En lo que fue la primera Audiencia General de este 2022, el Santo Padre lamentó que en muchas parejas los perros y los gatos ocupen el lugar de los hijos, y se mostró preocupado por el “invierno demográfico” en Occidente y, en este contexto, alentó a los cónyuges a abrirse a la paternidad y a la maternidad.
Las expresiones del Obispo de Roma expresan realidades que deben ser consideradas dentro de un debate racional y equilibrado, como el creciente fenómeno de la humanización de los animales, en particular de las mascotas, por un lado; y la gravedad del problema del envejecimiento de la población en varias naciones, por el otro, y en donde intervienen numerosos aspectos sociológicos, sicológicos y culturales.
Humanizar a las mascotas consiste en verlas y tratarlas como si fueran personas; identificando sus gestos, actitudes y preferencias con las referidas a la conducta propia de seres humanos. La Real Academia Española (RAE) define con el término antropomorfismo a la “atribución de cualidades o rasgos humanos a un animal o a una cosa”.
Un sondeo de World Animal Protection, publicado en 2018, realizado con más de 10.000 dueños de perros en Latinoamérica, indicó que para los mismos estos animales, más que mascotas, son como sus hijos o, al menos, parte de su familia.
Más allá de algunos puntos que se podrían discutir respecto al antropomorfismo, profesionales veterinarios advierten que la humanización de los animales es entendida para muchos especialistas como una forma de maltrato animal, esto teniendo en cuenta que al tenerlos como personas se altera el comportamiento natural de los mismos impidiendo que lleven a cabo muchas actividades propias de su especie, generándole estrés, ansiedad, entre otros daños graves.
El rechazo o la crítica hacia el antropomorfismo no implican admitir ni –mucho menos– promover el maltrato animal, más aún con las aclaraciones que realizan al respecto los profesionales. Pero es necesario destacar las diferencias. Urge distinguir entre el natural afecto y cuidado de las mascotas en las familias, y ese estadio en el que estos animales prácticamente adquieren el mismo estatus de ser humano, y en muchos casos tratándolos como una criatura; un fenómeno de moda del que emergen términos como “perrhijos”, es decir, mascotas que son tratadas como hijos. Esta situación, en tanto, va ligada a otra más preocupante y compleja como el envejecimiento de la población en algunos países europeos.
En el llamado “invierno demográfico” son muchas las variables que intervienen; desde comportamientos culturales y factores económicos e ideológicos, hasta la incertidumbre y el miedo al futuro. En este sentido, gobiernos de naciones desarrolladas implementan políticas de apoyo a las familias, buscando garantizar y potenciar no solo los ingresos del hogar, sino también el acceso a viviendas y los servicios de salud y educación.
El papa Francisco expone dos fenómenos de nuestro tiempo que expresan necesidades complejas. Se trata de realidades que deben ser atendidas y consideradas dentro de un marco de sentido común y desde una mirada interdisciplinaria, capaz de ofrecer respuestas integrales y a largo plazo.