“Algún país se está echando atrás y (ahora) no da armas y esto será un proceso donde el pueblo ucraniano será mártir y esto será muy triste”, afirmó, refriéndose a la paradoja de países que han armado a Ucrania y ahora podrán dejará de hacerlo, según matizó después el portavoz vaticano, Matteo Bruni.
Ante los cerca de 70 periodistas que le acompañaron en su visita de poco más de 24 horas a Marsella, Francisco confesó que ante la ausencia de resultados en la misión vaticana sobre la guerra en Ucrania siente “alguna frustración”, porque “la Secretaria de Estado está haciendo de todo para ayudar”.
Adelantó que se mueve “algo” para ayudar a volver a su país a los niños ucranianos deportados por la fuerza por Rusia, pero no concretó. El papa ha enviado al cardenal italiano Matteo Zuppi a Kiev, Moscú, Washington y Pekín para intentar conseguir, al menos, logros en el campo humanitario.
Lea más: Papa Francisco alerta de “catástrofe ecológica” a los líderes mundiales
También afirmó que “esta guerra es un poco interesada” y que el problema va más allá del conflicto entre rusos y ucranianos y denunció que “es para vender armas, para el comercio de armas”.
Recordó que el pueblo ucraniano es un “pueblo mártir” y que ha sufrido mucho durante su Historia y advirtió: “No tenemos que jugar con el martirio del pueblo ucraniano, tenemos que ayudar lo antes posible”.
Sepa más: El Papa pide intensificar las oraciones por Ucrania, que está sufriendo mucho
Estos últimos días Polonia, uno de los mayores aliados de Kiev, pareció declarar que dejaría de enviar armas a Ucrania, justo a pocas semanas de las elecciones generales en el país.
Despedida en Marsella
El papa Francisco ofició este sábado una multitudinaria misa al término de una corta visita a Marsella (sureste de Francia), desde donde llamó a Europa a la “responsabilidad” con los migrantes y denunció el “fanatismo de la indiferencia”.
A bordo de su papamóvil, el pontífice argentino fue acogido entre aplausos de los miles de fieles presentes --la organización esperaba casi 60.000-- y gritos de “Papa Francesco”, a su llegada al Estadio Velódromo tras recorrer las calles de la ciudad mediterránea.
“Buenos días Marsella, buenos días Francia”, dijo el jesuita de 86 años a los presentes, entre ellos el presidente francés, Emmanuel Macron, su esposa, Brigitte, y la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.
“Venimos de lejos, pero era importante estar aquí, porque estaremos en comunión con toda la comunidad religiosa, católica”, dijo a la AFP Aurea Dias Neto, una mujer de 52 años nacida en Santo Tomé y Príncipe, pero residente en el centro de Francia.
La liturgia, en la que se leyeron plegarias en varias lenguas entre ellas español, armenio y árabe, concluyó un viaje de dos días a la segunda ciudad de Francia, con motivo de la clausura de los Encuentros Mediterráneos entre jóvenes y obispos de los países ribereños.
Ante este foro, el líder de 1.300 millones de católicos pidió “responsabilidad europea” para enfrentar el “fenómeno migratorio” tras denunciar la víspera el “fanatismo de la indiferencia” hacia los migrantes. “Quien arriesga su vida en el mar no invade, busca acogida”, reiteró.
Unos 8.500 migrantes llegaron días atrás a la pequeña isla italiana de Lampedusa tras cruzar el Mediterráneo, donde más de 28.000 desaparecieron desde 2014 en su intento de alcanzar Europa desde África, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
Desde su elección como sumo pontífice en 2013, una de sus prioridades ha sido alertar sobre las tragedias de los migrantes, desde el Mediterráneo a Centroamérica o Venezuela, pasando por África, Oriente Medio, Europa o Estados Unidos, y pedir su acogida.
Sus nuevos llamados se producen en un contexto cada vez más hostil para estos exiliados en Europa. Ejemplo de ello, Francia advirtió, de boca de su ministro del Interior Gérald Darmanin, que “no acogerá" a ninguno de Lampedusa.
Durante un encuentro de media hora, el presidente francés evocó la cuestión migratoria con Francisco, a quien expuso también sus planes sobre la ayuda activa a morir que debe presentar “en las próximas semanas”, indicó la presidencia francesa.
El papa había advertido poco antes contra la “perspectiva falsamente digna de una muerte dulce”.
El pontífice insistió en su oposición a la eutanasia durante el viaje de vuelta a Ciudad del Vaticano: "¡No se juega con la vida!, ¡No se juega con la vida, ni al principio ni al final!”, declaró durante una rueda de prensa en el avión.
El gobierno francés prepara un proyecto de ley que podría incluir la “ayuda activa a morir” para las personas ancianas. Su presentación está prevista para las próximas semanas.
Su 44º viaje apostólico al extranjero y el primero a Marsella de un papa desde 1533 suscitó un gran interés pese al declive del catolicismo en Francia, país laico desde 1905 y donde las acusaciones de abusos sexuales en la Iglesia aceleraron la crisis.
Y, como en cada uno de sus desplazamientos, contó con varios momentos simbólicos, como el homenaje a los migrantes desaparecidos en el mar o el desayuno con personas necesitadas de varios países como Albania, Armenia y Colombia en el barrio de Saint Mauront, uno de los más pobres de Marsella.
“Es magnífico conocer al papa. En nuestro barrio la vida es dura, es difícil, pero (...) va a dar esperanza a toda la gente que sufre”, declaró a AFP Arbana Arifaj, una albanesa presente en el encuentro.
Por su compromiso con los migrantes, la oenegé SOS Méditerranée le obsequió con uno de los salvavidas que utilizaron para salvar a “cientos de bebés y niños” en el mar y que sirvió “hasta hace pocas semanas”, indicó el grupo.
Pero su visita también vino acompañada de polémica en Francia. La oposición de izquierda criticó la presencia de Macron en la misa, al considerar que “pisotea[ba]” la neutralidad religiosa.
“Yo considero que mi lugar es asistir. No iré como católico, sino como presidente”, se defendió la semana pasada el mandatario centrista, quien será el primero desde Valéry Giscard d’Estaing, en 1980, en asistir a una misa papal.
El historiador Jean Garrigues quita hierro a las críticas sobre un atentado contra la laicismo y explica que “existe una tradición de presidentes católicos, creyentes e incluso practicantes”, del general Charles De Gaulle a Nicolas Sarkozy.
Macron, bautizado como católico con 12 años y educado en los jesuitas, es un presidente sensible a la espiritualidad y se define actualmente como agnóstico.
Fuente: EFE y AFP.