Soñamos con un país mejor, en el que más que habitantes haya ciudadanos comprometidos consigo mismos, con la sociedad en la que viven, y con su entorno. Que respeten y cuiden su historia, construyan su presente con responsabilidad, curiosidad y pasión, y proyecten un futuro esperanzador para propios y extraños.
El domingo pasado pude sentir que ese Paraguay que soñamos ya existe. Lo vimos y disfrutamos en el festival musical nacional #SUENAYAGUARON, en el que 1.200 niños y jóvenes sonrientes y emocionados, luciendo camisetas turquesas y compartiendo la misma satisfacción arrancaron los primeros acordes de la Suite guaraní en el patio del emblemático templo de Yaguarón al caer la tarde.
Una megaorquesta juvenil interpretaron todos juntos 15 músicas, dirigidos por 10 directores, bajo la coordinación general del maestro Luis Szarán. Fue el broche de oro del Festival Nacional de Orquestas Juveniles Sonidos de la Tierra 2019, una actividad de aprendizaje e integración sin igual que dura varios días, en los que una comunidad distinta cada año recibe a más de 1.000 participantes y sus familias acompañantes.
Un hermoso y emotivo espectáculo que merece una mirada más profunda para entender que detrás de ese momento está ese Paraguay que soñamos y que existe en las 80 comunidades, donde desarrollan su labor las escuelas comunitarias de música de la red de Sonidos de la Tierra en las que día a día se hacen realidad los valores y principios del desarrollo comunitario en su más auténtica expresión.
En esas comunidades funcionan escuelas de música formadas voluntariamente por padres de niños músicos que se juntan y organizan para apoyar a sus hijos, aprenden a planificar, presupuestar, administrar juntos, y van creciendo en responsabilidades, alquilan un local, contratan más profesores, hacen eventos, controlan y consiguen auspiciantes dándole vida y sostenibilidad a un programa que en los últimos 17 años logró que 20.000 niños y jóvenes paraguayos hayan aprendido algunas de las competencias más valoradas para el siglo XXI, la disciplina que implica la ejecución de un instrumento musical, el trabajo en equipo que representa tocar en una orquesta, el valor de vencer las dificultades, el deseo de superarse para tocar cada vez mejor, la responsabilidad de no faltar ni llegar tarde porque la orquesta no suena igual sin él o ella, la predisposición a aprender.
Recientes investigaciones indican que el aprendizaje hoy en día se da en gran medida fuera del aula, y he aquí un gran ejemplo. Tanto los adultos como los niños y jóvenes de la Red de Sonidos de la Tierra son ciudadanos capaces de enfrentar los desafíos de esta era, gracias al aprendizaje fuera del aula de estas “habilidades para la vida”.