La investigación, en la que participó el español Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), plantea que ese ruido se considere, a escala mundial, como un factor de estrés, que se usen nuevas tecnologías de monitorización y se desarrollen políticas de gestión para mitigar sus efectos en los ecosistemas.
Los animales marinos son sensibles al sonido, que usan como una señal sensorial prominente que guía todos los aspectos de su comportamiento y ecología, y los científicos concluyen, tras revisar la literatura científica, que el ruido causado por las actividades humanas afecta desde los invertebrados a las ballenas.
“Debido a que el sonido viaja lejos y rápidamente bajo el agua, el paisaje sonoro cobra especial relevancia”, según Víctor Eguíluz, del Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos (IFISC-CSIC-UIB) y de la Universidad española de las Islas Baleares.
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El tráfico marítimo, la exploración de recursos y el desarrollo de infraestructuras incrementan la antropofonía (los ruidos generados por la actividad humana), mientras que la biofonía (los sonidos de origen biológico) se reduce debido a la caza, la pesca y la degradación de los ecosistemas, dicen los investigadores.
La crisis climática y otras presiones humanas provocan el deterioro de hábitats como los arrecifes de coral, las praderas marinas y los lechos de algas marinas, y silencian sonidos característicos que sirven de guía a las larvas de peces y a otros animales para encontrar sus hábitats.
El estudio, liderado por la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá (Arabia Saudí), revisó más de 10.000 artículos científicos en los que se evidencia el impacto del ruido generado por el ser humano en la vida marina en todo el mundo.
Este esfuerzo, sin precedentes, “ha demostrado la abrumadora evidencia de la prevalencia de los impactos del ruido provocado por el hombre en los animales marinos, hasta el punto de que no se puede ignorar la urgencia de tomar medidas”, según Michelle Havlik, investigadora de la citada universidad.
El estudio señala que el problema de la contaminación acústica “se puede revertir de manera rápida” y apunta como evidencia lo ocurrido en los océanos durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19, cuando los ruidos predominantes volvieron a ser los generados por los animales marinos.
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El estudio propone impulsar acciones de gestión como fomentar el uso de nuevas tecnologías: disminuir el ruido de motores o de hélices, mejorar los materiales del casco de los barcos, el uso de motores eléctricos.
También sugiere el impulso de medidas reglamentarias para reducir el ruido de los barcos comerciales bajo el agua, algo que desde 2014 promueve la Organización Marítima Internacional a través de una serie de directrices voluntarias.
El líder del equipo, Carlos Duarte, también de la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá destaca hasta qué punto está conectada acústicamente la superficie del océano, donde se genera la mayor parte del ruido humano, con las profundidades marinas.
El científico relata que, hace años, mientras escuchaba una grabación de hidrófonos en la costa oeste de Estados Unidos, le sorprendió escuchar claramente el sonido de la lluvia, cayendo sobre la superficie, como el sonido dominante en el entorno del océano profundo.