A siglo y medio de la firma del Tratado Secreto de la Triple Alianza, el historiador Felipe Pigna aborda las consecuencias que tuvo en Argentina la guerra y los nuevos enfoques académicos sobre la conflagración.
Es casi seguro que al entrar a una cafetería, el mozo ya sepa lo que el cliente pedirá: un cortado. Algo así pasa con el historiador e investigador argentino Felipe Pigna (55). Si viene a Paraguay, es casi seguro que le pregunten sobre la Guerra contra la Triple Alianza. Y él, prestigioso en su campo, no tendrá problema alguno en contar las consecuencias que tuvo el conflicto bélico en su país. Fue lo que hizo, de hecho, durante la conferencia Los Debates en Argentina en la época de la Guerra de la Triple Alianza que ofreció en Asunción el pasado 24 de abril, primero con periodistas en la Embajada argentina y luego a platea abierta en la Feria Internacional del Libro (FIL-Asunción).
Al recordarse los 150 años de la firma del Tratado Secreto de la Triple Alianza (integrado por Uruguay, Argentina y Brasil), Pigna mete el dedo en la llaga. Esta es la segunda vez que visita Paraguay. La primera fue hace una década, para filmar capítulos de la serie Algo habrán hecho (por la historia argentina), con el conductor Mario Pergolini. En esa producción, difundida en 2006, el historiador hablaba de cómo un país en pleno desarrollo, como lo era la tierra guaraní, fue aniquilado, desmembrado y arrasado por sus contrincantes. Sin proponérselo, de esa manera realizaba una especie de presentación en sociedad de sí mismo ante el público paraguayo, que se identificó con el programa.
El pueblo anda diciendo
Allá por 1862, tres años antes de la firma del Tratado Secreto, rubricado el 1.° de mayo de 1865, Argentina empezaba a constituirse en un Estado. Aunque los porteños se habían impuesto en la guerra contra los pueblos del interior, eso no logró la unificación de la nación, solo agravó el conflicto civil. La metrópoli buscaba imponer el modelo económico inglés. Este hecho y otros hicieron que la campaña contra el Paraguay recibiera un rotundo rechazo en el resto del país, señala Pigna al describir el contexto histórico de esos años.
- ¿Cómo se vivió la guerra en Argentina?
- Los pueblos de todo el país se levantaron en armas. Particularmente, los que siguieron al general Felipe Varela. Mucha gente murió justamente por pelear contra Mitre y no venir a luchar a Paraguay. Desde el punto de vista intelectual, la Guerra del Paraguay fue resistida por los más grandes pensadores que teníamos en ese momento. Cito como ejemplos a José Hernández, autor del Martín Fierro, y el político Juan Bautista Alberdi. Ambos pagaron con su exilio la oposición a la guerra y a los gobiernos de Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento. También se opusieron a este conflicto el gran poeta Carlos Guido y Spano, quien era el mejor amigo de San Martín; el periodista, político y poeta Olegario Andrade, y el estadista Juan María Gutiérrez, entre otros.
- ¿Qué pasó con la prensa que se oponía a este conflicto?
- La cuestión no quedaba en una simple amonestación. Si el periódico insistía en ser muy beligerante y estar en contra de la guerra, se lo censuraba. Algunos fueron cerrados. Es el caso del América, al igual que el Río de la Plata, por cuyo director, José Hernández, Sarmiento puso precio a su cabeza. Le Courrier de la Plata, otro periódico muy interesante que también se opuso a la lucha contra el Paraguay, fue clausurado. Entonces quedaban las voces de La Nación (fundado por Mitre) y La Prensa, que estaban a favor de este conflicto.
- ¿Y cómo se manifestaba el pueblo?
- Había distintas formas de boicots, protestas y marchas. La primera huelga registrada en Argentina se hace en Corrientes, donde los trabajadores se negaron a fabricar los barcos que venían a pelear contra los hermanos paraguayos. En los cafés se discutía muchísimo, porque la mayoría de la intelectualidad estaba en contra. Los dos únicos intelectuales notorios a favor eran Sarmiento y Mitre. Incluso, gente cercana a este último estaba en contra. Ellos no esperaban que fuese un conflicto tan impopular. Pasa que se fueron descubriendo los hilos de esa conflagración. Se vio que fue una guerra corrupta, que tuvo como principal objetivo el enriquecimiento personal de unos 30 tipos. Una triple infamia, como decía Alberdi, de tres gobiernos infames en ese momento.
Mea culpa
No solo en Paraguay la Guerra contra la Triple Alianza genera atención. Pigna comenta que, cuando postea algo sobre este tema en su fan page (Felipe Piña oficial, donde cuenta con 550.000 seguidores), los comentarios se disparan. La pasión que genera este acontecimiento histórico también la comprobó en su programa Historias de nuestra historia (emitido por Radio Nacional Argentina, los domingos a las 14.00), cuando la gente votó por las emisiones que debían repetirse. De manera abrumadora eligieron el tema de la Guerra del Paraguay.
- ¿Qué sienten los argentinos por esta guerra?
