? Varias teorías sobre quién y cómo se diseminó este virus han aparecido en escena. Algunas son del tipo conspirativas o no. ¡Quién sabe! De hecho, hay acusaciones concretas. “Es posible que haya sido el ejército estadounidense el que trajo la epidemia a Wuhan”, aseguró en Twitter un portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Zhao Lijian.
El vicepresidente de EEUU, Mike Pence, acusó a la prensa de utilizar el virus para “intentar derribar al presidente. De esto se trata todo esto”. También aparecen versiones que dicen que es un arma biológica. Otros la incluyen en la lucha por el 5G, ya que la ciudad china de Wuhan fue el primero en lanzarla. Otros aseguran que Bill Gates es dueño de una patente para vender vacunas contra el virus.
Hace unos días corre por redes que un suero egipcio para tratar y curar el coronavirus está disponible. Hay quienes dijeron que en Cuba ya hay una cura, aunque el medio Juventud Rebelde aclara: No existe una vacuna o algún tratamiento específico para tratar a pacientes enfermos con el Covid-19, pero Cuba ofrece la posibilidad de emplear productos ya terminados y con elevada eficacia probada, y anuncia el posible uso de otros, en actual proceso de desarrollo e investigación.
Pero volvamos al video. “Bendito virus”, dice el chamán, ya que podemos quedarnos en casa, pasar más tiempo con nuestros hijos, e incluso estudiar a distancia y fuera de la escuela es posible y ya no una idea, porque lo estamos probando mundialmente. Nos obligan a reflexionar. A tomarnos un tiempo para leer, hacer tareas domésticas atrasadas. El tiempo ya no corre ni vuela, sino que parece detenerse. Lo podríamos ver como una oportunidad. ¿Cuántas decisiones políticas nuevas pueden salir?, aunque cada país es libre y soberano. Estamos viendo reacciones diversas y podemos aprender, tenemos el tiempo ahora para pensar.
¿Qué sistema de salud está funcionando mejor en el mundo y cuál es el rol del Estado? La mayoría de los países prohíben la circulación, otros como el británico, han optado por no imponer restricciones drásticas y apostar por un contagio paulatino. Además, el Covid-19 puede infectar a un alto porcentaje de la población mundial. Quizás no al 70% como apuntó Angela Merkel, pero según científicos expertos, el contagio podría alcanzar a un 40% de la población. Ya que el mundo paró en esta cuarentena que puede ir de 15 días a más en un hecho sin precedentes, valoremos el tiempo. Repensemos su valor. No solo por eso de que el dinero es tiempo, sino aquel otro valor incalculable. Un tiempo para estar con nosotros mismos. ¿Acaso eso tiene un precio?