12 abr. 2025

El partido que todavía nos falta ganar

Nadie lo puede negar: Da gusto volver a ver ese entusiasmo que viene generando en los últimos meses la Selección Paraguaya.

Por lo menos pasaron cinco años para volver a sentir un fervor que allá entre el 96 y 2010 generó un piri que se expandía por todo el país.

Digo cinco años porque entre las breves esperanzas que aparecían camino a Qatar 2020 y algún que otro chispazo, lo demás era pura desazón y amargura.

Sobre todo, hace poco más de un año cuando el papelón de la Copa América dejaba un horizonte oscuro lleno de dudas.

Pero ahora es diferente. Hay confianza, hay entusiasmo, hay una gran seguridad de que falta poco, tan poco, para ir al próximo Mundial.

Más entusiasmados están los niños y adolescentes que tienen plena conciencia de que están disfrutando de este momento que brinda la Albirroja. Los recuerdos de sus hermanos mayores y padres para ellos ahora son realidades

Sueñan con ver por primera vez a la Selección entre las mejores del mundo, cuando empiece a rodar la pelota entre tres países en el 2026.

¿Qué que hizo el actual DT Gustavo Alfaro para que una selección que, a pesar de tener muy buenos jugadores (vos no, Hernesto), no lograba conseguir resultados que la quiten del pozo?

Desde septiembre del año pasado, empezaron a ensayarse las respuestas a dicha pregunta. Todas pueden ser correctas o no. Más allá de eso, la realidad muestra que el equipo de Paraguay es temido de vuelta.

El retorno también representa una alegría para esta sociedad, futbolera o no, más que necesitada de motivos para sonreír. Por ello, muchos acuden al estadio para dejar su intermitente aliento en cada jugada.

Sabemos que ninguno de los que pagan su entrada ganará un solo centavo del premio que reciben los jugadores, el cuerpo técnico o los empresarios por cada victoria.

Tampoco será posible acercarse a ellos. Sí, cierto. Pero ¿quién le quita al sufrido aficionado todos los goles disfrutados? La legítima alegría no tiene precio.

Más allá del jolgorio y los once jugadores en el césped, ya saliendo del estadio, hay que decir también que gran parte de la sociedad paraguaya aún tiene un importante partido por ganar.

En él, cada uno de los millones de habitantes en este país son jugadores titulares en la cancha de la realidad.

Dicho encuentro requiere ajustar la línea defensiva, mejorar el medio sector y, sobre todo, afinar la puntería a la hora de la elección. Pero con esto último, el juego no termina.

La desatención en la defensa ha hecho que verdaderos horrores pasaran de largo, colándose en el Parlamento especialmente.

Abominaciones de diversos colores, pero tirando la pelota hacia un mismo lado, que con seudopromesas pasaron camufladas en una papeleta o pantalla de voto.

Dicha caterva infame, una vez acomodada en la cancha de la toma de decisiones, solo se ha dedicado a embarrar el juego democrático.

Seres cuya actuación disparatada en diferentes estamentos, siendo auténticos goles en contra hacia la honestidad y lo que debería ser el verdadero servicio al país.

La presencia y persistencia de estos oportunistas de diferentes colores demostró cómo el tino y la capacidad de elegir quedaron totalmente en offside ante las urnas.

Un rosario de hechos presentes y pasados demuestran que la corrupción va ganando cómodamente y por goleada.

El lema de la garra guaraní no debe ser solo una arenga deportiva y en la práctica del día a día discriminar a los hermanos y hermanas de los pueblos originarios. Tampoco para gritar “el que no salta es kurepi” y callar ante el corrupto local.

El lema, como otros tantas veces repetido, debe servir para levantarnos de la apatía, movernos al unísono como un equipo bien compacto, ir tras el mismo objetivo que todos anhelamos: Que a este país deje de lloverle otro siglo de mala suerte.

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