Hoy meditamos el Evangelio según San Marcos 9,30-37.
El papa Francisco a propósito del evangelio de hoy dijo: “Las divisiones entre los cristianos hieren a la Iglesia y a Cristo”.
Jesús deseaba que sus discípulos estuvieran unidos en su amor.
Ya en ese tiempo, esa unidad peligraba y Jesús exhortó a sus discípulos a hablar con unanimidad para que no hubiera divisiones entre ellos y estuvieran en perfecta unión en el pensamiento y el sentimiento.

El demonio, durante toda la historia, ha tentado a la Iglesia intentando dividirla y podemos ver cómo por desgracia, la Iglesia ha estado marcada por graves y dolorosas divisiones que a veces han durado mucho tiempo, llegando hasta nuestros días. Por todo esto es que resulta difícil reconstruir todas las motivaciones y sobre todo encontrar posibles soluciones.
Detrás de todas estas heridas se encuentran siempre la soberbia y el egoísmo que son la causa del desacuerdo entre las personas y nos hacen intolerantes e incapaces de escuchar y de aceptar a quienes tienen una visión o una posición diferente a la que tenemos nosotros. Es así que nacen las divisiones entre todos.
Ante todo esto ¿hay algo que cada uno de nosotros como miembros de la Santa Madre Iglesia podamos y debamos hacer?
Sin duda no debe faltar la oración...
Y junto a la oración, el Señor Jesucristo nos pide a todos sus hijos una renovada apertura: Nos pide que no nos cerremos al diálogo y al encuentro con nuestros hermanos; es más, que acojamos todo lo válido y positivo que nos ofrecen incluso aquellos que no piensan como nosotros...
Nos pide que no nos centremos en lo que nos divide, sino siempre en lo que nos une...
[...] Todos caminamos juntos, estamos en camino, ¡ayudémonos los unos a los otros!...
Recibamos la comunión en el camino. Esto se llama ecumenismo espiritual: Recorrer el camino de la vida todos juntos en nuestra fe, en Jesucristo el Señor.