Cuando una institución está ganada por el caos y es utilizada como la caja chica del Gobierno de turno. Cuando quienes integran su Consejo de Administración terminan siendo funcionales a un esquema de corrupción y una ristra de negligencias e ineficiencias, en lugar de representar y defender los intereses y el bienestar de los cotizantes/asegurados.
Cuando cada parte de su estructura administrativa y de su infraestructura constituye una porción de la torta para unos y otros políticos y empresarios: Desde el servicio de limpieza hasta la adquisición de medicamentos, pasando por las contrataciones de personal y la seguridad, el verdadero sujeto y razón de ser de la existencia de la institución termina siendo lo último en relevancia. Es la parte más castigada del esquema intencionalmente mantenido en un status quo; el asegurado no pasa de ser sino la excusa para que otros malversen, roben y fagociten de los ingresos que trabajadores y empleadores aportan.
Muy resumidamente esto es el Instituto de Previsión Social (IPS) entidad en la cual quien menos incidencia tiene es el asegurado, aunque este tenga un representante en la instancia que toma las decisiones.
Los servicios del seguro médico que debería proveer se han deshumanizado hace tiempo.
El asegurado y sus familiares que recurren en busca de atención a la salud son vistos como números y no como un ser humano que acude a los hospitales de la entidad con la confianza de ser tratado como una persona que tiene dignidad y merece consideración, respeto y que los profesionales de blanco le expliquen con paciencia y pedagogía cada medicación, procedimiento y terapia que recibirá. El servicio de salud de IPS no es amigable.
Así que lo ocurrido con el señor a quien cortaron la pierna equivocada hace unos días en el hospital central, simplemente es un caso de terror. Más aún, cuando la dirección médica redujo lo ocurrido a “un problema de comunicación”. Un argumento que, por cierto, no hizo sino abonar la generalizada percepción de desprecio hacia el paciente y sus familiares, que se ha ganado la Previsional.
Es la confesión más contundente de cuán mal se conducen en las prestaciones de salud, al punto, que ni siquiera pueden garantizar que la información llegue correctamente del médico tratante al equipo de Cirugía, y a los familiares del paciente. Si no tienen resueltas y protocolozidas cuestiones elementales como esta, es que realmente el descontrol es mucho más grave de lo que nos imaginamos. Y si la tienen protocolizadas, pero no cumplen los pasos, es todavía peor.
Todo el esfuerzo que algunos médicos y enfermeras estén haciendo allí, termina sepultado por actuaciones como las que hemos conocido el fin de semana, que afecta a un hombre cuya familia, afortunadamente, decidió no callar, y la denunció.
Los problemas que traen la centralización, la masificación, el desorden y los consecuentes maltratos a los cotizantes, los errores de diagnóstico, fallecimientos evitables, desabastecimientos, esperas excesivamente prolongadas para acceder a una consulta médica o a un estudio de diagnóstico, tienen solución.
Todo puede mejorarse y resolverse si se tiene como centro a la persona del asegurado; si se gestionan los recursos con honestidad y se tiene claro a quién se sirve o quiénes son los genuinos beneficiarios de la razón de ser y del quehacer de la Previsional. Además de si se blinda la administración de los manotazos político-partidarios del poder de turno y se ejecutan los proyectos de crecimiento y expansión que hagan llegar todos los servicios a los asegurados, de hasta el último rincón del país, con iguales estándares de calidad. El IPS debe ser un ejemplo de gestión y eficiencia. Recursos no le faltan. Los trabajadores y empresarios honestos deben exigir y controlar estrictamente cada acto, decisión y denuncia. Si no, seguirá la burla del “problema de comunicación” y crecerán el miedo y las injusticias.