Esta sanción es peor que la anterior, la del Departamento de Estado, de mero efecto reputacional. Los colorados, ni fu ni fa, con ese tipo de nimiedades.
Pero esto es otra cosa. Los muchachos del mundo financiero tratan de definir su alcance con desesperada urgencia. Es que el reacomodo contrarreloj del grupo afectado abre un mercado de oportunidades y operaciones riesgosas pocas veces visto. No es una tarea fácil, pues la operatividad de los negocios del conglomerado es muy amplia y los límites de sus conexiones difusos. Horacio Cartes está vinculado a cerca de 80 sociedades, que dan trabajo a unos 6.000 empleados, aunque curiosamente, una veintena de ellas no tiene ningún funcionario y otras tantas aportan cifras irrisorias al fisco.
No me voy a referir al más rentable de los negocios: El contrabando de cigarrillos de Tabesa al Brasil y otros países porque eso nos llevaría a la vieja discusión de si se trata o no de un delito atribuible a Cartes. Pero sí, señalaré la advertencia de que se castigará duramente con bloqueos y severas multas a personas norteamericanas que negocien o lo ayuden de algún modo a eludir las sanciones. Es aquí donde las fronteras se difuminan, pues la territorialidad digital es difícil de precisar y nadie quiere contaminarse con el sancionado. Prueba de ello es la rapidez con la que su socio chileno, Andrónico Luksic, puso abrupto fin a todas las relaciones comerciales que mantenían.
Lo aterrador para el cartismo es la posibilidad de que exista una tercera etapa. Ya se ha pronunciado el Departamento de Estado; ya lo ha sancionado el Departamento del Tesoro; ¿Intervendrá el Departamento de Justicia con un pedido de extradición?
Si eso sucede, todo se derrumbaría, como un castillo de naipes. El cartismo depende exclusivamente del dinero de su líder. Esto nunca antes había ocurrido en la política paraguaya.
No se trata simplemente de un millonario en el poder. De eso hay ejemplos por doquier: Trump, Berlusconi, Piñera, Macri, Fox y muchos otros. Es otra cosa. Según los Estados Unidos, Cartes llegó a ser presidente comprando conciencias sistemáticamente. Sostienen que, de modo serial, desde más de una década, sobornó a convencionales colorados, funcionarios, diputados y senadores pagando salarios extras –el “mensalão” del que tantas veces hablamos– que iban de 5.000 a 50.000 dólares, según el peso específico del sobornado.
Salvo una inversión infructuosa de un millón de dólares para reformar la Constitución y poder ser reelecto, el soborno resultó ser un negocio productivo, pues en los tres poderes del Estado había gente dispuesta a venderse a muy bajo costo. Sin discurso, sin carisma, sin ideología, Cartes convirtió a la política en un fétido mercado que gerencia hasta hoy con el aplauso sumiso de jueces, fiscales, periodistas, parlamentarios y empresarios.
Tiene, sin embargo, una debilidad patética: Sin Cartes, no hay cartismo. Subsiste un stronismo sin Stroessner, persistió durante unos años un argañismo sin Argaña y hasta hubo un efímero oviedismo sin Oviedo. ¿Se imagina usted lo que pasaría si el dueño de la billetera sale de circulación? En un minuto se evaporaría el amor de sus hurreros, las loas de sus periodistas, el cajoneo de los fiscales y el voto fiel de sus parlamentarios. Es un gigante con pies de barro. Por eso, hay tanta gente hablando de lo que significa esta sanción.