Fue el año del clinicazo y de las primeras grandes movilizaciones contra la dictadura. Era la demostración de que se había perdido el miedo en la lucha por la libertad.
Después de décadas de obligado silencio de soportar la brutalidad de la represión el miedo como una segunda piel, grupos ciudadanos comenzaron a sacudirse el terror.
El 1986 fue clave para la ciudadanía que terminó de perderle el miedo a la represión del régimen de Alfredo Stroessner. La Iglesia paraguaya asume un rol importante y hace un llamado a un diálogo nacional; a este hecho se suma la crisis y división al interior del mismo partido de gobierno, el Partido Colorado (la división se consumaría al año siguiente con el famoso atraco a la convención por parte del sector militante estronista y la purga del sector denominado tradicionalista).

Con estos hechos como telón de fondo se vive en el Paraguay una creciente y fecunda movilización ciudadana: Campesinos, estudiantes, gremios de trabajadores y partidos políticos se organizan, se movilizan y se largan a las calles.
Pero, sin duda, este año tuvo dos hechos que resaltan entre todos los otros hechos relevantes: El histórico clinicazo, cuando en una memorable movilización de todos los gremios del Hospital de Clínicas: médicos, enfermeras, trabajadores y estudiantes salieron a las calles a reclamar mejores condiciones laborales y de presupuestos, y al mismo tiempo se reivindicaban libertades y respeto a los derechos humanos. Lo que comenzó como una reivindicación gremial devino en una demanda por la democracia y la libertad.
El segundo suceso fue la marcha del 1 de mayo. El 1 de mayo de 1986, Día de los Trabajadores, es recordado en la historia como “el día de la gran garroteada frente al Cristo Rey”.
Esa mañana, organizaciones sociales y políticas que se movilizaban exigiendo una apertura democrática en Paraguay participaron de una misa en la parroquia Cristo Rey, en Asunción, en celebración del Día Internacional de los Trabajadores; mientras la policía rodeaba los accesos a la iglesia. Tras la misa, los asistentes se dispusieron a realizar una manifestación pacífica, coreando cantos y consignas contra la dictadura, y en cuanto salieron a la calle los policías empezaron a golpear a los manifestantes con garrotes y cachiporras, mientras arrojaban granadas de gases lacrimógenos contra la multitud.
Fue una de las represiones más violentas contra una manifestación opositora en la década de los 80. Entre los asistentes había mujeres y niños, que gritaban y lloraban aterrorizados. Muchos manifestantes buscaron refugio en las casas vecinas, pero igual fueron perseguidos hasta el interior por los garroteros, y golpeados sin piedad. Hubo heridos y detenidos.