- A muchísima gente en mi país le interesa este conflicto, y sobre todo lo desprecia y repudia. Hoy en día, la Guerra del Paraguay prácticamente no tiene partidarios en Argentina, salvo en las minorías enriquecidas, que también hay en Paraguay y que tienen alguna conexión con aquellos intereses. Pero la mayoría de la población argentina la repudia absolutamente y pide perdón, aunque no les corresponda. La verdad, hoy los pibes que tienen 20 años, ¿qué tienen que ver con Mitre, con la Guerra de la Triple Alianza? Y sin embargo, están dispuestos a pedir disculpas, quiero decir que sienten vergüenza ajena. Por eso está bueno no confundir, como que los argentinos hicieron la guerra a Paraguay. Habría que empezar a cambiar eso, porque no le hace bien ni a Paraguay ni a Argentina.
El reparo
Hubo algunas reparaciones históricas hacia Paraguay. Los presidentes argentinos Hipólito Yrigoyen, en la primera década del siglo XX; Juan Domingo Perón en dos ocasiones, y más recientemente Cristina Fernández de Kirchner, entregaron trofeos y objetos sacados del país durante la guerra. En 1883, el Gobierno de la República Oriental del Uruguay, bajo el mando del general Máximo Santos, devolvió los trofeos de guerra y condonó la deuda impuesta por el Tratado Secreto. Pero cada cierto tiempo, en Paraguay surgen algunas voces que exigen un mayor resarcimiento por las consecuencias del conflicto.
- ¿Qué sería lo más justo, la devolución de territorios o una indemnización?
- Me parece que sería más práctica una indemnización; no sé si más justa. Tengamos en cuenta que las poblaciones asentadas en esos territorios actualmente ya tienen una identidad. Entonces, pedir la recuperación de esas tierras sería más complicado. No sé si es más justo lo de la indemnización; la verdad, no lo tengo claro, te soy muy sincero. Pero no tengo dudas de que corresponde, porque hay una pervivencia del Estado, independientemente a que el Gobierno actual de Argentina repudie esa guerra.
- ¿Por qué Brasil tiene una actitud distinta a Argentina y Uruguay?
- Creo que Brasil tiene una actitud expansionista históricamente, le cuesta asumir que esas cosas son errores y que hay que subsanarlos. Ese país no tiene por qué poseer los archivos de Paraguay. Son papeles imprescindibles para que el pueblo paraguayo pueda contar su historia. Entonces, ¿por qué tienen que estar en Itamarati? No hay ninguna razón. Y menos que un Gobierno progresista siga sosteniendo esto. Un largo gobierno progresista, porque el reclamo arrancó mucho antes, durante la presidencia de Lula, esperando que él diera lugar. Pero evidentemente hay una política de Itamarati que va más allá de los gobiernos, que es una Cancillería extremadamente conservadora y que se resiste a abrir los archivos que dejarían muy mal a este país.
Lamentablemente, para el común del pueblo paraguayo, el peor enemigo es el argentino, y esta es una enorme injusticia. Y no por defender a Mitre. El que más daño le hizo a Paraguay fue Brasil, que saqueó Asunción, se quedó con más territorios, lo endeudó de por vida y fue el gran beneficiario. Sin embargo, el odio, inveterado, se dirige mucho más hacia Argentina que hacia Brasil.
El otro punto
Pigna empezó a interesarse particularmente hacia la lucha contra el Paraguay en el colegio, donde encontraba estudios a favor y en contra de López. “La versión mitrista es muy parecida a la antilopizta”, acota y resalta el papel de Inglaterra como cuarto actor e instigador del enfrentamiento entre cuatro naciones. Una de sus profesoras del secundario inculcaba a sus alumnos una versión diferente a la oficial, que hablaba de una guerra contra la barbarie. Actualmente, en Argentina se tiene una visión diferente, según comenta.
- ¿Cómo se dio ese cambio de criterio curricular con respecto a esto?
- Creo que hay una camada de profesores que nos fuimos recibiendo ya al final de la dictadura y el principio de la democracia, y nos resultaba insostenible mantener esa historia. Entonces, nos revelamos muy fuertemente contra eso y empezamos a trabajar en la producción de manuales, documentales, lo que sea, para acercarnos a la realidad histórica. Hoy en día, en ninguna escuela argentina se enseña a favor de la guerra, habrá un loco solo. La materia es Historia Argentina y del Mercosur. Está clara la idea de integración y se condena todo intento de confrontación fratricida, como es el caso de la Guerra del Paraguay. El programa de estudios está muy lejos de reivindicarla, la condena absolutamente.
- ¿Cuál es su opinión sobre López?
- Yo no suelo ser panegirista de nadie. López tuvo errores y aciertos. Se podrían criticar algunos manejos suyos. Hay gente a quien puede gustarle o no el modelo de su Gobierno. Pero no se le puede acusar a él de llevar a su país a ese conflicto. Paraguay fue provocado e inducido a la guerra, y no por López precisamente. Si Juan Pérez hubiera estado en la presidencia y tenía la misma política que en ese momento llevaba adelante el Paraguay, hubiese ocurrido lo mismo.
