23 feb. 2025

El pasado común

Existen muchos datos históricos que apuntalan el protagonismo de Asunción en la vida y destino de la República del Paraguay. Pero la que fuera y por todas las apariencias, su importancia se ha diluido, tanto como ha dejado de proyectar las luces que corresponden y que nos obligarían al ejercicio de un mayor sentido de responsabilidad colectiva. Y esto debido, fundamentalmente, a las carencias educativas que proyectan una ignorancia que lastima a todos sus hijos; y especialmente, a su clase gobernante.

Todos sabemos que Nuestra Señora de la Asunción –tal su nombre oficial– es Capital de la República y sede del Gobierno Nacional, cumplirá dentro de diez años y unos meses (15 de agosto de 2035), 500 años de vida. Por lo que estamos hablando del más antiguo enclave poblacional de la región y una de las más antiguas ciudades de todo el continente.

¿Recibe por ello el respeto que merece de todos los que la habitan? ¿Recibe de sus autoridades los cuidados que requiere?

Y es que cuando la ignorancia campea y no se percibe algún cambio de mentalidad que propicie el respeto hacia la historia y sus símbolos; o, hacia la misma entidad nacional como a los que prodigaron sus sacrificios en procura de su integridad, eran de esperarse el abandono y la tugurización de los espacios urbanos. Aunque deberíamos concluir igualmente que cuando no sabemos lo indispensable de nosotros mismos, el hecho es simplemente consecuencia de lo que no se enseña en las escuelas. O de lo que se enseña mal, propiciando el desconcierto de nuestros jóvenes en cuanto a “la conciencia de ser”; indispensable alimento para la responsabilidad social y colectiva. Y “o que no se enseña”, es –obviamente– producto del desdén de las autoridades hacia la cultura, los valores de la educación y su utilidad en la convivencia.

Entonces y consumada la ignorancia “ficializada” en las escuelas, ya no representa ningún valor el hecho de que Asunción fuera la matriz de la provincia que después diera origen a la República del Paraguay. Y que una vez desestimado su importancia como “llave” de acceso a las riquezas del Perú, iniciara su proyección social, con la fundación de ciudades como Buenos Aires, Santa Fe, Corrientes y Santa Cruz de la Sierra entre otras. Poblaciones a las que auxilió más tarde con gente –la mayoría de ellas paraguayos– al mismo tiempo que la provisión de ganado de toda clase, alimentos y auxilios, durante el proceso de instalación y hasta mucho tiempo después de su consolidación y desarrollo. Detalles que indujeran al escritor argentino Ramón J. Cárcano para categorizar a Asunción como “la capital originaria y secular de la región”.

Aunque todos esos méritos tampoco sirvieran para evitar que las autoridades virreinales le confinaran a la mediterraneidad, cuando la división de la provincia en 1617. Decisión que desde entonces convirtiera al Paraguay, en el único territorio de ultramar sin puertos de mar, en todo el Reino. Aunque por ello y por la antigua población nativa residente, también fuera la única colonia de España en la que sus habitantes se llamaron “paraguayos” desde el principio. Cuando las demás ni siquiera existían. Y a propósito, Paraguay es el único país –junto a Chile– que conservan el nombre del solar preexistente a la llegada de los europeos.

Es el único pueblo que en un 85% de su población, se comunica en la lengua de la población original. La única Nación que integró a sus habitantes originarios o castas en una sociedad igualitaria de la que desaparecieron las características raciales que en otros países de América, sirvieron para descalificar y discriminar a los seres humanos.

Finalmente… la provincia del Paraguay se constituyó igualmente en el “muelle frontero” frente a las nunca postergadas pretensiones portuguesas de aproximar sus dominios hasta el río de la Plata desde que fuera trazada la Línea de Tordesillas en 1594.

Y cuando llegados los tiempos de la independencia americana, “…más de 4000 paraguayos (...) perecieron en las luchas por la independencia”, escribía el presidente Carlos Antonio López, al encargado de negocios de los Estados Unidos de América en Buenos Aires, William Harris. Aunque López, que en 1811 contaba con 19 años, sabía de lo que hablaba y habría incluido en dicho número a los que acompañaron al ejército libertador en su cruzada por los Andes.

Pues en el mismo escrito, López afirmaba que “...en los campos de Ayacucho se encontraban hijos de todos los Estados Sudamericanos”; junto a paraguayos como el coronel José Félix Bogado, los capitanes Patricio Oviedo y Patricio Maciel y el teniente Vicente Suárez. Además de miles de compatriotas “...que servían en las estancias, saladeros, buques y otros establecimientos industriales de Buenos Aires y Montevideo”.

Aunque también es posible que en la estadística de la nota mencionada, se incluyera igualmente a los que pelearon durante las invasiones inglesas al Río de la Plata.

El historiador Julio César Chávez afirma, por su parte, que entre todas las provincias que componían el antiguo Virreinato del Plata “...ninguna ha dado un contingente más crecido de sus hijos que la del Paraguay”. Y centenares de ellos “que murieron ignorados, treparon los Andes, esgrimieron sus espadas en Chacabuco, Maipú y Talcahuano; salvaron el Pacífico, participaron en la gloria de Pichincha, Riobamba, Junín y de los desastres de Torata y Moquegua”. Además de otros como Xara (Jara) y Leguizamón que “...tiñeron con su sangre las aguas del Plata, en los combates navales de 1826 y 1827”, para el desalojo de la armada imperial brasileña de la Banda oriental.

Y cuando junto al coronel José Félix Bogado regresaron a la estación del Retiro en Buenos Aires, los 78 veteranos que acompañaron toda la campaña de los Andes, solo siete de ellos habían formado en el contingente original. Y con ellos, llegaba también, el trompa Miguel Chepoyá, indígena guaraní “de la reducción de Santa Maria la Mayor, en Misiones”.

Es el “Pasado Común” definido por John Stuart Mill definía el “Pasado Común” cuyas vicisitudes y componentes, esa “...identidad de antecedentes políticos, la posesión de una historia nacional y la consiguiente comunidad de recuerdos” nos cargan a los paraguayos con la gran responsabilidad de ser mejores de lo que hemos sido hasta la actualidad.

Aunque mientras tanto …las fechas patrias siguen mudando de casillero en el calendario. Con la anuencia, indiferencia o corresponsabilidad de nuestras autoridades culturales y educativas.

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