El legislador uruguayo Rafael Michelini, hijo del reconocido periodista y político Zelmar Michelini (asesinado durante la dictadura militar argentina, en mayo de 1976), visitó Paraguay la semana pasada, en el marco del seminario Partidos Políticos y Reforma Electoral, hacia una mayor y mejor representación, donde habló de la experiencia uruguaya y las propuestas de solución para nuestro país. Representante del gobernante Frente Amplio en Uruguay, Michelini analizó la situación institucional paraguaya, y opinó sobre las denuncias de fraude que sacuden a la Justicia Electoral, expresando que salpican a todas las instituciones de todo el país.
–En Paraguay, la oposición denunció fraude electoral en las pasadas elecciones y la polémica sigue con el caso de un funcionario del TJSE negociando carga de votos. ¿Cómo se ve esta situación desde Uruguay?
–No desde Uruguay, desde todo el mundo. No se la ve bien, no es buena imagen para Paraguay. Y además esa debilidad institucional, o esa fragilidad institucional, enseguida pone en la misma bolsa a la justicia, y a otros organismos del Estado, donde las cosas no ocurren como tienen que ocurrir, y no van por el camino correcto, sino que están al libre albedrío del partido más poderoso. Y eso, repito, en un mundo que cada vez es más exigente, a nivel de la comunidad internacional, donde las inversiones de calidad muestran a países serios que tienen resueltas estas cosas, resueltas de la buena forma, y no en manto de sospechas de opacidad, donde el conjunto de los paraguayos o los extranjeros dicen, levantando los hombros: “Bueno, es Paraguay”. Eso no es bueno para la imagen de un país tan joven, tan potente, con tantas posibilidades, que se está haciendo un lugar bien interesante en América del Sur.
–¿Qué opina del sistema electoral paraguayo?
–Creo que el sistema electoral paraguayo está cuestionado, e independientemente de los detalles, virtudes y defectos que tenga, cuando un sistema está cuestionado tiene que ser revisado por los propios paraguayos. Porque si un sistema tiene opacidad no genera la legitimidad de origen, y si en los años posteriores a una elección hay una cierta idea que la soberanía del pueblo no fue respetada, no solo pone en tela de juicio la institución electoral, sino el resto de las instituciones. Los países serios tienen sistemas electorales transparentes, auditables y no cuestionables. Y si bien algunos países, que pudiéramos decir serios, tienen a veces algún traspié, se los ve como excepción y no como regla. La credibilidad de las instituciones de un país, las inversiones de calidad, se miden en un porcentaje muy alto sobre cómo es el sistema electoral, si es creíble o no es creíble, si refleja la voluntad del pueblo o no. Y la sensación que hay es que hoy el sistema (electoral) paraguayo, para los de adentro y para los de afuera, está en el banquillo de los acusados.
–¿Qué piensa de la incorporación de la tecnología en las elecciones?
–Son decisiones que tienen que tomar ustedes. Todo lo que sea para generar transparencia va en la buena dirección. La tecnología no es la solución de todo, pero puede ayudar si hay un pacto, un consenso muy fuerte de en qué cosas se puede avanzar. Por ejemplo, para que no se repitan los votantes: la huella digital puede ayudar a que los que estén en el padrón sean los que están votando, y no otros.
–¿Cómo se incentiva la participación en las elecciones?
–Eso es parte del programa, del activo que tienen que cultivar los candidatos. Y parte de los desafíos históricos que en una coyuntura concreta tenga cada país. Pero también en esto incursiona que haya encuestas confiables, porque muchas veces se presentan encuestas donde hay tal diferencia entre el primero y el segundo, que la gente las da por resueltas y los que pueden estar votando por la segunda opción, bueno, si ya está perdido, no van a votar.
–¿Es propicio regular las encuestas?
–Depende de cómo es la Constitución, depende de las regulaciones que puedan tener. Pero también hay una reputación de las empresas; si cualquier empresa dice que hace encuestas, y dice cualquier cosa, bien valdría a los paraguayos no contratar a esas empresas.
–Por otro lado, ¿cómo se controla el financiamiento político?
–Primero, hay que hacer una ley que involucre a todos los partidos, aunque no sea demasiado exigente, y periodo tras periodo irla corrigiendo, adecuando, y volviéndola más exigente. En Uruguay, terminado el gobierno instalamos siempre una comisión que revisa la Ley de financiamiento y le hace retoques en algunos casos, o modificaciones importantes, en otros. Entonces, tenemos reglas, no nuevas, son las mismas reglas, pero más exigentes para cada elección.
–¿Se necesita un pacto político entonces?
–Sí. El pacto político es imprescindible. No hay prosperidad, no hay modernidad, no hay un Uruguay o un Paraguay modernos, y no hay inversión de calidad, si no se acepta que (un ganador) ganó legítimamente, ganó en buena ley, haciendo las cosas como deben ser, y no amañando o generando opacidad en la voluntad del elector.