Francisco instó a la voluntad común para “desencadenar sinergias entre las organizaciones tanto civiles como eclesiales, para edificar, contra toda intemperie, una casa sólida, capaz de acoger también a las personas con discapacidad, porque está construida sobre la roca de la inclusión y de la participación activa”.
También afirmó que en este momento de emergencia sanitaria, todas las personas “están viviendo situaciones de particular dificultad” y recordó “que todos estamos en la misma barca en medio de un mar agitado; pero en esta barca a algunos les resulta más difícil, entre ellos a las personas con discapacidades graves”.
Destacó que en los últimos cincuenta años, se han dado pasos importantes, tanto en el ámbito de las instituciones civiles como de las realidades eclesiales, pero aún “subsisten en el sustrato cultural demasiadas expresiones que contradicen de hecho este enfoque. Debido también a una mentalidad narcisista y utilitarista”.
Exhortó a construir “una roca” sobre la que las instituciones civiles construyan programas e iniciativas, para que nadie quede excluido, especialmente quienes se encuentran en mayor dificultad”.
Pero también a las instituciones eclesiales, Francisco invitó a “disponer de instrumentos adecuados y accesibles para la transmisión de la fe”.
Y destacó que “es importante reconocer el derecho de las personas con discapacidad a recibir los sacramentos como los demás miembros de la Iglesia”.
“Se debe prestar especial atención a las personas con discapacidad que aún no han recibido los sacramentos de la iniciación cristiana: estas podrían ser acogidas e incluidas en el itinerario de catequesis para la preparación a estos sacramentos”, añadió.