Historia personal
Los relatos contados por el padre y el abuelo de Felipe Pigna sembraron la simiente que con el paso de los años profundizaría su gusto por los temas históricos. Esto pasaba en la casa familiar, ubicada en Azul, ciudad de la provincia de Buenos Aires, donde había mucha música y libros. Rememora un momento especial: cuando su hermana mayor llevó un disco de los Beatles. “Mi viejo, que era un melómano, me dijo: ‘A estos hay que escucharlos’. Eso me llamó la atención”, rememora. De esa manera conoció a los cuatro de Liverpool, y considera imprescindible escucharlos. También menciona a Pink Floyd y otros grupos que son parte de su diario trajín, principalmente cuando escribe.
El historiador revela otro vínculo con Paraguay: su fanatismo incondicional hacia el Independiente de Avellaneda, donde Arsenio Erico fue goleador histórico. “Lo soy desde que tengo uso de razón”, enfatiza al hablar del club. Fue su abuelo quien lo sumó a esta pasión, cuando siendo muy pequeño le regaló el carnet de socio. “Hay que entregarle una medalla”, refuerza con convicción.
- ¿Cuál es la clave para enseñar historia a las nuevas generaciones?
- Hay muchas claves, es muy difícil sintetizar. Hay que entender que la nueva generación piensa en otros soportes que no teníamos nosotros; piensa en el celular, piensa a partir de la tablet y la computadora; el lenguaje es otro, no quiere decir que no le pueda gustar leer. El libro también puede ser un lenguaje, de ninguna manera hay que descartarlo. Un primer punto es no temer a las nuevas tecnologías, sino incorporarlas como una necesidad. Es como tener la biblioteca de Alejandría y no usarla. Y es lo que hoy en día es internet. Encontrás de todo, hay porquerías y cosas maravillosas. Uno sabrá y habrá que ayudar a los chicos a identificar qué es bueno y malo, la otra cuestión es la necesaria conexión pasado-presente. Que el chico entienda que el Paraguay de hoy es producto de lo que pasó acá. Si se entiende el presente como un fenómeno inmanente, no se entiende nada. Entonces, es una cosa que al joven le puede llevar a interesarse por el pasado, es entender que el presente es una resultante absoluta de su pasado, con lo bueno y lo malo, y que sepa que su identidad tiene que ver con eso.
Texto: Carlos Elbo Morales / Fotos: Javier Valdez.
Conózcalo más
Felipe Pigna ha escrito 15 libros sobre la historia argentina y confiesa que tiene intenciones de escribir una obra sobre la Guerra contra la Triple Alianza. Hoy lanza su su libro La voz del gran jefe. Vida y pensamiento de José de San Martín.
Reconocido en su país, ha conducido varios programas de televisión, que se alzaron con el premio Martín Fierro. Es presentador oficial de los estrenos de The History Channel, donde realizó la serie de documentales sobre los bicentenarios latinoamericanos Unidos por la historia. Cada semana escribe en la revista Viva del diario Clarín, en su columna Haciendo historia. En Radio Nacional conduce Historias de nuestra historia. También dirige la Colección Bicentenario de la Editorial Emecé, que publica obras esenciales del pensamiento argentino de estos 200 años.
Es consultor para América Latina de The History Channel, director de la revista Caras y Caretas, y de www.elhistoriador.com.ar, el sitio de historia más visitado de la Argentina.
A qué dedica el tiempo libre
Una de las grandes pasiones de Felipe Pigna es la cocina, aunque confiesa que no es tan bueno en esta área. “Me gusta cocinar, hacer asados, pastas. Para mí es como una terapia”, refiere. Otro de sus entretenimientos preferidos es ir al cine. Y como buen hurgador del pasado, reconoce su vicio por las librerías, principalmente las de libros usados. “En cualquier lugar del mundo, voy a uno de esos lugares donde uno encuentra verdaderos tesoros”, cuenta.
Pigna está casado con Leisa, productora de televisión y documentales. Tiene tres hijos: Frida (6), Martín (28) y Julián (24) (estos dos, de su primer matrimonio). Los dos varones han elegido un camino distinto a él: uno es realizador de cine y el otro es productor radial, cineasta amateur y editor. “Los dos han heredado la mirada social del padre”, acota el historiador.
La historia de siempre
Pigna tiene preferencia por el pasado, pero particularmente le atrae el periodo de la Argentina entre 1810 y 1820, el de la Revolución de Mayo. También le gusta la historia contemporánea del siglo XX. Su exposición ante los medios de comunicación suele recibir críticas de parte de los conservadores, comenta. “La academia, con una mentalidad del siglo XIX, sigue pensando que esos medios no son para el historiador. Si uno investiga y no lo difunde sino solo entre colegas, es un acto de enorme egoísmo. Y la historia no pertenece a los académicos, la gente tiene derecho a conocerla. Cuanto más se difunda, mejor. A la academia lo que le molesta es el contenido y no la forma como se da a conocer”, refiere y afirma que no se preocupa demasiado por las críticas si son malintencionadas.