Los conceptos de utopía y distopía se utilizan como caras opuestas de una misma moneda. La utopía se refiere a un mundo ideal donde todo funciona a la perfección; por el contrario, la distopía se refiere a una sociedad en la cual sus ciudadanos sufren sistemáticamente y son condenados a un olvido irreparable. Afortunadamente, ninguna de estas dimensiones opera de manera absoluta, en todas las sociedades concurren, con mayor o menor grado, ambas dimensiones.
En lo que a nuestro país concierne, la clase política viene haciendo, desde hace tiempo, un esfuerzo sostenido por condenar a los ciudadanos a vivir en un país sin futuro, en el cual, las grandes mayorías están excluidas del ejercicio y disfrute de derechos humanos fundamentales. Suena ilógico, quienes en democracia ejerciendo la soberanía, eligen a sus representantes, son, a su vez, víctimas de estos.
María Elena Walsh, una de las escritoras de literatura infantil más reconocidas en la región y el mundo, escribió El reino del revés, su obra más famosa y que representa, en realidad, una crítica social y política disfrazada de cuento infantil. El personaje central de la obra es el Rey Camaleón, este personaje simboliza la falta de identidad y la adaptabilidad extrema, es un personaje inestable y voluble que cambia de opinión y de personalidad constantemente, lo que lo convierte en un líder poco confiable y poco efectivo. Su presencia en la obra sirve como una crítica a la falta de liderazgo y estabilidad en la sociedad.
A través de la inversión de roles y situaciones, la autora nos muestra una realidad en la que los valores están trastocados y la justicia es inexistente. La obra de Walsh nos invita inexorablemente a pensar en Paraguay.
El actual despilfarro de recursos públicos, la vergonzosa muestra de una representación política mediocre (siendo generoso) como denominador común, la deshonestidad e inmoralidad como estandartes de la sociedad, ¿no son acaso muestras fehacientes de una sociedad que está de cabeza?
“Que un ladrón es vigilante y otro es juez Y que dos y dos son tres…”
Como ejemplo, la cita a Walsh del “reino del revés”, pero Paraguay ofrece a diario, a cada hora, ejemplos lacerantes de valores invertidos. Un senador nacional, con título de abogado falso y cuya propia condición de profesional es notoria y públicamente cuestionada, presidiendo el órgano constitucional que debe juzgar la conducta de jueces y magistrados; un funcionario encargado de encuadernar y hacer fotocopias con salario de G. 20 millones en el Congreso, mientras, al mismo tiempo los salarios de policías, médicos o docentes no superan los G. 5 millones... ¿No representan, acaso, ejemplos ideales para ampliar los versos de la obra de Walsh?
El Paraguay que tenemos, y que padecemos a diario, por momentos, es distópico. Condena a cientos de compatriotas al desánimo y la desesperanza, y nos hace cuestionar seriamente sobre la verdad o lo que alguna vez nos ensañaron eran acuerdos mínimos para la convivencia pacífica.
Como en la obra de Walsh, la figura del rey, que en teoría debería ser el líder justo y sabio, se convierte en un personaje egoísta y caprichoso que no tiene en cuenta las necesidades de su pueblo.
Imagino nuestra propia historia, y pienso si nosotros, los ciudadanos, los desdichados, los jóvenes, las mujeres, los excluidos de siempre, poniendo de cabeza al rey.