“Esta es la parte más emocionante de las jornadas, cuando venimos a acercarnos al Papa”, contaba sonriente Estefanía Badillo, una peregrina peruana de 36 años que había logrado ver de cerca el paso del pontífice hacia el escenario del parque Eduardo VII.
Como ya ocurrió en el jueves, Francisco llegó en “papamóvil” a estos jardines en el centro de la capital portuguesa, aclamado por miles de jóvenes fieles que le cantaban “¡Esta es la juventud del papa!”, y agitaban las coloridas banderas de numerosos países.
A pesar de que hace dos meses fue sometido a una importante operación en el abdomen y a que se desplaza en silla de ruedas o apoyado en un bastón, el Pontífice, de 86 años, se muestra sonriente y en buena forma en Lisboa.

En su amplio recorrido, el “papamóvil” –que avanzaba lentamente y rodeado de un férreo cordón de seguridad– se detuvo en varias ocasiones para saludar a fieles y bendecir a varios bebés.
“Cada momento que nos encontramos con el Santo Padre es una emoción que nos motiva a seguir en la fe”, afirmó Pedro Puac, un peregrino de 27 años llegado desde Guatemala, que pasó horas bajo el intenso sol del verano portugués para ver de cerca al primer pontífice latinoamericano.
Desde estos extensos jardines con vistas sobre el Tajo, Francisco presidió después el vía crucis, una recreación de las etapas del calvario y muerte de Jesús. Durante la ceremonia hubo testimonios de jóvenes que habían superado distintos problemas, música y una actuación artística desde las diferentes alturas que componen el gran escenario azul instalado para la JMJ.
CORRER EL RIESGO DE AMAR. ”Amar es riesgoso. Hay que correr el riesgo de amar. Es un riesgo, pero vale la pena correrlo”, dijo Francisco durante su breve discurso, de nuevo en español, como la mayoría de los que ha dado en su cargada agenda en Lisboa.
Unas 800.000 personas asistieron al acto, según las estimaciones de las autoridades locales, que esperan que la cifra alcance el millón en la misa de clausura de esta edición de la JMJ, prevista para el domingo en un parque de las afueras de Lisboa.
Más temprano, el jesuita argentino almorzó en compañía de diez jóvenes de diferentes nacionalidades en la nunciatura apostólica, y antes confesó a varios jóvenes. También ofreció un breve discurso ante representantes de obras sociales.