El papa Francisco pidió que las personas pasen de la obstinación “a la comunión, de la desolación a la consolación, del miedo a la confianza”, durante este rito de Semana Santa que se celebró en una Basílica de San Pedro repleta de fieles.
La ceremonia comenzó con la basílica totalmente en penumbra y en silencio, para conmemorar el dolor de la muerte del Señor. El rito dio inicio con la bendición del fuego y después el Papa incidió con un punzón sobre el cirio pascual, símbolo de Cristo, “Luz del Mundo”.
Grabó una cruz y también la primera y la última letra del alfabeto griego -alfa y omega-, junto con las cifras del año en curso.
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Lo hizo mientras pronunciaba a la vez en latín: “Christus heri et hodie, Principium et Finis, Alpha et Omega, ipsius sunt tempora et saecula. Ipsi gloria et imperium per universa aeternitatis saecula” (Cristo ayer y hoy, principio y fin, alfa y omega. A Él pertenece el tiempo y los siglos, a Él la gloria y el poder por los siglos de los siglos).
Después Jorge Bergoglio recorrió en procesión la basílica en total oscuridad, en representación de la ausencia de luz tras la muerte de Jesucristo, mientras los fieles iban encendiendo poco a poco las velas que habían llevado a la ceremonia, con la llama procedente del cirio pascual.
El papa llegó momentos después al altar mayor, la basílica se iluminó y un diácono comenzó entonces el canto del “Exultet”, el himno pascual, un recorrido sintético de la historia de la salvación.
El papa dedicó su homilía a hablar de las que llamó cuatro grandes piedras de la vida de los seres humanos, “contra las que se estrellan las esperanzas y las expectativas: la muerte, el pecado, el miedo, la mundanidad”.
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“A menudo la esperanza se ve obstaculizada por la piedra de la desconfianza. Cuando se afianza la idea de que todo va mal y de que, en el peor de los casos, no termina nunca, llegamos a creer con resignación que la muerte es más fuerte que la vida y nos convertimos en personas cínicas y burlonas, portadoras de un nocivo desaliento”, sostuvo.
“Piedra sobre piedra, construimos dentro de nosotros un monumento a la insatisfacción, el sepulcro de la esperanza. Quejándonos de la vida, hacemos que la vida acabe siendo esclava de las quejas y espiritualmente enferma. Se va abriendo paso así una especie de psicología del sepulcro: todo termina allí, sin esperanza de salir con vida”, añadió.
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El pecado, dijo Francisco, es otra de las piedras que “a menudo sella el corazón” de los seres humanos, pues “seduce, promete cosas fáciles e inmediatas, bienestar y éxito, pero luego deja dentro soledad y muerte”.
Cargó también contra el miedo, que provoca, dijo, que las personas se queden encogidas en sus límites, y contra las “vanidades mundanas”, como el dinero, la carrera, el orgullo y el placer, que no dejan ver lo verdaderamente importante de la vida.
Francisco animó a los fieles a preguntarse hacia dónde caminan en sus vidas, y lamentó que a veces las personas se dirigen hacia sus problemas, que nunca faltan.
La ceremonia sigue la tradición de los primeros años de la Iglesia católica, cuando los catecúmenos (adultos que aspiran al bautismo) eran bautizados en la noche de la Vigilia Pascual.
En esta ocasión, el papa Francisco, revestido con ornamentos blancos, bautizó a ocho personas, procedentes de Ecuador, Perú, Italia, Albania e Indonesia.
La Vigilia Pascual o “Lucernario” es uno de los ritos más antiguos de la liturgia y se celebra en la noche del Sábado Santo que San Agustín llamó “madre de todas las vigilias”, en alusión a la espera de la Resurrección del Hijo de Dios.
Los ritos de la Semana Santa continuarán este domingo con la misa del Domingo de Resurrección, que presidirá el papa Francisco en la plaza de San Pedro del Vaticano, y después el pontífice impartirá desde la logia central de la basílica de San Pedro la tradicional bendición “Urbi et Orbi” (A la ciudad y al mundo).